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BIZKAIA EN LA HISTORIA

¿Quiénes fueron las mujeres que empedraron las calles de Lekeitio?

La filósofa e historiadora Isabel Mellén nos ayuda a recuperar la biografía de las mujeres que ayudaron a levantar nuestras iglesias, murallas, castillos y torres.

¿Quiénes fueron las mujeres en la construcción del medievo en Bizkaia?

¿Quiénes fueron las mujeres en la construcción del medievo en Bizkaia?

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Bilbao

'Bizkaia en la historia' nos cuenta en su primera cita con la audiencia de este 2023 lo que la historia del medievo relata de estas mujeres. Isabel Mellén lo cuenta sin tapujos: "Solemos figurarnos a un maestro de obras dirigiendo un grupo de fornidos obreros golpeando la piedra o acarreando material. ¿Pero es esta imagen cierta?" Con esta premisa comenzamos a interrogarnos sobre el papel de las mujeres en las construcciones de aquella época. Realmente, hasta los siglos finales de la Edad Media no contamos con mucha información sobre el funcionamiento de estos talleres, según la historiadora del arte, siendo prácticamente imposible, por ejemplo, encontrar datos fiables en los siglos del románico.

Por ello, la mayor parte de información de la que disponemos son problemáticos autorretratos en las propias iglesias y algunas inscripciones bajo la fórmula ME FECIT (me hizo) que a veces asumimos sin mucha reflexión que hacen referencia a un maestro de obras, cuando en ocasiones aluden a comitentes.

En los casos en los que, además, contamos con un taller o una mano escultora o pintora muy característica y reconocible, aludimos a esa persona bajo la fórmula “maestro de”. Así, son célebres en el arte románico el maestro de Cabestany, el de Agüero o el del Juicio Final. Todos ellos anónimos hoy en día. Esta manera de referirse a esos “maestros” no se basa en datos fiables, sino en el intento de agrupación de ciertas obras semejantes bajo un mismo criterio estilístico, incurriendo en un anacronismo que hace que nos imaginemos a los artistas medievales como genios creadores decimonónicos.

Diferencia Salarial

En la construcción del primer castillo de Pamplona se emplearon, entre 1308 y 1310, 250 hombres y 287 mujeres. Ellos cobraban 8 dineros al día y ellas 5.

Es el caso también de varios castillos navarros, en los que predominaba la barata mano de obra femenina: el de Larraga, el de Arguedas o el cerco de Castejón, en gran parte desaparecidos. También sabemos que hubo mujeres medievales trabajando en el empedrado de las calles de Lekeitio.

Pero es que además tenemos algunas imágenes. La filósofa e historiadora pone el acento en la imagen de una mujer acarreando materiales junto a algunos compañeros de oficio situada en el claustro de la catedral de Pamplona. Sin embargo, y a pesar de las evidencias, en algunos casos la resistencia que encuentro cuando hablo de mujeres obreras trabajando en la Edad Media es feroz, y, por supuesto, tiene que ver sobre todo con dos cosas: la construcción de la masculinidad y los prejuicios en torno a la fuerza de las mujeres.

La Ilustración. Punto de inflexión

Isabel quiere apuntar que en esta historia hay un origen común: la Ilustración. "Porque cómo no, si hay algo que nos perjudica a las mujeres hoy en día, con un alto grado de probabilidad nació de la mente de algún ilustrado misógino. A pesar de que históricamente las mujeres habían trabajado en todo tipo de oficios, aunque con unas diferencias salariales evidentes con respecto a los hombres, a los ilustrados del siglo XVIII les pareció una magnífica idea recluir a las mujeres en los hogares."

Y es que la idea de arte que predominaba en el siglo XIX se ha trasladado sobre las creaciones medievales, considerando que estos proyectos estaban dominados por un varón con dotes excepcionales que escogía y ejecutaba la idea. Toma teoría del genio. Sin embargo, la producción en la Edad Media iba por otros derroteros. Para empezar, normalmente, no existía la conciencia de estar realizando “arte”, una categoría posterior en el tiempo bajo la que hemos agrupado algunas piezas y edificios medievales y según la cual hemos excluido otros.

Si sumamos todo ello, es decir, la denominación de “maestro de”, la idea de artista y de genio creador, y los prejuicios actuales hacia el mundo de la obra, obtenemos como resultado la imagen de un maestro de obras que dirige un taller y elige el mensaje a transmitir en pintura o escultura, cosa que hacían normalmente las personas comitentes.

Esta imagen nace de un falseamiento de la historiografía. Como bien sabéis a estas alturas de la película, nos falta el ingrediente inevitable: las mujeres. En el marco mental que nos han creado en torno a la autoría material de las obras medievales faltan las mujeres.

En cuanto empezamos a tener información documental sobre quiénes conformaban estos talleres nos llevamos algunas sorpresas. Pongo algunos ejemplos que me he ido topando a lo largo de mis investigaciones.

Hacia finales de la Edad Media tenemos noticias de los costes de unas obras en unas casas de mercaderes de la calle Pintorería de Vitoria-Gasteiz, en los que se especifica tanto los obreros como las obreras contratadas y sus respectivos salarios. Este documento nos dice que hubo 164 mozas trabajando en diferentes tareas, como el acarreo de materiales o su preparación. Tristemente, también nos permite conocer que el salario que se les pagó a las peonas fue la mitad que el que recibieron los peones.

La Real Orden de 1779

En una Real Orden de 1779 se estableció legalmente por primera vez cuáles habían de ser los trabajos femeninos y cuáles los masculinos, debido a la supuesta mayor fortaleza de los hombres y a la debilidad de las mujeres, a pesar de que hasta entonces ambos habían trabajado en los mismos oficios. Sin embargo, esta supuesta debilidad ya no era tanta cuando se trataba de algunas tareas muy duras que fueron atribuidas en exclusiva a las mujeres, como el lavado de la ropa, donde las lavanderas acarreaban hasta 30 o 40 kilos de prendas mojadas sobre sus cabezas u hombros.

Así, cuando pensamos en talleres medievales de cantería, escultura o pintura, recurrimos a la fórmula “maestro de” sin dejar abierta la posibilidad de que ese “maestro” pudo haber sido una mujer. Por ello también nos resulta tan difícil imaginarnos obreras con las "faldas remangadas" trabajando en una construcción medieval, según relata en Radio Bilbao Isabel Mellén.

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