Nadie duda de que el Athletic cuenta con una plantilla enviable. Una buena parte de sus componentes son internacionales y muchos están en la agenda de equipos con un pedigrí económico fuera del alcance de cualquier mortal. Seguro que Nico Williams podría pelear por la Champions en el F.C. Barcelona. O Sancet ganar títulos de Liga con el Real Madrid. O Unai Simón defender la portería del Arsenal para hacerse con la Premier. Incluso, Beñat Prados podría ser tentado por la Juventus de Turín para buscar el Scudetto. Seguro que sí. Pero no es lo mismo. No puede ser lo mismo que ganar una Copa con el Athletic. Para los “leones” y su afición el título de Liga es una quimera, algo impensable. Y la Champions, no digamos. Fajarse contra el Manchester City de Guardiola o ante el París Saint Germain de Kylian Mbapeé (todavía) o frente el Bayern de Múnich, como que no. Vamos, que juegan otra competición a la que nunca podremos llegar. ¿Y? Hubo un momento en la centenaria historia de este club en el que se apostó por vencer menos para ganar más. De eso hace ya muchas décadas. Pero nada ha cambiado. Este equipo es algo diferente. Es una forma distinta, no ya de jugar o de comportarse, es un modo diferente de vivir. Una manera única de ver la vida, sin copia. Es, en definitiva, el Athletic. Begoña, ahtletizale de pro, hija del gran Koldo Agirre (jugador, capitán, entrenador y director técnico del Athletic) manifestó en cierta ocasión que quería vivir un título para saber cómo era aquello que le contaba su aita. Pero no solo es Begoña. Son dos generaciones de bilbaínos, de bizkainos y de aficionados del Athletic fuera de nuestro territorio que no conocen lo que es ganar un título. Bueno, se han ganado Supercopas, pero no es lo mismo. La forma de movilizarse la afición hace que uno se sienta aún más orgulloso de estos colores. La competición de la Copa, la más admirada en nuestro entorno, ha pasado por momentos complicados. Ha sido ninguneada hasta el punto de que, en lugar de la Copa, se la llegó a llamar el Chupito. Perdón, el Txupito. Y, sin embargo, desde hace unos años ha vuelto a recuperar el prestigio que se merece. Y es que el Athletic dignifica esta competición. Gracias al Athletic, la Copa es el homenaje al fútbol. Y, en buena media, se debe a esa afición que, por tierra, mar (sí, sí, mar) y aire, se desplaza para estar con unos jugadores diferentes. Yo no sé si la afición del Athletic es la mejor del mundo o no. Posiblemente no. Pero es única. Y de la misma forma que Nico Williams podría estar peleando por la Champions con el Barça, muchas Begoñas podrían haberse hecho del Madrid y saber que, si no es este año, va a ser el siguiente cuando ganen la Liga. Pero ni Nico se ha ido a Barcelona ni Begoña se ha decidido por el blanco. Los dos han apostado por una forma diferente de entender la vida: la del Athletic. Por días como el de hoy uno se hace jugador del Athletic. Por días como el de hoy uno es hincha rojiblanco. Por días como el de hoy, permítanme la licencia, uno se alegra de ser periodista y dedicarse a la información deportiva. Cuando allá por el año 49 antes de Cristo (aún no existía el Athletic, pero casi), Julio Cesar se disponía a cruzar con sus tropas el río Rubicón desafiando al Senado romano, se dirigió a sus soldados para decirles: “alea iacta est”. Más de 21 siglos después, el Rubicón es el Nervión sevillano, Julio César es Ernesto Valverde y en la vanguardia de las tropas se encuentran los hermanos Williams, Sancet, Julen Agirrezabala o Beñat Prados. El actual senado romano bien podría ser el Mallorca, con un comandante en jefe de la talla del gran estratega Javier Aguirre. Sea como sea, el patricio Julio César adelantó hace mucho tiempo esa sentencia que hoy va a planear en la Cartuja: “La suerte está echada”. Sigue el canal de La SER en WhatsApp, donde encontrarás toda la información, el deporte y el entretenimiento: la actualidad del día y las noticias de última hora, los mejores vídeos y momentos de la radio, entrevistas, reportajes y mucho más.