"Ballesta no ha sabido gestionar bien su demostrada inteligencia", por Pepe Belmonte
Escucha el 'micromentario' para el programa Hoy por hoy Murcia del catedrático de Literatura (UMU)
Murcia
Ballesta ya es historia. Historia un poco chunga, todo hay que decirlo. Porque no ha sido, ni de lejos, un buen alcalde para Murcia. En todo caso, ha sido un regidor que ha mirado siempre por lo suyo. Es decir, para la ciudad, y, si me apuran, hacia ciertos lugares nobles de la ciudad, en donde las luces, más que iluminar, ciegan a los viandantes.
Micromentario / Pepe Belmonte (29-03-21)
02:56
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Desde que inició su mandato se había olvidado por completo de las pedanías, que, tras un cuarto de siglo del PP en el Consistorio, parecen, más que pueblos, como lo fueron antaño, decorados de cartón piedra de esos espagueti western que antiguamente se rodaban en Almería: todo fachada, pero carentes de fondo, con un nivel de vida ínfimo e insoportable.
Y no digamos los barrios periféricos de la ciudad, como El Carmen, La Paz, San Andrés o San Antolín, todos ellos abandonados a su suerte, resignados a morir lentamente como un animal que agoniza en silencio.
José Ballesta, el que fuera rector de la Universidad de Murcia, consejero de la Comunidad Autónoma y, finalmente, alcalde de la ciudad, se va por la puerta de atrás.
Mejor dicho: no se va, lo echan. Y lo echan por no haber sabido gestionar bien su demostrada inteligencia, por no haberse aplicado a sí mismo el sentido común, por no haber sido solidario con los más necesitados, por haber pecado de prepotente, de orgulloso, de altanero, de arrogante, de soberbio y capillitas. Tan capillitas que era capaz de sacarse en procesión a sí mismo.
Amén de haber sido un verdadero desastre a la hora de negociar y no haber sabido encajar las críticas de sus propios socios de gobierno, que eran su sustento y su vida. Y por ser –que nadie lo olvide– el responsable de que Murcia figure como una de las ciudades más contaminadas de España.
Ballesta, con sus condiciones naturales, con su capacidad increíble para el trabajo, amén de su aludida e indiscutible inteligencia, podía haber sido uno de los mejores regidores de la democracia.
Y, sin embargo, me temo que en el recuerdo va a quedar, tan sólo, su megalomanía y su idea casi enfermiza de querer aparecer en la portada de todos los medios de comunicación, con su traje impecable luciendo palmito.
Ojalá que el nuevo equipo de gobierno municipal no caiga en los mismos errores, lo cual sería decepcionante. Y, sobre todo, ojalá que no nos hagan decir a los sufridos ciudadanos, y muy especialmente a los de las pedanías y a los de los barrios más humildes de la ciudad de Murcia, aquello de que “contra Ballesta vivíamos mejor”.
Pepe Belmonte