El taxista de las pequeñas cosas
Bastante tienen con el tráfico mallorquín, como para soportar encima la cháchara de clientes que se creen más listos que ellos.

La línea roja Matías Vallés (14/01/2022)
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Palma
Buenos días. Nunca hablo con los taxistas.
Bastante tienen con el tráfico mallorquín, como para soportar encima la cháchara de clientes que se creen más listos que ellos.
Tampoco escucho a los taxistas, me molesta la gente que tiene razón.
Ya me perdonarán, pero también pongo la mente en blanco cuando las azafatas del avión nos enseñan a colocarnos la otra mascarilla.
Sin embargo, el otro día hice una excepción, porque un taxista me explicó con asombrosa precisión y en un distinguido mallorquín los mínimos detalles que acaban por crear el caos en las calles.
Mientras nos dirigíamos desde un extremo de las Avenidas hacia el Gran Hotel, el taxista de las pequeñas cosas me desgranaba que todo mejoraría si se condujera en los días de lluvia como si no lloviera.
Si los conductores perdieran el miedo a los autobuses que no van a pisotearlos.
Si circularan por su carril sin invadir el vecino.
Si el semáforo en verde no les sorprendiera consultando el móvil.
Si perdieran el miedo, en pocas palabras.
Para entonces me pareció que no estaba hablando de la carretera sino de la vida, pero no me atreví a preguntarle.
Por si acaso.




