¿Qué papel tuvo la mujer en el origen del bertsolarismo?
Una tradición transmitida de generación en generación que ha ido creciendo junto a los acontecimientos históricos y los cambios sociales en Euskadi. La historiadora del arte y filósofa, Isabel Mellén, nos cuenta en un capítulo más de 'Bizkaia a través de la Historia' esta historia de la poesía improvisada de mujeres absolutamente silenciadas
¿Qué papel tuvo la mujer en el origen del bertsolarismo en Euskadi?
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bilbao
Una de las formas de expresión que definen a la perfección el carácter de los habitantes de un ámbito geográfico son las tradiciones y el bertsolarismo lo es. Tradiciones que se transmiten de generación en generación y que acaban por configurar la cultura de un pueblo. Hablamos de algunos usos propios de una lengua, del modo como se emplea, como se hace arte, risa, ocio e incluso crítica social. Al euskera va ligada la tradición de los bertsos, de hacer poesía improvisada, de competir con otras y otros bertsolaris por ver quien tiene la rima más rápida, la más certera, la más procaz. Y todo este universo poético, de siglos de vigencia y que ha acompañado y modelado el pensamiento, los eventos históricos y los cambios sociales de Euskal Herria no hubiera sido posible sin la participación de las grandes silenciadas de la historia: las mujeres. Y es que, a pesar de que se ha querido buscar a las pioneras del bertsolarismo en nuestra edad contemporánea, las primeras mujeres de las que tenemos constancia que cantaban bertsos en público en Euskadi vivían en la lejana Edad Media.
Bertsos funerarios: la muerte y sus ritos
Isabel Mellén, historiadora del arte y filósofa, nos pone ante los versos cantados por Benito Lertxundi y que a ciencia cierta compuso una de las primeras mujeres bertsolaris. La muerte, el duelo, los ritos de difuntos… siempre han sido un ámbito que por rol de género ha recaído sobre las mujeres. Pero la complejidad de todos estos rituales fúnebres, con respecto a otras épocas, alcanzó una vistosidad y una puesta en escena sin precedentes durante el período medieval. Las damas de la nobleza tenían un papel protagonista en los sepelios. Eran ellas las que acompañaban en procesión al féretro mientras era transportado por las calles, las que lloraban a gritos, las que se lanzaban sobre el cadáver y lo aferraban con pasión descontrolada, las que se arrancaban las tocas de la cabeza y se tiraban de los cabellos, las que se arañaban la cara mientras proferían gritos de rabia o de venganza… Este vistoso espectáculo callejero en el que las mujeres llevaban a cabo esta estudiada y nada improvisada performance, las situaba frente al ámbito público como directoras y orquestadoras de los rituales de difuntos, que eran más exagerados y llamativos cuanto mayor era el estatus social de su linaje.
¿Cuál es la herida de la mujer parida?
Manzana asada y vino rojo.
Mas para tí es diferente, Milia:
debajo la fría tierra, encima la losa.
Tienes que ir a Lastur, Milia.
El señor padre hace bajar el ganado,
la señora madre prepara la sepultura.
Tienes que ir allí, Milia.
Del cielo ha caído una piedra,
ha dado en la torre nueva de Lastur,
la ha partido por la mitad.
Tienes que ir allí, Milia.
Milia de Lastur, señora mía,
Peru Garzia se ha portado como un bellaco,
ha tomado por mujer a Maria de Arrazola.
Que se case con ella, está hecha para él.
Peru Garzia no tiene por qué pagar
tan gran desgracia,
fue mandato del cielo
que lo lleváramos los anderos.
Ella fue esposa de un hombre pequeño y hermoso,
habitó en casa de gran portalón,
fue dueña de un gran manojo de llaves,
mucha honra le fue concedida.
Milia de Lastur, señora mía,
el mensagero no se ha portado honradamente.
Del cielo ha caído una viga,
ha dado en la torre alta de Lastur,
ha matado al señor y a la señora de la casa,
primero el uno, luego la otra.
Hemos enviado una carta al cielo,
que nos devuelvan, por favor, a nuestra señora.
Odio la ciudad de Mondragón,
se ha portado mal con las mujeres guipuzcoanas:
Maria de Balda en la calle Iturriotz,
Otxanda de Gabiola en la calle Artekale,
Emilia de Lastur en el arrabal.
Estos preciosos versos fúnebres, cantados por una mujer de nombre desconocido, honran la memoria de su hermana, Milia de Lastur, muerta durante el parto. En ellos la autora no sólo lamenta la pérdida injusta y prematura de su hermana, sino que además le cuenta noticias de su Lastur natal y le informa de que su marido, Pedro García, demasiado pronto ha encontrado sustituta. Estos bertsos, puestos por escrito por el cronista Esteban de Garibay, nos introducen de lleno en la tradición de las cantoras de eresiak o endechas, de poemas improvisados que las damas en duelo recitaban en los sepelios de sus familiares, descubriéndonos unas prácticas femeninas profundamente extendidas en la Edad Media.
Mientras duraban los funerales y con toda la atención puesta en ellas, la viuda o la mujer más cercana a la persona difunta se situaba frente a un auditorio repleto para cantar las eresiak que elogiaban a la persona muerta y a todo el linaje. Pero en ocasiones estos elogios se tornaban en auténticas amenazas y declaraciones abiertas de venganza.
El caso de Sancha Ochoa de Ozaeta
Sancha Ochoa de Ozaeta, en el funeral de su esposo Martín Bañez de Artazubiaga, asesinado por una familia rival durante las guerras de banderizos, clamó ante el público y el cadáver de su marido que quemaría todo Aramaio en represalia por su viudez y la orfandad de sus hijos.
Oñetako lur jabill ikara
Lau aragiok beran bezala,
Martín Bañez Ibarretan ill dala...
Artuko dot esku batean gazia
Bestean suzi iraxegia
Erreko dot Aramayo guztia
Los detractores y el silencio sobre la mujeres bertsolaris
Sin embargo, esta arraigada tradición de bertsolaris femeninas, que encontraban un auditorio atento a su voz propia a través de las eresiak, comenzó a despertar detractores hacia finales de la Edad Media, al mismo tiempo que las nuevas leyes y la sociedad iban dando poco a poco la espalda a sus mujeres. El concejo de Lekeitio, en 1486, prohibió los plantos en los cortejos fúnebres y limitó la participación femenina con multas, mientras que en Gernika se sancionó el canto de eresiak en los funerales con 120 maravedíes, llegándose incluso a prohibir esta práctica en Bilbao en 1493. Estos precedentes legales, que trataban a toda costa de silenciar a las damas que cantaban bertsos y que se expresaban poéticamente con libertad en público, culminaron en 1519 con el veto a las endechas femeninas en toda Bizkaia. Así, durante el siglo XV y parte del XVI se trató de erradicar este tradicional arte de las damas poniendo fin a lo que el cronista Esteban de Garibay había denominado “el siglo de las mujeres improvisadoras”.
Más difíciles de erradicar serían, sin duda, las bertsolaris de las gentes del común, que en ocasiones recibían el nombre de profazadas. En el Fuero Nuevo de Bizkaia se las describía de este modo: “mujeres que son conocidas por desvergonzadas y revolvedoras de vecindades, y ponen coplas y cantares a manera de libelo”. A diferencia de las altas damas que improvisaban eresiak o endechas en los funerales, y que gozaban de un prestigio social que las legitimaba a la hora de cantar bertsos, las mujeres profazadas eran tenidas por maleantes y escandalosas. Sus críticas mordaces, sus sornas, sus burlas a personajes y a situaciones sociales, que recitaban en versos improvisados, debían incomodar a los hombres de su tiempo, que tomaron cartas en el asunto para tratar de silenciarlas. En los albores de la Edad Moderna, las distintas legislaciones, los nuevos dictados de la moral que exigían recato y silencio a las mujeres, trataron de acallar poco a poco a estas bertsolaris, penando, multando y criminalizando su voz libre hasta llevar esta práctica al borde de la extinción. Sin embargo, sobrevivió.
A pesar de que las mujeres eran constantemente expulsadas de las plazas, de los espacios públicos, de las tabernas donde se batían en duelos verbales los bertsolaris, ellas siguieron rimando e improvisando en sus casas, en los lavaderos, en los espacios plenamente femeninos, donde aún conservaban algo de libertad. Así, fueron ellas las principales transmisoras de este arte de las palabras, las maestras de célebres bertsolaris varones que reconocían, en muchas ocasiones, que habían aprendido la técnica en el hogar, escuchando las improvisaciones de sus madres y abuelas. Por ello, no puede entenderse el bertsolarismo, este arte ancestral tan ligado a la cultura vasca, sin las damas que creaban endechas en los funerales, sin las mujeres profazadas, sin las amas de casa que al calor del hogar se entretenían en crear bertsos que nunca salieron de aquellos muros y sin todas las mujeres transgresoras que, a pesar del señalamiento social y del trato desigual que recibieron en plazas, tabernas y campeonatos mantuvieron viva esta tradición y la elevaron a la categoría de arte. Por ello, como demuestran los estudios de Carmen Larrañaga Odriozola, Jone Miren
Los bertsos de Estitxu Arocena: "...bertsolaritzak barrabilekin zerilusirik ez duela."
Hernández García y otras investigadoras, de donde hemos sacado esta información, la historia del bertsolarismo, sin las mujeres, se escribe a medias. Por ello, terminamos con unos polémicos bertsos de Estitxu Arocena que causaron una encendida reacción en el público que asistió al teatro Victoria Eugenia de San Sebastián el 24 de enero de 1993.
Emakumeok mikrofonoan
jaso izan dugu burla,
gaur ere batzuk hasarre daude,
ezin dute disimula,
ni ziur nago egunen baten
erakutsiko dugula,
bertsolaritzak barrabilekin
zerikusirik ez dula.
Pues eso, nos quedamos con el mensaje de los dos últimos bertsos, “Que nada tiene el bertsolarismo, que ver con los testículos…”
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