Marcelino y la final de Copa entre Athletic y Real: "Los jugadores lo tenían como el partido de sus vidas"
Marcelino repasa la pesadilla vivida en el Athletic con la doble derrota en las finales de Copa
Bilbao
Marcelino García Toral llegó por sorpresa al banquillo de San Mamés en enero de 2021. La noticia de su fichaje supuso un bombazo entre la afición rojiblanca, que hasta entonces había tenido al asturiano en los primeros puestos de su lista de entrenadores más odiados. Sin embargo, en menos de un mes, Marcelino se convirtió en el héroe de la Supercopa.
Con tres días de diferencia, consiguió ganar al Real Madrid en semifinales y al FC Barcelona en la final, alzando un nuevo título y convirtiéndose en el sucesor de Ernesto Valverde, el anterior técnico que logró para el Athletic el mismo trofeo unos años antes.
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"Considero como principios básicos de relación dos formas de actuar: el diálogo y la sinceridad. Creo que, con un diálogo sincero, es imposible no llegar a un acuerdo conmigo. ¿En qué creo que he mejorado? En que mi forma de llevarlo a cabo ahora es más moderada", analiza el asturiano desde Gijón, protagonista del último episodio de la serie de Movistar+ Míster.
Junto al presentador del espacio y comentarista de Carrusel Deportivo Álvaro Benito, el asturiano hace memoria de los mejores momentos de su etapa en Bilbao. Y también de los peores. "Los jugadores del Athletic tenían ese partido como el partido de sus vidas", afirma rememorando las semanas, incluso los meses previos a la final de Copa que perdió ante la Real Sociedad.
Primer traspié, el Barcelona
Pero hasta que llegó ese día, Marcelino tuvo que afrontar otras pequeñas decepciones. Dos días después de ser presentado en San Mamés como nuevo entrenador del Athletic debutó en partido de Liga frente al FC Barcelona en San Mamés.
Era el día de Reyes, pero no se encontró precisamente un regalo bajo el árbol. Su equipo, al que apenas había podido dirigir en una sesión de entrenamiento, perdió 2-3. Su plan de emergencia para la cita era "situarnos con un 4-4-2, defender con un bloque medio, cerrando bien los pasillos laterales, de forma que el Barça siempre atacara por fuera. Y, cuando tuvieran el balón, presionar".
El plan, tan claro sobre la pizarra, se deshizo una vez comenzó el fútbol. "Lo que creo que no hicimos bien es que, en vez de saltar a la presión, reculábamos. De esa forma facilitábamos a sus bandas progresar en el juego y a la vez retrasábamos a todo el equipo nuestro a la hora de defender. Cuando no teníamos balón, la dinámica era retroceder y retroceder", reconoce.
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Y así llegó el gol más repetido por el Barcelona. "Es una jugada que, como entrenador, he sufrido muchísimas veces. Llevan el balón de derecha a izquierda, con Messi en el pasillo central, y crean una superioridad numérica con Jordi Alba". Y así llegó una vez más el gol culé, con Griezmann y Messi como protagonistas. "Es algo que repiten, con lo que hacen gol a muchos equipos, pero eso no es consuelo", insiste el asturiano.
A la segunda sí funcionó
Con la lección aprendida, Marcelino y su cuerpo técnico empezaron desde cero. Tuvieron, ahí sí, tres días para entrenar a fondo la Supercopa. Empezaron a trabajar el feedback con los jugadores. "¿Qué habéis sentido en el campo jugando de esta forma? ¿Qué creéis que tenemos que modificar?", les preguntaban. "Lo hacemos así porque creemos que los jugadores deben estar convencidos de lo que tienen que hacer en cada momento", argumenta.
Y la respuesta de la plantilla fue contundente, relata. "Ellos me transmiten que se encuentran cómodos presionando arriba a los rivales, independientemente del equipo que sea. Yo pensé, ¡están convencidos de que ganamos al Barcelona en la final!". Así llegó el equipo al 17 de enero de 2021, a la Cartuja, a la final contra el Barcelona.
"La idea era apretar arriba. Nuestro jugador de banda va a la presión y eso hace que ellos tengan dificultades. Los laterales van a campo contrario, les tapamos los huecos. Fuimos lo suficientemente valientes para, cuando ellos tenían el balón, no recular, sino ir al encuentro del rival", sostiene.
Claro que, aún así, el Barcelona consiguió adelantarse en el marcador. La reacción de Marcelino, vista una vez más la famosa jugada entre Griezzman, Messi y Jordi Alba, fue de rabia. Lanzó una botella de agua contra el césped del área técnica. Pero algo cambió de pronto. "Fue muy importante que, inmediatamente, en una buena jugada conseguimos el empate". Y luego, otro gol, un golazo de Iñaki Williams que dio la razón a los futbolistas rojiblancos convencidos de sus opciones.
La final contra la Real: el partido de sus vidas
Tras aquel título, el de la trompeta de Villalibre y el Cola-Cao de Iñaki Williams, en Bilbao empezó a crecer la burbuja copera una vez más. El equipo estaba clasificado para la final de Copa del año anterior, pospuesta a causa de la pandemia. El rival, la Real Sociedad. Todo un derbi vasco por un título.
"En el Athletic estaban esperando una final de Copa. Solo había un partido. En el pensamiento diario había un condicionante, por todo lo que palpábamos que significaba esa final contra la Real. Los jugadores del Athletic lo tenían como el partido de sus vidas", reconoce Marcelino.
Llegado el día, dice Marcelino que "el partido fue muy malo por ambas partes. Si no hubiera sido por la jugada del penalti, podríamos haber estado jugando durante dos años y haber terminado empate a cero". Pero hubo un penalti. De Iñigo Martínez, que Oyarzabal transformó en el gol definitivo. "Con un estilo nada propio, pero más apropiado para ganar, la Real nos fue incomodando", reconoce el técnico.
¿Cómo volver a motivarse?
Tras esa dolorosísima derrota, el vestuario estaba hundido. "Fue un palo para todos, sobre todo para los jugadores". No existía esa mentalidad ganadora que sí hubo antes. "No teníamos la seguridad que el grupo había manifestado hasta entonces. Ese sentimiento de la Supercopa, convencidos de que podíamos ganar al Barcelona, esta vez ni lo percibí ni lo escuché", relata.
Y es que el efecto dominó se apropió de los jugadores y les llevó a consumar su mayor miedo: dos finales, dos derrotas. "Esa sensación que palpas diariamente te lleva a pensar que todo lo que suceda en el primer partido va a condicionar el segundo, para bien o para mal. Si ganamos la primera, es muy posible que ganemos las dos; pero, si perdemos la segunda, es casi seguro que perderemos las dos. Esto era lo que sentíamos en el cuerpo técnico", reconoce. Y es lo que sucedió.