Crueldades modernas

Córdoba

Son tiempos paradójicos. Aumentamos el apetito de experiencias a la vez que anestesiamos la sensibilidad acrecentando la interacción con el mundo digital. Nuestra implicación en la aldea virtual, va configurando un deseo que sin embargo se activa en el plano de lo real y, desde esta perspectiva, la realidad no logra colmar esa avidez emocional que nos invade.

Son las nuevas crueldades modernas de las que, en ocasiones, somos responsables. A esto le sumamos que, poco a poco, abandonamos la riqueza de lo real donde la sensualidad de lo natural, múltiple y heterodoxa, se ve amenazada por la estetización de lo manufacturado. No es de extrañar que la ansiedad por experimentar las vivencias empiece a ser directamente proporcional al declive de nuestro umbral sensorial.

Sospecho que el tacto está disminuyendo su capacidad de generar placer. El cuerpo se convierte en un espacio privativo que nos sirve como frontera. A veces percibo que tocar es invadir. Todo lo contrario a mi infancia, donde la calle era un encuentro con la tierra, con los gusanos de seda, con las costras de unas rodillas magulladas después de un partido de futbol. Había una pedagogía sensorial amparada en las vivencias.

A día de hoy, nuestra epidermis se plastifica, narcotizando un placer natural, a la par que intensificamos el deseo por sentir. Y solo me cabe un adjetivo para esto que nos sucede: masoquistas.

José Carlos Ruiz es filófoso. Su último libro se titula "Filosofía ante el desánimo"

@srjosekarlos

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