¿Por qué regaló el obispo Mardones una baraja de cartas a Felipe IV?
Esta semana recordamos los detalles de la visita a Córdoba del "Rey Planeta" en 1621
Córdoba
En marzo de 1621, Córdoba volvió a recibir una visita real. En este caso se trató del rey Felipe IV quien, como en otras tantas ocasiones anteriores que ya hemos conocido aquí, utilizó nuestra ciudad como etapa de descanso de un su viaje a tierras del sur de la península.
En esta ocasión, sin embargo, se trató de "la más discreta y austera de las visitas reales que ha recibido Córdoba", según ha explicado Manuel García Parody en Hoy por Hoy Córdoba.
El historiador recuerda que en aquella época "España había iniciado la Guerra de los Treinta Años, mantenía enfrentamiento contra los rebeldes de Flandes y pronto también contra Inglaterra, mientras el oro que llegaba de América era cada vez más escaso".
El rey, que en aquel momento contaba con apenas 16 años de edad, había sido recibido junto a la extensa corte que le acompañaba, (entre los que se encontraba en calidad de cronista Francisco de Quevedo,) en el puente de Alcolea. No queda ninguna huella de su paso por Córdoba. Ni siquiera acudió a los festejos taurinos que se organizaron en su honor, una vez más, en la plaza de la Corredera. "Su visita coincidió con la Cuaresma y el rey tenía que aparentar que cumplía con el rigor de esa época del año", recuerda Parody.
La visita de Felipe IV a Córdoba. Con Manuel García Parody. Hoy por Hoy Córdoba
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Adicto al sexo
Lo único por lo que se recuerda su visita es por el singular regalo que antes de partir de la ciudad le hizo el obispo de Córdoba. El obispo Mardones entregó a su majestad "una bandeja de plata con una baraja de cartas para que se entretuviera durante las largas noches del viaje" que todavía tenía por delante hasta llegar a la costa gaditana. Y es que era bien sabido que Felipe IV era un "adicto al sexo", según Parody, que recuerda que al monarca se le atribuyen entre 30 y 60 bastardos además de una docena de hijos de dos matrimonios diferentes. Entre sus amantes hubo desde mujeres del espectáculo hasta monjas de clausura. Los obispos "no dan puntada sin hijo", concluye Pardody