La India está muy lejos

Córdoba

Creo que no exagero si aseguro que los mejores veranos de mi vida los pasé en la India. Fueron tres consecutivos, hace ya casi quince años, cuando desde los ojos y la mirada propios de la juventud, tuve el enorme privilegio de vivir la apasionante aventura del voluntariado en Calcuta, junto a las Misioneras de la Caridad de Madre Teresa. Fueron tres veranos y hace ya muchos años, como digo, pero aún no he podido encontrar una experiencia parecida a la primera vez que pisé la Ciudad de la Alegría. Un ruido constante y aturdidor, un olor penetrante que se hace crónico, una ciudad masificada con cientos, miles quizá, de personas durmiendo en la calle, muchos de ellos tullidos y enfermos, que vivían y morían junto a niños recién nacidos, animales e insectos. Una verdadera bomba sensorial que sólo puede uno descodificar con el correr de los días, a la vez que se va percatando de las sonrisas de aquellos que presumimos desgraciados, los colores anaranjados de las flores y el sabor del té de media mañana, cuando el voluntario descansa brevemente en su jornada de trabajo. Y los saris blancos y azules que visten unas mujeres, una legión de mujeres, que, aunque no son conscientes de ello, son la fuerza real que mueve el mundo a ser mejor y devuelve la esperanza a una humanidad cansada de tanta injusticia.

Hoy esa tierra de selva, flores y monzón que es la India, sufre especialmente la enfermedad y la muerte a causa del coronavirus, que como todo lo que es malo siempre se ensaña con los que son más vulnerables, más pobres. Hace un par de días he escuchado por la calle a alguien decir que Dios quiera que la cepa india no llegue a España, que se quede allí, que la India está lejos… El comentario, que comprendo desde el miedo que nos provoca la enfermedad, me resonó con fuerza en el corazón y me hizo reflexionar. Si después de ver en las noticias de televisión la desolación, las lágrimas, el sufrimiento y la muerte de tantos, la expresión natural que nos brota es que todo se quede allí, que no traspase nuestras fronteras, creo que estoy perdiendo la esperanza de que vayamos a salir mejores de ésta.