Un año de la revolución de los balcones que nos cambió la vida

Tenerife

El Oboe de Gabriel sonaba cada tarde en el barrio de Guamasa en San Cristobal de La Laguna magistralmente interpretado por Ernesto Moreno. "No solo era un momento de desconexión, era también una forma de animarnos. En la casa de enfrente empezaron a tocar la guitarra, dos calles más abajo el saxofón", explica el autor. "La música te ayuda a encontrarte a ti mismo y a entender tus propios sentimientos y es una gran compañía", explica Ernesto Moreno a la SER.

En algunos balcones acabaron juntando al veo veo de una ventaba a la otra. "Con la T no solo salía terraza, también salían palabras como tortura, la tortura del confinamiento", explica uno de los vecinos. Otros vecinos optaron por jugar al bingo o por disfrutar de la música al tiempo que acudían a la cita para aplaudir sin falta cada tarde a las siete. Estamos cumpliendo el primer aniversario del día en que nos convertimos en guerreros sin saberlo y no estamos todos: nos faltan 626 personas que se quedaron en el camino luchando contra el Covid-19 en Canarias. 

Quienes podían salir a la calle durante el confinamiento se dirigían miradas de sospecha o complicidad. "Hubo algo muy triste, nos cruzábamos de acera cuando veníamos que alguien se acercaba porque las calles estaban totalmente vacías", explica un trabajador esencial. "Nos encontramos con la policía y nos asustábamos pensando, ¿lo estaré haciendo bien", cuenta otro. El pánico inicial provocó el desabastecimiento de los supermercado y colas inmensas de gente agolpada a las puertas.