Sobre la brecha social

Santa Cruz de Tenerife
La economía española parece haberse instalado por fin en la recuperación, que además se presenta –de acuerdo con los indicadores de empleo- algo más intensa de lo que se esperaba. Ante las señales de mejoría, la política se repantinga en la autocomplacencia cuando no en la euforia, y quienes no compartimos esa euforia alimentada desde las instituciones por la inminente lluvia de millones que llegará de Europa, somos tachados de agoreros, pesimistas o apocalípticos.
Pero lo cierto es que algo no cuadra en toda esta alegría desbordada, esta confianza en la recuperación económica y la futura capacidad de gasto de las administraciones. La crisis del 2008 provocó una fractura extraordinaria en España y en Europa, de la que los ricos salieron más ricos y los pobres más pobres, como suele ocurrir en todas las crisis del capitalismo. El parón económico de la pandemia parece estar agravando aún más aquella situación, que la mayor parte de Europa fue incapaz de revertir durante la recuperación tras la gran crisis: el diez por ciento de las familias más acaudaladas de Europa son hoy propietarias del 53 por ciento de la riqueza privada. Antes de la crisis del 2008, su parte de la tarta era del 45 por ciento. Mientras, la cuarta parte de las familias de la Unión, las más modestas, se reparten un miserable uno por ciento de la riqueza, frente al cuatro por ciento a que tenían acceso antes. Los más pobres han perdido su cuota en el reparto de la riqueza del país. Ocurrió después de casi cincuenta años de mejoras ininterrumpidas, a partir de la primera década de este siglo, el modelo del bienestar hizo aguas, mientras la política degeneró en propaganda, espectáculo y conflicto ideológico, convirtiéndose en uno de los principales factores de la crispación social.
El dinero que Europa piensa repartir, y que seguirán pagando nuestros nietos, se entregará a los grandes proyectos tractores que controlan las compañías energéticas, restañará las pérdidas de los trust y las multinacionales y llegará en forma de goteo, como bonos por alimento o ayudas para el alquiler a los desahuciados. La vieja y repetida historia de la recuperación de esta crisis de la pandemia: ricos más ricos, pobres más pobres y políticos presumiendo de haberlo hecho de una forma diferente, de no haber dejado a nadie atrás.




