"¡Toma, Moreno!", por Pepe Belmonte
Escucha el 'micromentario' para el programa Hoy por hoy Murcia del catedrático de Literatura de la UMU
Murcia
Mientras que en la Asamblea Regional nuestros políticos murcianos exhibían sus habituales malos modos, con el consiguiente “¡y tú más!”, en un bronco debate en donde reinaba la pobreza intelectual y la ausencia del deseo firme de arreglar los verdaderos problemas de los ciudadanos, saltaba la noticia, que corrió como un reguero de pólvora, de la detención de José Luis Moreno, el popular ventrílocuo, ahora todopoderoso empresario, investigado por blanqueo de capitales procedentes del narcotráfico, falsedad documental y pertenencia a organización criminal, entre otras muchas acusaciones.
Micromentario / Pepe Belmonte (05-06-21)
02:20
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José Luis Moreno, para muchos de nosotros, formó parte de nuestros sueños de infancia con sus constantes apariciones en televisión española, con su eterna sonrisa y sus dientes blancos, tipo Profidén.
Fue el creador de esos tres personajes que han quedado para siempre en el imaginario colectivo de una España que, por entonces, trataba de convertirse en un país moderno: Monchito, Macario y un cuervo, cínico y respondón, llamado Rockefeller, como el magnate norteamericano, que siempre decía “¡Toma, Moreno!”, como si, ya por entonces, adivinase lo que estaba por suceder.
Después, José Luis Moreno se convirtió en un productor de campanillas y ahí comenzaron sus muchos problemas y ese lado oscuro y tenebroso por el que ahora se le detiene.
Lo tenía todo en la vida: fama, dinero, mucho prestigio y el cariño de todos los españoles. Era, además, un hombre que llevaba en su sangre el oficio: su padre, “Talio”, era creador de marionetas, y su tío, el Señor Wences, fue un artista que triunfó en Nueva York con su muñeco Johnny.
Ahora, en estos momentos, como si fuera una marioneta de sí mismo, pende de los hilos que maneja la justicia, convirtiéndose así en el ventrílocuo de ese muñeco llamado José Luis Moreno, que habla por boca de su abogado.
Decía el novelista Joseph Conrad, el autor de El corazón de las tinieblas, que “todas las ambiciones son lícitas, excepto aquellas que sacan a relucir las miserias de la humanidad”.
Pepe Belmonte