Ser Viajeros nos lleva de ruta al Castillo de Blanca y nos propone gastronomía de Pascua

Murcia

En Ser Viajeros les hacemos dos propuestas. Primero nos vamos de excursión, hasta Blanca, a su Castillo y su Mirador.  El castillo puede datarse en el siglo XII y se atribuye su construcción al Rey Lobo.

La fortificación se encuentra enclavada en un cerro elevado de La Sierra del Oro que domina el centro de la actual población de Blanca, la cual se extiende sobre la ladera sur-sureste de la cumbre acastillada. El lugar donde se sitúa permite el control de buena parte de la vega alta del río Segura y el valle de Ricote, así como las vías de comunicación con las tierras de Jumilla. Una ruta que hacemos de la mano de Javier Adán y la concejala de turismo del Ayuntamiento de Blanca, Ana López.

Y después de una buena caminata, compartimos comida con nuestra Academia de Gastronomía.  Hoy con Encarna Zamora que nos hablará de la gastronomía de Pascua de Resurrección, vamos la gastronomía tipica de las barracas en fiestas de primavera, y que tanto echamos de menos.

A la Pascua de Resurrección los murcianos la identificamos con Fiestas de primavera y estas con olor a azahar, explosión de color tanto en los jardines como en las calles y cambio en los hábitos alimentarios.

La Pascua para nosotros empieza y termina con una expresión de la generosidad tan propia de Murcia: empieza regalando monas, costumbre morisca de los siervos a sus amos, y termina regalando juguetes, el día del entierro de la sardina.

Los foráneos que nos visitan quedan sorprendidos e impresionados de como vivimos los murcianos intensamente esta semana, tengo anécdotas de todos los gustos y colores que dan idea de ello: unos americanos no consintieron en acostarse el día del entierro y los tuve que llevar al aeropuerto directamente después de una larga noche diciendo “estamos en una tierra que celebran la muerte de una sardina, regalan juguetes unos hombres con vestidos raros y todos te abrazan e invitan a copas”

Después de 40 días de cuaresma en la que se supone que hemos ayunado y prescindido de ciertos alimentos, salimos a la calle con ansias de vivir y comer de todo

Empezamos comiendo la mona el domingo de resurrección, que viene del árabe “munna”, que significa provisión para la boca, bollo con su huevo en el centro, símbolo de la creación, que según la costumbre cristiana se bendecían en la misa de gloria todos los huevos que se habían recolectado en la cuaresma, durante cuyo tiempo no se comía ni carne, ni huevos. Esta tradición de los huevos viene de mucho más lejos, los romanos y los griegos los ofrecían a los dioses y también se utilizaban en las ceremonias fúnebres. Han sido símbolo de purificación y renovación.

Después, en las típicas barracas que son un escaparate donde degustarlo todo y donde las tradiciones no se pierden de la mano de amas de casa que las guardan, comemos todo aquello de lo que nos hemos privado: michirones con sus tacos de jamón y chorizo, derivados de la matanza: longaniza, morcilla, tocino, sobrasada, una rica ensalada murciana, zarangollo, pastel de carne y un largo etc. con unos paparajotes de postre acompañados de un café de puchero con su chorrico de anís.

Algunos manjares, de los nombres impronunciables para el foráneo, le quedarán gravados en el paladar para siempre.