Llegó la fiesta del fútbol vasco

Sevilla

Sevilla huele a Semana Santa, a cofradías y a hermandades, a costaleros y a vírgenes como la Macarena, la Esperanza de Triana o el Cristo del Gran Poder. Huele a saeta, a lágrimas de devotos que lloran porque los pasos de Semana Santa no pueden recorrer la ciudad o cruzar el Guadalquivir debido a las restricciones por el COVID.

Sevilla tiene un color especial, como cantaban los Del Río. Un color, un sabor y un olor especiales. A todo, menos a fútbol. Y eso que aquí se juega una final. Ni más ni menos que la final de la Copa.

De la misma forma que esta capital andaluza vive estos días absolutamente ajena al partido entre el Athletic y la Real Sociedad, los dos equipos vascos dan la espalda a estos días de temporada grande en Híspalis. Los dos permanecen encerrados en sus respectivas burbujas a la espera de las 21:30 horas del sábado. Y es que hay mucho en juego.

Athletic y Real buscan la gloria en un partido histórico para el fútbol vasco. Un ejemplo para aquellos clubes que se arruinan con fichajes de relumbrón que apenas devuelven la mitad de lo invertido. Mirando a la cantera, los dos equipos han conseguido alcanzar toda una final de Copa.

Se viene una final, en principio, de pocos goles, en la que el que marque primero tendrá buena parte del camino recorrido. El Athletic es superior a su rival en defensa (portero incluído). La Real tiene más calidad en el centro del campo y en ataque están bastante parejas. Los donostiarras juegan más bonito, mientras que el Athletic compite mejor.

Los aficionados viven en un sinvivir, con la ilusión y el miedo a partes iguales. La esperanza por conseguir el segundo título más prestigioso de la temporada y el miedo, casi pánico, de salir derrotado frente al rival. Ese terror no es infundado, ya que, además de no conseguir el trofeo, tendrá que aguantar, por secula seculorum, el vacile del vecino.