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Cayetano Ripoll, "mestre d'escola" y el último hereje

Denunciado porque no seguía los rituales tradicionales del catolicismo, el maestro fue ahorcado en la plaza del Mercado Central el 31 de julio de 1826

La València olvidada, Cayetano Ripoll

La València olvidada, Cayetano Ripoll

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Valencia

Está considerada como la última víctima ajusticiada por herejía en España por la Inquisición Española. Hay que matizar que la Inquisición fue abolida durante el Trienio Liberal pero “recuperada” en 1824 como Juntas de Fe. Fue precisamente una Junta de estas, la Junta de Fe de Valencia creada por el entonces Arzobispo de València Simón López.

Las Juntas de Fe diocesanas no fueron legalmente abolidas hasta el 1 de julio de 1835, durante la Regencia de María Cristina de Borbón.

Cayetano Antonio Ripoll (Solsona, 22 de enero de 1778 - Valencia, 31 de julio de 1826) fue Maestro de Primeras Letras en València y la “última víctima de la Inquisición”, acusado de no creer en los dogmas católicos, siendo condenado a muerte por hereje en el “cap i casal” y ahorcado el 31 de julio de 1826.

Luchó contra los franceses en la Guerra de la Independencia (Guerra contra el Francés, 1808-1814) y en el año 1810 fue hecho preso y trasladado a Francia donde entró en relación con grupos de librepensadores franceses y con la doctrina cuáquera y el protestantismo. Finalizada la guerra en 1814 volvió a España para servir a la Milicia Nacional hasta que finalmente se licenció, para ser maestro, en el año 1823.

Fue maestro de escuela en la parroquia de Ruzafa, extramuros de la ciudad de València, que era una zona de huerta que hoy está integrada en la ciudad de Valencia, concretamente en la Avenida de Jesús Morante Borrás (La Punta).

Cuando empezó a ejercer de profesor ya se había convertido al deísmo, una religión que cree en la existencia de Dios como creador del universo, pero que niega que este intervenga en los problemas cotidianos del hombre.

Su delito

Fue denunciado por una mujer anónima, “analfabetos en su mayoría", que no entendían por qué no seguía los rituales tradicionales del catolicismo, a pesar de la bondad, el desprendimiento y el amor a sus semejantes de que siempre hizo gala. Fueron razones suficientes para que el vicario dictaminara, tras la investigaciones pertinentes, que «había motivos para su captura y encierro».

Detenido en octubre de 1824, permaneció durante dos años en una antigua cárcel inquisitorial del Cap i Casal (Sant Narcís, junto a las actuales Cortes Valencianas).

Durante los dos años que estuvo preso, un número considerable de teólogos y catequizadores fueron a visitarle a la prisión para intentar convencerle de que abrazara de nuevo el catolicismo.

El detenido no tardó en ser declarado culpable de herejía, basándose en sus propias declaraciones. Se retrasó la sentencia, pues se pidió el acta de bautismo para comprobar si era católico o no.

El juicio fue considerado ilegal por algunos expertos contemporáneos, puesto que ni se escuchó al reo, ni se le permitió ningún defensor, ni se le comunicó en ningún momento el desarrollo de la causa. Tampoco hubo petición de clemencia ni se le concedió el beneficio de revisión del juicio.

El castigo

Este maestro catalán, liberal y deísta, que contaba con 48 años, fue finalmente ahorcado en la plaza del Mercado en vez de ser arrojado a la hoguera el 31 de julio de 1826, para posteriormente introducirlo en un tonel (que llevaba pintado unas llamas curiosamente), y enterrado (más bien apartado) como si fuese un don nadie o un pordiosero fuera del Cementerio General de València, frente a la puerta de entrada principal. El motivo de que finalmente no fuese arrojado a la hoguera es por el escándalo que el Arzobispo produjo en toda Europa, viéndose obligado a sustituir la forma de hacer morir al hereje.

Se dice que su “último paseo” público (en burro, vestido de negro y esposado) fue desde la prisión de Sant Narcís por calle Salvador, Serranos, Cavallers, Tossal, de la Bosseria (Bolseria) hasta llegar a la plaza del Mercado, donde fue ahorcado. Sus últimas palabras fueron “Muero reconciliado con Dios y con los hombres”.

**Texto de César Guardeño, historiador y guía responsable de Caminart, empresa de recorridos turísticos.

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