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Sporting 1 - Huesca 1

La desgracia se ceba con el Sporting

La mejora del juego rojiblanco no le sirve para ganar al Huesca, aunque puede salvar a David Gallego de la destitución

Pablo García se lamenta ante el gol del Huesca. / La Liga

Lo del Sporting ya es, definitivamente, una maldición. Ni siquiera el día en el que mejora futbolísticamente, es superior a su rival, genera ocasiones, se pone por delante en el marcador y ve cómo su rival se queda con un jugador menos, es capaz de ganar. El empate ante el Huesca no es lo que necesitaba el Sporting. Si las sensaciones son el primer paso para que lleguen los resultados, el equipo gijonés ha avanzado. Pero en el fútbol de las sensaciones no se come. ¿Servirán para salvar a David Gallego? Posiblemente sí, aunque solo en la mente de Javier Fernández estará la respuesta.

Tampoco nos engañemos. La situación del Sporting no solo se explica por la mala suerte. También hay factores futbolísticos. Uno es la tremenda falta de calidad en ataque, que llegó al extremo en el partido contra el Huesca. Es imposible tener menos acierto que 'El Puma', Djuka, Aitor García y Fran Villalba con más ocasiones de gol. La primera parte fue un recital de llegadas y oportunidades. Pero no entró ninguna. Se puede achacar a la mala fortuna, a las buenas intervenciones de Andrés Fernández (que las hubo), pero también quedan claras las carencias de los jugadores de ataque del Sporting. Los disparos de Pedro Díaz desde media distancia fueron la principal y prácticamente la única baza ofensiva del Sporting. De sus botas salió el golazo que puso por delante al equipo gijonés y en sus botas pudo estar la victoria final, a la desesperada, hasta en dos ocasiones.

Zarpazo rojiblanco

Hay que darle mérito a lo que hizo el Sporting en la primera mitad. No era fácil, en un contexto como el que rodeaba al equipo, jugar tan bien al fútbol y hacerlo, además, con cabeza, templanza y paciencia. El equipo volvió a ser reconocible, competitivo y generó de todo, menos goles. Y eso que todos los futbolistas ofensivos del Sporting tuvieron, al menos, una ocasión clara.

Ante ese atasco, tuvo que ser Pedro Díaz quien desatascara la situación en los primeros compases de la segunda mitad. Tras uno de los numerosos corners que botó el Sporting, el balón salió rebotado a la posición del sierense, que con un derechazo inapelable, con efecto, ajustó su disparo al palo derecho de la portería de Andrés Fernández. Imparable.

El tanto se celebró con rabia en el campo y en el banquillo. Los jugadores respiraban y David Gallego también. Aunque cada uno a su nivel. No parecían los futbolistas obsesionados por la situación de su entrenador, tan discutido y, en ese momento, tan aliviado.

Paso atrás

El gol premiaba los méritos del Sporting hasta ese momento, pero marcó un punto de inflexión en el juego rojiblanco. Empezaron los temores y las dudas. El equipo dio un paso atrás para defender lo que había logrado. Era humano, pero también peligroso. El Huesca empezó a crecer en el partido, aunque tampoco generó apenas ocasiones. Le frenó el árbitro, con una rigurosa segunda amarilla a Ignasi Miquel, que parecía dejar la situación vista para sentencia.

Pero ahí acusó el Sporting su bisoñez. Cometió un error gravísimo, que en parte se debe al infortunio y a la ingenuidad, pero que también es algo trabajable. De un córner a favor del Sporting, se llegó al tanto del empate del Huesca. Pablo García erró en el centro, el equipo visitante montó la contra y el equipo gijonés no supo replegar. Joaquín, que condujo la jugada, tenía dos opciones distintas para marcar el gol. Seoane, el que estaba más cerca, anotaba de cabeza.

El Sporting lo intentó hasta el final, incluso reclamó un penalti por una mano en el área del Huesca, pero fue incapaz de marcar un gol que rompiera la que sigue siendo la peor racha histórica del equipo en Segunda durante 116 años. Algo que no solo se puede achacar a la mala suerte. Una situación difícil que no logró revertirse en un partido que deja otro dato: los 9.680 espectadores que se dieron cita en El Molinón. La desilusión, la frustración y el hartazgo han podido ya con un amplio sector del sportinguismo, que ha dejado de ir al campo.

 
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