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En la cocina con Pilar López

La cofundadora y directora de Teatro Paraíso comparte recuerdos, vivencias y su mirada sobre el arte y la cultura

En la cocina con Pilar Lopez

Vitoria

Teatro Paraíso ha ganado -entre otros- un Premio Nacional de Artes Escénicas y ha trabajado en decenas de países pero para Pilar López, su mayor éxito es el de haber conseguido plantar la semilla de las artes escénicas, de la cultura en muchísima gente menuda de casa. Solo por el Beñat Etxepare de Iparralde han pasado a lo largo de 3 décadas por su programas más de 700.000 escolares que -cuenta satisfecha- aún recuerdan la experiencia cuando se encuentra con ellos y ellas, por ejemplo, en las aulas de la Facultad de Educación.

Es algo que le encanta; lo de ira a las aulas. Ahora lo está haciendo con las criaturas de las Haurreskolak, niños y niñas que han nacido en pandemia y que requieren del aporte de Paraíso. Pilar explica que eso le alimenta y que lo necesita porque es imposible sentarse en un despacho a dirigir proyectos o diseñar políticas culturales sin antes haber escuchado, haber compartido con la gente, con el público.

Desde hace mucho tiempo su labor en la compañía es esa: la de producir, diseñar. Comenta que en esa faceta es donde cree que más puede aportar; dar una mirada diferente sobre las artes en vivo. Pero por pasar, ha pasado por mil y un oficios teatrales a lo largo de su vida y su trayectoria profesional.

Todo comenzó a los 10 años, en el cole, como actriz. Les parecía poco lo de salir con las huchas de los chinitos de la Santa Infancia y decidieron hacer una representación, aunque no tuvieran ni escenario. Después llegó el teatro de barrio: Eterno Paraíso; pionero, reivindicativo y con Abetxuko y sus gentes, sus vivencias y necesidades como eje. Asegura que fue una experiencia que marcó a quienes participaron y que aún les mantiene en unión, aunque no todas aquellas personas eligieran -como ella- el camino del teatro. Lo hizo por lo que tiene de arte y por lo que tiene de social.

Y siempre desde Abetxuko. Allí nació el grupo amateur y allí sigue el grupo profesional. En la periferia, en el extremo de la ciudad, que permite -afirma Pilar- una mirada muy especial sobre las cosas.

Abetxuko. El lugar a donde llegó con 6 añitos desde su Burgos (Gamonal) natal. Aún recuerda el olor a caldo que preparaba su madre cuando hacía frío en su cocina familiar con vistas hasta Gamarra. Le sigue gustando el caldo. Y la sopa.

Le gustan también las gerberas, a las que llama margaritones y los sombreros, porque visten de imaginación su cabeza. Los cuadros de Kandinsky, los libros de Milán Kundera o Jorge Bucay, la música clásica. El arte, el arte en general. Y adora las cajitas. Dice que son contenedores emocionales que permiten esconder y mostrar; guardar y redescubrir en otros momentos cosas materiales, inmateriales o tesoros. Hace poco se encontró en una de sus cajitas el cordón umbilical de su hija Clara. Y a Pilar también le fascina el champán. Porque tiene burbujas y porque descorcharlo suele ir ligado a celebrar y compartir con gente. Y esos placeres forman parte igualmente de su lista de favoritos.