Las Raíces, desde dentro: las imágenes del mayor campamento de migrantes de Canarias
La mayoría de ellos coinciden en las quejas sobre la calidad y cantidad de las raciones de comida, el agua fría en las duchas y la falta de conexión a internet, además de las bajas temperaturas
Después de dos semanas desde la apertura del exacuartelamiento de Las Raíces, un grupo de más de sesenta personas han elaborado su propio campamento en el exterior
Las Raíces, desde dentro: las imágenes del mayor campamento de migrantes de Canarias / Cadena SER
San Cristóbal de La Laguna
Se cumple el inicio de la tercera semana desde que por primera vez entraron ochenta personas migrantes al campamento de Las Raíces (La Laguna, Tenerife) y de los previsibles problemas de frío y humedad que se anticiparon, además de la calidad de la comida y de la nula conexión a internet de la que se quejan estos días todas las personas que pernoctan allí.
De las condiciones en su interior no ha salido convencido ningún representante de todos los niveles de la Administración. El presidente del Cabildo de Tenerife, Pedro Martín, reconoció que faltan elementos por mejorar después de su visita. Tampoco está convencido el propio Gobierno de Canarias que ha reiterado en varias ocasiones que estas instalaciones deben ser temporales. De hecho, lo ha reiterado Ángel Víctor Torres en el Senado este viernes y lo hará en Bruselas el próximo uno de marzo.
Las comidas
La salida de un grupo de más de sesenta personas al exterior del campamento no es por casualidad: allí comen y beben agua de la que les han prestado los grupos de apoyo ciudadanos anónimos. "No hay buena comida en el interior" se quejan quienes han decidido pernoctar fuera. En el exterior, desayunan unos huevos revueltos con algo de pan y café caliente. Hasta las diez y media desayunan mientras la "cocina" trabaja a pleno rendimiento. Todos los alimentos se organizan y almacenan en el interior de una de las catorce casetas de campaña que este fin de semana ya se habían levantado frente a Las Raíces.
En el interior se reparten tres comidas al día. Al menos en eso coinciden varias de las personas que se quejan en el exterior. Dentro de una gran carpa destinada al comedor se reparten las raciones sobre una bandeja plástica de color azul con cubiertos también de un solo uso. Está dividida en cuatro compartimentos. Este fin de semana la comida consistía en una ración de arroz blanco con algo de papas y también una sopa. Esto acompañado por un pan de tamaño de pequeño tamaño y de postre un yogurt. Todo esto con un vaso de plástico en donde todos parecen coincidir en beber agua.
Aunque comer sea básico, en ocasiones no es sencillo. Durante estos días se han observado colas para poder entrar a ese comedor que, en su interior, se ubican dos mesas a cada extremo y otras dos en el centro, todas unidas en grupos de pares, en un espacio ancho y sobre asfalto. Esta disposición se multiplica por toda la extensión de la carpa. Según las imágenes a las que La SER ha tenido acceso, en cada una de esas mesas que caben cuatro personas sentadas.
La ropa y el abrigo
Cerca de uno de los extremos que marcan el perímetro de la zona levantada en el campamento exterior por una tela anudada entre árboles, un grupo de apoyo entrega ropa. Las colocan sobre una lona. Las primeras prendas en ser recogidas son los abrigos. Lo hacen en orden y con calma. Saben que llegarán otras un poco más tarde.
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Mientras tanto, otros observan la escena. En el exterior de la zona delimitada se quejan muchos de que no tienen agua caliente en las duchas del interior del exacuartelamiento de Las Raíces.
Una vez se cruza el perímetro, se observa un aparcamiento y un edificio central reformado en el que se disponen espacios de trabajo y uso de los trabajadores de la organización Accem que gestiona el campamento. En torno a él, las carpas colocadas sobre asfalto. Todo vertebrado por pasillos amplios donde se observan cubos de basura y, en ocasiones, vallas de obra que impiden traspasar determinados espacios.
En el campamento de Las Raíces todavía se producen obras y la maquinaria pesada trabaja en ellas; otras de ellas simplemente prohíben el acceso porque hay edificios en el interior del exacuartelamiento que no han sido remodelados y permanecen en un estado de abandono evidente.
Sobre algunas de esas barreras, las personas que pernoctan allí colocan ropa a la luz del Sol. Entre las carpas que se han colocado en distintas alturas por el desnivel del terreno se pueden observar algunos baños portátiles iguales que los de una fiesta o un concierto.
El interior de las carpas
Cada día es cíclico. Los más de seiscientos migrantes que ya pernoctan allí dicen que tienen mucho tiempo para pensar porque no hay nada que hacer. Como tampoco tienen dinero, no saben para qué pueden ir a la ciudad de La Laguna, la más cercana. Así que el amanecer en el interior de las carpas es, cada día, un peso añadido a un largo viaje que para muchos comenzó hace cuatro o cinco meses.
Contamos hasta dieciocho camillas sobre las que duermen. Seguramente, esta cantidad no es el número oficial porque cada una de ellas está dispuesta en dos niveles y, sin demasiado orden, algunas permanecen en su estado original y otras individuales.
Esas camillas están dispuestas, en algunos casos, completamente pegadas unas a otras. Sobre ellas, algunas mantas y objetos personales. Sobre todo móviles y auriculares. Los migrantes se han quejado de los escasos enchufes para cargar sus móviles, el único dispositivo que les permite mantener la conexión con sus familias. Los alargadores cuelgan por las paredes de esas carpas donde hay ventanas, algunas de ellas abiertas en donde se enrollan la tela que las cubre
También hay ropa en su interior colgada de las estructuras metálicas que sostienen las carpas. Al fondo de este espacio, la única puerta de salida hacia el exterior que marca el límitede un espacio cuyo suelo es también de plástico. Aquí se detecta uno de los principales problemas: la unión entre el suelo y las paredes no está completamente sellada. Así que aquí hace más frío -dicen ellos- incluso que en el campamento exterior en el que pernocta un grupo de más de sesenta migrantes en catorce tiendas de campaña montadas entre lonas y mantas.