El Sporting muere en la orilla con crueldad y polémica
Dos errores de los rojiblancos decantaron un partido que acabó con lío al no pitarse un posible penalti a Babin
Gijón
Todo el trabajo de 87 minutos se fue por la borda en los diez siguientes. Cuando ya saboreaba un valioso punto contra un equipazo (para ser justos el máximo botín que mereció al no haber tirado ni una sola vez a puerta en todo el partido), el Sporting vio cómo todo se iba al garete en el único despiste defensivo de todo el partido. Una derrota cruel y polémica, que deja la imagen icónica de Babin ensangrentado y fuera de sí reclamando un penalti ya sobre la bocina. Todavía shockeado por esa acción, con uno menos en el campo y con su portero en el área contraria, al Sporting no se le ocurrió otra cosa que sacar en corto un córner en la última jugada del partido, allanándole el terreno al rival para, tras la pérdida de balón rojiblanca, permitirle sentenciar sin oposición un marcador cruel para el equipo gijonés.
Competir de tú a tú contra un plantillón como el del Espanyol durante 87 minutos tiene mucho mérito, igual que lo tiene haber estado (al menos hasta ahora) codeándose con él y los demás equipos favoritos en lo alto de la tabla. Pero para demostrar realmente estar a ese nivel, el Sporting debería haber tenido opciones de ganar el partido. No las tuvo y, seguramente, lo sabía. Daba la impresión de que, aunque el encuentro durara seis días, los rojiblancos no serían capaces de marcar un gol. Así las cosas, el empate a cero era lo mejor que se podía conseguir. No hubiera estado mal, porque el Sporting lo mereció, hasta esa jugada que lo cambió todo.
Era un partido de poco lustre y mucho trabajo. El Sporting no generaba ocasiones (no tiró ni una vez entre los tres palos), pero el Espanyol tampoco, salvo algún disparo lejano y alguna intentona del revolvín Melamed en la banda izquierda en la primera parte. Poco más. Mariño solo tuvo que intervenir decisivamente una vez, para repeler un disparo centrado pero bastante duro de Darder.
El equipo gijonés se mostraba serio y solvente en defensa, pero inoperante en ataque. Djurdjevic trabajó a destajo, pero no tuvo ni la más remota opción de marcar o chutar a puerta. Gallego retiró al serbio en el minuto 78, confiando en que Álvaro Vázquez supiera aprovechar el desgaste de la defensa espanyolista. Pero una vez más el futbolista catalán demostró que en el fútbol la generosidad mal entendida es un defecto. Sobre todo para un delantero. Por querer asociarse con Pablo Pérez en lugar de chutar, Vázquez no consiguió ni lo uno ni lo otro. En el minuto 80, el Sporting desperdiciaba su única aproximación peligrosa.
Y en esos detalles está la diferencia. El Espanyol no necesitó mucho para marcar. Le sirvió con una ocasión. Un balón largo de Diego López, una buena peinada de Wu Lei ganándole la partida a Babin a pesar de la diferencia física, ningún rojiblanco a la espalda del central, un taconazo de Raúl de Tomás en el área, un toque de Puado de primeras y el disparo de Wu Lei, que había acompañado la jugada hasta batir a Mariño. Una acción de poco más de 5 segundos para desarmar lo hecho por su rival en los 87 minutos anteriores.
Tarde, demasiado tarde, el Sporting quiso dar un paso adelante. Babin cayó en el área tras recibir lo que parecía un simple roce en la cara, pero la realidad es que el defensa de Martinica rompió a sangrar. Ni el árbitro ni el VAR vieron acción punible, para desesperación del afectado, que absolutamente fuera de sí quería comerse al árbitro, de no haber sido por el denodado esfuerzo de los sanitarios rojiblancos. Porque el colegiado señaló la esquina, el Sporting incomprensiblemente sacó en corto el córner, perdió el balón y le regaló el segundo gol al Espanyol. Una derrota que escuece por las formas que vuelve a dejar patente que cuando la máxima aspiración de un equipo es el empate a cero, cualquier error se paga carísimo.
David González
Vinculado a SER Gijón desde 1998. Director de SER Deportivos Gijón y voz de los partidos del Sporting...