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Inmigración irregular

Massa, la mamá de Eléne: "Este dolor no se le quita nunca a una madre"

La SER entrevista a la madre de la bebé de 18 meses que perdió la vida día después de ser reanimada por dos sanitarios de la Cruz Roja en el muelle de Arguineguín

"Sufro, no sé si ha merecido la pena, pienso en mis hijos en Mali y sigo adelante". Dejó otros cuatro hijos en Bamako, ha pedido asilo, vive en la actualidad en la península y busca trabajo desesperadamente

"Debería sentirme mejor porque estoy en un país mejor pero mi cabeza no descansa". Con el apoyo de otras madres que han sobrevivido al viaje en patera y con asistencia psicológica lucha para seguir adelante tras el trauma vivido hace más de cuatro meses

La historia de Massa. la mamá de Eléne: "Este dolor no se le quita nunca a una madre"

La historia de Massa. la mamá de Eléne: "Este dolor no se le quita nunca a una madre"

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Las Palmas de Gran Canaria

El cuerpo de la pequeña Eléne está tendido en el suelo del muelle de Arguineguín, en Gran Canaria. Paula y Miguel, dos profesionales sanitarios de Cruz Roja, intentan reanimarla. La bebé maliense, rescatada por Salvamento Marítimo junto a su madre en una barcaza que intentaba llegar a las costas canarias, ha sufrido una parada cardiorrespiratoria. Tras unos momentos dramáticos, gritan: “Está viva”. La secuencia, fotografiada por varios medios, se nos quedó grabada en la retina y dio la vuelta al mundo por captar una vez más el drama diario que se vive en la frontera sur de Europa.

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Ese 17 de marzo, Paula y Miguel salvaron a la pequeña de 18 meses. No fue suficiente ni tampoco los enormes esfuerzos de los equipos médicos que la atendieron después en el hospital. Falleció cuatro días después. Y con ella se llevó un pedazo de vida de su madre, Massa, que ni siquiera pudo acompañarla en esos días pues se le negó el derecho a estar con su hija hasta el último momento. Y quizá por eso ni siquiera supimos el verdadero nombre de la niña hasta días después: Eléne Habiba Traoré.

La noticia despertó solidaridad y empatía, sí, pero tan poco consistentes como una huella en la orilla del mar. “Piedad líquida” con quienes arriesgan su vida migrando. Massa, de 30 años, que viajó desde Mali con dos hijas, Eléne, de 18 meses, y Aichetou, de 3 años, no quiere saber nada de esas imágenes, no piensa verlas jamás. “En los primeros cuatro días estuve desesperada explicándole a la policía, de todas las maneras que podía, que tenía dos hijas en el hospital y que quería saber cómo estaban, que quería verlas y no me dejaban. Hasta que una mujer preguntó por mi y me aclaró que mis hijas estaban en el centro sanitario. Le dije que estaba ansiosa por verlas, que no podía más y me llevaron al hospital. Al llegar, el médico me explicó que Eléne estaba muy mal, que le quedaban unas dos horas de vida. Fue horrible”, recuerda Massa cuatro meses después en la única entrevista que la madre de Eléne ha concedido.

Varias veces insiste en eso, en que le duele especialmente recordar que durante días la tuvieron encerrada en el CATE (Centro de Atención Temporal de Extranjeros, que hace las veces de comisaría en Barranco Seco, en Las Palmas de Gran Canaria, a donde es derivada la mayoría de personas recién llegadas en patera) mientras su hija estaba hospitalizada intentando agarrarse a la vida que Massa soñó para ella y su hermana.

“A cualquier madre con sentimientos le tiene que afectar lo que yo he vivido. A veces pienso que la muerte de mi hija generó conciencia y solidaridad, eso lo pienso por animarme y ser positiva pero cuando me acuerdo de todo lo que sufrió mi hija, de los últimos momentos de su vida, eso es lo que más me duele y más me ha afectado”, afirma.

Massa, que dejó en su país a otros cuatro hijos, sigue evitando decirle la verdad de lo sucedido a su hija de 3 años. “Me resulta muy duro y difícil recordar todo lo que ha pasado, pero al mismo tiempo tengo que buscar las fuerzas para seguir, sabiendo que lo que Dios ha hecho, hecho está. Sin embargo, esta sensación y este dolor no se le quita nunca a una madre. La fuerza para seguir me la da la pequeña que todavía me pregunta ‘¿mi hermana cuando viene?’. Yo le digo que sigue en el hospital”, cuenta, respira hondo y hunde su cara en sus manos.

“Ahora estamos bien, tanto Aichetou como yo estamos aquí muy bien acogidas. Las trabajadoras del centro nos tratan muy bien y es importante la compresión y el cariño de mis compañeras que también se han enfrentado al viaje en patera con sus hijos. Nos apoyamos mucho”, dice Massa en el centro de la Cruz Blanca en el momento de la entrevista a la Cadena SER, hace unas semanas. A fecha de hoy, vive al sur de la Península en un centro para solicitantes de asilo.

Agradecida a la sociedad española

Una de las frases que más repite es: “No tengo palabras suficientes para dar las gracias a España. Estoy día y noche agradeciendo a la sociedad española por la solidaridad y por su empatía. El entierro que dieron a mi hija fue todo un gesto”, cuenta y agradece el trato recibido por el equipo de la Cruz Blanca y en especial de Nacho y Enrique, director de los centros de ayuda humanitaria de la Cruz Blanca en Canarias y hermano de la orden respectivamente, quienes la acompañaron a dar sepultura a su niña el pasado 14 de abril en el cementerio de San Lázaro, en la capital de la isla.

La visita de los sanitarios de Cruz Roja

Agradece también a Paula y Miguel, los dos sanitarios de la Cruz Roja, que fueron a visitarla al enterarse de la muerte de Eléne. “Vinieron un hombre y una mujer. Ella me dijo que era la chica de la foto, aunque yo nunca he querido ver esas fotos ni esas imágenes. Nos visitaron, e incluso ella nos trajo un regalito para Aichetou. Les estaré siempre agradecida por todo”, se emociona.

Hace poco sacó fuerzas para volver al cementerio por primera vez. “No fue nada fácil, pero hay que vivir la realidad y no puedo cambiarla. Lo pasé mal, al inicio tampoco diferenciaba la tumba porque han puesto más alrededor. Mi amiga (otra mamá llegada en patera que también la acompaño el día del entierro) me ayudó a localizarla. Me gustaría preparar un poco la tumba, señalizarla de alguna manera para que no me vuelva a pasar lo del otro día”, algo en lo que ya trabaja Enrique.

Entrar en el hogar de la Cruz Blanca en el que ha estado Massa es adentrarse en el sonido de la alegría de los más pequeños, unos supervivientes que en este centro especializado para mujeres y niños de las pateras juegan sin parar, bailan, gritan o bromean agarrándose de los dedos de sus nuevas y nuevos amigos: los trabajadores y voluntarios que colaboran con la organización. Los más pequeños, que casi acaban de aprender a caminar, llenan de vida los enormes pasillos y patios de las dos casas coloniales que conforman el hogar, situado en la zona histórica de la capital grancanaria. Un hogar donde todas conocen en sus propias carnes lo que es enfrentarse al riesgo extremo de retar al Atlántico en una travesía demasiadas veces mortífera. Allí un equipo de mujeres y hombres dedicados al trabajo social, la mediación y la traducción, entre otros, han conseguido crear un ambiente familiar en el que Massa, como las otras madres, reciben cariño, asistencia legal, asesoramiento y tratamiento psicológico. “Claro que todas estas dificultades me han hecho más fuerte. Anoche mismo volví a soñar con la patera, temblaba. Sigo soñando con el viaje, me siento como si estuviera ahí. En realidad, es una auténtica pesadilla porque despierto asustada, porque siento que se rompe la patera”. Un integrante de la Cruz Blanca relata que de vez en cuando tienen que “ir a sacarla de la cama porque hay días que no tiene fuerzas para salir de la habitación. Ahora está mucho mejor”, afirma.

“A nadie le gusta poner su vida en riesgo”

“Quiero pensar de buena manera que la gente me entiende. Lo que quiero es que entiendan que a nadie le gusta poner su vida en riesgo. Que piensen en lo mal que tienes que estar para hacerlo, algo mal debe pasarte para poner tu vida en juego y arriesgarla. Una persona que está acomodada nunca se jugará su vida para ir a otro sitio”, así pide a la sociedad española que se pongan en la piel de madres como ella y de todos los motivos que las llevan a arriesgarlo todo por mejorar sus vidas.

Massa ha pedido asilo y confía en que se lo concedan pronto porque dice que necesita ponerse a trabajar y enviar dinero a su familia en Mali lo antes posible. “Es una situación difícil. Por un lado, me siento bien, pero por otro no paro de pensar. Muchas noches no puedo dormir. Aunque aquí me traten muy bien mi cabeza no para. Pienso en los hijos que dejé atrás, en mi país, que están en Bamako con mi hermana que vivía de su marido, pero que ha muerto en este Ramadán y ya no tienen nada. Pienso en que no les puedo ayudar. El mayor está enfermo del oído. Y pienso en toda la familia que me queda en Mali, que sigue estando muy mal por la guerra y por la economía. Debería sentirme mejor porque yo estoy en un país mejor pero no consigo descansar, mi cabeza no descansa”, detalla Massa.

Esta joven, que ha cumplido los 30 años en España, trabajaba en Mali en el sector textil, tintando tejidos tradicionales africanos. Se emociona al hablar de los motivos que le llevaron a salir de su país: “Hay preguntas que yo misma no sé responderme y otras que prefiero no responder, todo es demasiado duro”. Y vuelve a callar por un rato. La guerra y el avance del terrorismo yihadista ha sumido a Mali en una crisis económica y política que han llevado a miles de sus ciudadanos a refugiarse en los países del entorno o a huir hacia Europa.

La confusión con Nabody y el sufrimiento de otra madre

“Nabody era el nombre de la niña de otra mujer que viajó conmigo en la patera. Cuando llegamos trasladaron a los más graves al hospital y mi me mandaron al centro de la policía de Barranco Seco. La madre de Nabody estaba grave y la niña también estaba delicada y la llevaron al hospital con otra hermana. Así que se publicó que Nabody había muerto, su madre lo pasó fatal, lloraba pensando que su hija había muerto. Fue una confusión horrible y dura para todos”, recuerda Massa, en referencia a la confusión que hizo que durante días a Eléne se la confundiera con Nabody, otra niña que también estuvo ingresada, un malentendido que aclaró públicamente días después el pediatra Abian Montesdeoca en la Cadena Ser.

Un futuro en la Península pero no descarta volver a Canarias

“Prefiero estar en Gran Canaria, porque es donde está enterrada mi hija. Mi primera opción siempre ha sido quedarme en Canarias pero sé que no hay tantas oportunidades de trabajo como en la Península. También pensé en irme a Francia en su momento, porque me lo recomendaron mis amigas”, expresa Massa y pide que si alguien la escucha y tiene una oportunidad de darle trabajo sería “una gran esperanza”.

Dice que está “dispuesta a aceptar cualquier trabajo digno”, que se está esforzando en aprender español para prepararse para el mercado laboral. “Como sé un poco de francés me resulta más fácil aprender español, pero voy poco a poco. Mi niña sí que habla bien español ya”, dice sobre Aichetou, que no para de jugar y gritar por uno de los patios mientras su madre nos atiende.

Con el apoyo de sus compañeros y del equipo de psicología de la Cruz Blanca se siente mejor de ánimo que hace unos meses pero la angustia se resiste a abandonarla. “Es muy difícil reflexionar sobre si todo esto ha merecido la pena. No se puede simplificar, nadie sabe lo que te va a deparar el futuro y tampoco lo que nos iba a suceder, no sabía las dificultades que iba a encontrar en el viaje y todo lo que iba a vivir. Ahora mismo estoy tan mal y no paro de pensar en los hijos que he dejado atrás pero a la vez soy creyente. Todos sabemos que algún día vamos a morir, la niña es posible que su fin estuviera en la patera, pero también en África podría haber cogido una enfermedad y morir como muchos niños fallecen allí. No quiero darle más vueltas pero se las doy, sufro, no sé si ha merecido la pena, pienso en mis hijos en Mali y sigo adelante”, contesta determinada.

El apoyo de los malienses que llevan muchos años en las Islas

Massa está en contacto con muchos compatriotas que como ella llegaron en pateras a las Islas hace años y que hoy tienen proyectos de vida prósperos en Gran Canaria. Uno de ellos es Aboubacar Drame, que llegó solo en patera siendo un niño y que hoy trabaja con otros menores que siguen haciendo la ruta. Aboubacar fue quien se encargó de oficiar el entierro de Eléne en el cementerio de San Lázaro y el que hace la traducción de esta entrevista porque Massa tiene toda la confianza en él.

Antes de terminar la conversación Massa insiste: “Pido ayuda para encontrar cualquier trabajo digno, cualquiera. Si alguien tiene una oportunidad para mí estaría muy agradecida de por vida. Poder enviar dinero a mis hijos me haría muy feliz, ese es el futuro en el que pienso”. Confía en que esa oportunidad aparezca pronto y espera que en noviembre tengan el asilo ya concedido. Los sueños y las pesadillas de Massa. Una madre y la memoria de una niña que no entienden de piedades líquidas ni de imágenes impactantes. El testimonio de la vida y la muerte que este sistema de fronteras sigue causando.

 
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