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Nieves Concostrina nos cuenta la historia del "venceréis, pero no convenceréis" de Unamuno

El contexto de la frase que pronunció Miguel de Unamuno y que trajo terribles consecuencias para el escritor y filósofo bilbaino

Nieves Concostrina nos cuenta la historia del "venceréis, pero no convenceréis" de Unamuno

Nieves Concostrina nos cuenta la historia del "venceréis, pero no convenceréis" de Unamuno

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Bilbao

Ocurrió el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la universidad de Salamanca, los golpistas de Franco ya se habían hecho con la ciudad y habían provocado la guerra en España. Estaban fusilando a mansalva, abriendo fosas en las cunetas y llenándolas de asesinados. El propio Miguel de Unamuno no podía creer que cada día tuviera noticias del asesinato de un alumno, de un profesor, de un amigo… como su gran amigo Atilano Coco, el pastor protestante al que hicieron desaparecer los franquistas y los mismos que obligaron a su mujer a bautizarse y a llamarse María Angustias.

Lo previsto aquel día en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, con Millán Astray presente, también con el obispo de Salamanca, con Carmen Polo y con el claustro de profesores de la universidad perfectamente encorbatados era exaltar la raza, la patria y la cruzada. Unamuno no pudo aguantarse más y respondió.

Unamuno plantó cara al fascismo como demócrata, como intelectual y como rector. Él fue político republicano. Miguel de Unamuno no tenía previsto hablar en aquel acto, solo pensaba moderar los discursos. Pero cuando Millán Astray comenzó a decir que Cataluña y el Euskadi eran la anti-España, los cánceres en el cuerpo de la nación, que sus valientes moros habían llegado para combatir a los malos españoles y a dar la vida por la sagrada religión de España, Unamuno acabó replicando.

Vino a decir, más o menos, que a qué venía meterse con catalanes y vascos… que el obispo que estaba allí era catalán y les enseñaba la doctrina cristiana, que él mismo, el propio Unamuno, llevaba años enseñando la lengua castellana a gente como Millán Astray, que se creía muy español. La cosa se siguió calentando con más gritos de los fascistas y entonces llegó la famosa frase que nos dejó Unamuno de “vencer no es convencer” o "venceréis, pero no convenceréis".

Consecuencias para Unamuno

Las consecuencias de lo ocurrido en aquel acto fueron nefastas para Unamuno y eso tampoco encaja con quienes dicen que lo ocurrido en el paraninfo no fue tan grave. No encaja porque el relato de los fascistas es eso, un relato, y enfrente está la verdad, avalada por las pruebas. Dos días después, el 14 de octubre, el claustro de la Universidad de Salamanca propuso a Franco la destitución de Unamuno de su cargo de rector. El acta dice: “En sesión celebrada en el día de hoy por el Claustro de esta Universidad ,fue aprobada por unanimidad la siguiente moción sometida a su deliberación: ‘El Claustro de la Universidad de Salamanca, al retirar por unanimidad la confianza a su actual Rector, considera el cargo como vacante, y usando de su facultad de presentar las autoridades académicas, propone al Alto Mando para el cargo de Rector de esta Universidad al Catedrático D. Esteban Madruga y Jiménez’”. Franco ordenó el cese de Miguel de Unamuno como rector de la Universidad de Salamanca.

Se pregunta Nieves Concostrina que si no fue tan grave lo que ocurrió ese 12 de octubre, por qué todas las pruebas apuntan a que Miguel de Unamuno fue asesinado. Señala que se entiende cuando la propia familia cuenta cómo se apropiaron del cadáver al día siguiente para enterrarlo como si fuera uno de los suyos. Se trataba de apropiarse de su figura intelectual y empezar a crear un relato que ya está desbaratado. Recomienda Concostrina ver la película y/o leer el libro de 'Menchón y Jambrina', que presentan pruebas y con ellas el lector, el espectador tendrá como resultado que fue asesinado.

El propio nieto de Unamuno nieto lo dice hoy: “Se apoderaron de él hasta el final”. Desde que el 30 de octubre se vio privado de la rectoría, Unamuno apenas pisó la calle, y se vio confinado a un arresto domiciliario porque cada vez que salía un militar no se le despegaba, y con orden de disparar si lo veía subirse a un coche. La frontera con Portugal estaba demasiado cerca. Miguel de Unamuno no se murió plácidamente aquel 31 de diciembre de 1936 al calor del brasero. Ni el tipo que acababa de visitarle era su amigo, ni su alumno ni su colega. Fue su asesino, un falangista enviado por los falangistas. Aquel día, nevaba en Salamanca.

 
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