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Pascual Ten Molina, el verdugo valenciano

Fue el encargado de ajusticiar la última víctima de una ejecución en público en España

Ejecución de Josefa Gómez, "La Perla", en 1896. / Cadena Ser

Valencia

Pascual Ten Molina es el verdugo valenciano encargado de ajusticiar en 1896 y en plena vía pública a la que sería la última víctima de una ejecución en público en nuestro país. Ten Molina vivió en un pequeño callejón llamado calle Angosta de la Compañía en València, al que se puede acceder desde la calle Estameñería Vieja, desde la calle de La Purísima, o desde carrer de la Sénia. En ese callejón encontramos a día de hoy el muro de una vieja finca una puerta tapiada con ladrillos. Tras ella vivió Pascual Ten Molina.

Pascual, natural de Pedralba (Valencia), era un hombre casado y con tres hijos, de baja estatura, bigote negro y más bien grueso, de 36 años de edad. Se decía que trabajaba de carpintero cuando no lo hacía de verdugo, cargo que desempeñaba desde 1889.

La València olvidada. "Pascual Ten Molina, el verdugo valenciano"

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El 29 de octubre de 1896 se practicó la última ejecución pública y el encargado fue Ten Molina. Sin embargo, en las cárceles españolas se siguió ajusticiando a los reos. Las últimas ejecuciones con esta máquina fueron las de Salvador Puig Antich y Heinz Chez el 2 de marzo de 1974.

Garrote vil

El garrote vil (la expresión usada era "dar garrote") es instrumento empleado en España y vigente legalmente desde 1820 hasta la abolición total de la pena de muerte al aprobarse la Constitución de 1978. El mecanismo del garrote, en su forma más evolucionada, consistía en un collar de hierro atravesado por un tornillo acabado en una bola que, al girarlo, causaba a la víctima la rotura del cuello. La muerte del reo se producía por la dislocación de las apófisis odontoides de la vértebra axis sobre el atlas en la columna cervical. Si la lesión producida aplasta el bulbo raquídeo o rompe la cervical con corte medular, se produce un coma cerebral y la muerte es instantánea. Pero esto depende en gran medida de la fuerza física del verdugo y la resistencia del cuello del condenado, y la experiencia demostró que raramente sucedía así; la muerte solía sobrevenir por estrangulamiento, resultante de una serie de lesiones por aplastamiento de la parte frontal del cuello. Se daban múltiples casos en los que se alargaba la agonía del condenado más de 20 minutos.

César Guardeño, historiador y guía responsable de Caminart, frente a la puerta, ahora tapiada, de la casa del verdugo valenciano / Cadena Ser

Su última víctima

Josefa Gómez Pardo, “la Perla Murciana”, fue la última víctima del verdugo valenciano. Fue condenada muerte por envenenar a su marido. El crimen, además, fue tremendamente sonado. Los hechos ocurrieron en un hospedaje llamado “La Perla Murciana”, ubicado en la calle del Porche de San Antonio número 7, en lo que era la antigua “Casa Perea” (actualmente calle Sánchez Madrigal). Estaba regentado por el matrimonio formado por Tomás Huertas Cascales y Josefa Gómez Pardo. Josefa, junto a amante, un antiguo cliente, urdieron el envenenamiento. El marido murió después de tomar café. También murió una criada de 14 años que apuró los restos de la taza de este. Ella fue condenada a muerte por mezclar el veneno en el ron que se echó la víctima a la taza.

Para el cumplimiento de la condena, fueron requeridos los servicios del verdugo valenciano. La llegada de Pascual Ten Molina a Murcia se produjo el 27 de octubre de 1896. El día de su llegada Pascual vestía traje negro de americana, camisa azul con rayas blancas, llevaba al cuello un pañuelo color crema con ramos negros y en el chaleco gruesa cadena y reloj de plata, además de un sombrero hongo. Dos días después de la llegada de Pascual, el 29 de octubre de 1896, se ejecutó a Josefa por garrote vil a las ocho y veinticinco de la mañana en la Ronda de Garay frente al Molino del Marqués, en Murcia. Se cuenta que cerca de 30.000 personas desfilaron por el patíbulo para ver el cadáver.

Se cuenta que Pascual, tal vez por la fuerte oposición de los murcianos de a pie a que se ejecutara la sentencia, o por la belleza de la “la Perla Murciana”, de la que se habría enamorado, solicitó su indulto a Madrid, cosa que nunca llegó, siendo ejecutada la pena por el propio valenciano. Se sabe, además, que más tarde fue cesado en su cargo por haber pedido clemencia, al considerarse esta una actitud impropia en un verdugo.

**Texto de César Guardeño, historiador y guía responsable de Caminart, empresa de recorridos turísticos.

 
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