ETA asesina al empresario Sebastián Aizpiri tras una campaña de infundios y mentiras
Bilbao
25 de mayo de 1988. Sebastián Aizpiri cerraba la carnicería en Elgoibar y se dirigía al Chalcha, su restaurante en Eibar. Dos etarras se le acercaron por la espalda y le dispararon dos tiros en la cabeza que le provocaron la muerte en el acto. En La Ventana de la Memoria hemos hablado con su hermana, Ana. "Primero señalaron a la persona, no por lo que hubiera hecho sino por infundios maquinados, fabricados por ETA y sus colaboradores", asegura. "Era un momento en que ETA actuaba como una mafia, porque se valían de un asunto de drogas, que entonces golpeaba muy fuerte en la sociedad y se apropió para su uso interesado al estilo mafioso".
Capítulo 30 | ETA asesina al empresario Sebastián Aizpiri tras una campaña de infundios y mentiras
16:02
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/006RD010000000075939/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
La hermana de Sebastián cree que ETA eligió como objetivo a su hermano "supongo porque era una persona a la que habían pedido dinero y no accedió. Por eso, la banda terrotista inició una campaña para convencer a una parte de la población de Elgoibar y Eibar de algo falso y la gente se dejó llevar por unas falsedades de ETA y no por la realidad de un joven que estaba ahí todos los días, que le veían trabajar en la carnicería, después en el bar... El fanatismo, al parecer, podía más que las evidencias", lamenta Ana.
El día del atentado, Ana tenía 27 años, era menor que su hermano 'Sebas', como le gustaba llamarle. "Para ser un hombre de caserío era muy atípico, era muy libre, con mente abierta, sin horizontes, con iniciativa, muy trabajador y con sentido del humor. Era, lo que se suele decir, una persona con éxito, resultaba atractivo y quizá eso también influyó a ETA la hora de escogerle".
El día del atentado.
"Yo estaba en casa a punto de salir a las 8:20 de la tarde, cuando me llaman por teléfono. No me lo podía creer. No me entraba en mi mente de medio abertzale de jovencita, fue un shock. Fui al lugar donde le mataron y ahi lo ví...es una realidad terrible", señala. Para sus padres fue aún peor, añade Ana. "Para mi aita fue devastador, le tuvieron que poner un marcapasos y mi madre, desde ese día, empezó a perder la cabeza. Fue un antes y un después", asegura. Tras este punto de inflexión, Ana tuvo que cambiar de entorno. "Para mÍ, supuso cambiar de amigos, lugares, de muchas cosas. Lo que había ya no me valía".
El asesinato de Aizpiri fue uno de los primeros en los que la sociedad se plantó públicamente contra ETA. "La sociedad sí reaccionó bien, aunque los compañeros hosteleros se quedaron en el mutismo. La alcaldesa de Eibar, es de justicia, fue valiente y no tuvo reparo en denunciarlo abiertamente. La pena fue que aquello no tuvo continuidad con otros asesinatos y atentados que se produjeron posteriormente y no se actuó de la misma manera", concluye Ana.
El presente y futuro
"El presente lo veo como una persona que se siente en el deber de prestar el testimonio de las vícitimas para que no se apague el eco de esos coches bomba, los secuestros, los tiros...Si no se recuerda y se olvida a la ligera hay un riesgo de la banalización y estamos a punto de llegar a ese punto". Aizpiri pone como ejemplo "a esas personas que ahora quieren llevar un matiz novedoso a la izquierda abertzale, al estilo de la portavoz en el parlamento, Maddalen Iriarte", afirma Ana, en la actualidad miembro destacado de COVITE.
La extorsión a Miguel Lazpiur
Sebastián Aizpiri fue uno de los 49 empresarios asesinados por ETA. Otros 52 fueron secuestrados y más de 10.000, extorsionados. Para entender lo que fue aquello recurrimos en esta Ventana a uno de ellos, también guipuzcoano, que conoció bien aquella época, el expresdiente de Confebask, Miguel Lazpiur. Lazpiur, como otros muchos compañeros suyos, fue uno de los destinatarios de la carta de extorsión de ETA reclamando dinero. "Yo recuerdo como recibí la primera carta. Cuando llegúe a casa le vi a mi mujer muy seria, había abierto la carta.
¿Qué sentimientos te vienen a la cabeza?, se pregunta Lazpiur. "Primero, una gran preocupación por la situación que te viene encima, después, impotencia, le sigue la soledad, y por último, una tristeza absoluta".
El empresario, ya jubilado, añade en su relato que "no es fácil situarse en ese escenario porque al extorsionado le cambia la vida. Es la peor noticia que le puede llegar a él y su familia". Lazpiur observa un antes y un despúes de la presencia de la izquierda abertzale en las instituciones, "la carta primera tenía fallos en la dirección y algunos más, pero estaba claro a quién iba dirigida. Las siguientes, en cambio, mejoraron mucho, llegaban perfectamente redactadas, y con remites de familiares tuyos, de mi cuñada, de mi hermano..., es decir que tenían acceso a los censos", afirma.
Sobre cómo reaccionó a ese chantaje, Lazpiur lo deja claro: "Yo tenía muy claro que no cedería, tengo mis principìos, sabedor de que el dinero que pagas era para añadir una víctima más y por ahí no pasaba", asegura Lazpiur.
Pasados los años, ya ostentando el cargo de presidente de las patronales gipuzcoana y vasca, a Lazpiur le tocó ser "consejero espiritual" de otros extorsionados. "Les orientaba a quienes les llegaba la primera carta, transmitiéndoles tranquilidad, les aconsejaba, pero muchas veces tenias que decir algunas mentiras para que pudieran aguantar", concluye.
La firma de Juanjo Alvarez
Juanjo Álvarez, catedrático de Derecho Internacional Privado de la Universidad del País Vasco, cierra este capítulo de La ventana de la Memoria, con una reflexión en torno al acoso sufrido por los empresarios, "puestos en el centro de la diana solo por gestionar su empresa". "Esa presión no fue más que pura mafia revestida de un relato titulado como impuesto revolucionario", opina Álvarez, que recuerda escuchar en las calles "aquello de 'Aldaya calla y paga'". "Fue durísimo", sentencia.