Una realidad ocho veces dura
La Real Sociedad cae con estrépito contra el Barcelona en La Romareda (8-0) en una final de la Copa de la Reina en la que no salió nada de su plan y estuvo muy por debajo de su nivel esperado.
San Sebastián
La Real Sociedad es subcampeón de la Copa de la Reina. Nos encantaría decir que es un digno subcampeón. Pero en este caso, al menos por la final que hizo, no se puede aplicar ese calificativo. Nada se puede objetar al torneo que ha realizado hasta el final, un camino que hay que valorar por la entidad de los rivales a los que ha eliminado. Pero no en la final, donde no ha competido al nivel que se le espera. De hecho, ha estado muy lejos de lo que realmente es la Real Sociedad, y lo que ha construido la propia Natalia Arroyo. El Barça ha estado superlativo. Porque aparte de ser muy bueno, le ha salido absolutamente todo. Y ya sabíamos que la diferencia era abismal entre los dos equipos.
Pero la Real no ha sido la Real, empezando por el planteamiento inicial, un plan de partido que se vino abajo al poco de empezar la final. Y Natalia no supo reaccionar. Y las jugadoras de la Real se quedaron petrificadas, haciéndose cada vez más pequeñas, y no siendo capaces de dar la vuelta a una situación que se fue haciendo cada más dramática según pasaban los minutos. Llegar 5-0 al descanso lo dejaba todo definido y nos dejaba a los demás sin final. La esperanza era aguantar un poco el aluvión de fútbol y ocasiones del Barça, para así aprovechar alguna oportunidad que pudieras tener. Pero no pasó ni una cosa, ni la otra. Ni pudieron sostener al Barça, y tampoco tuvieron valentía o fuerzas para llegar con garantías a la portería de Sandra Paños.
Porque aparte del planteamiento, que estuvo lejos de salir; o del plan de partido, que era tan diferente a lo que es la Real que era como si Natalia se traicionara a sí misma y sus ideas, a las jugadoras de la Real también les faltó intensidad, tensión y agresividad. En la primera parte no ganaron prácticamente ningún duelo a las jugadoras del Barça, y apenas hicieron una falta, una sola falta. Eso ya lo define todo. Y condena a una Real que para ganar a un Barça netamente superior, debía apretarle más y morderle hasta el límite de sus fuerzas. No fue así, y el equipo azulgrana le pasó literalmente por encima como una apisonadora.
Tras el descanso, sacaron su orgullo, el que no les salió en la primera parte. Y aunque todo estaba decidido, y a pesar de que el Barça siguió marcando goles para hacer más dolorosa la derrota, al menos recuperaron sus señas de identidad e intentaron jugar algo a fútbol, llegando algo más a la portería del Barça, aunque no fuera con mucha ventaja. Se puede decir que la Real de la segunda parte perdió siendo la Real, y eso sí es dignidad, es lo que le pedía su afición. No lo que vio en la primera parte. Por eso es una derrota ocho veces dura. Porque más allá del resultado, no se vio a la Real que todos conocemos.
Sea como fuere, que nadie olvide quien estaba enfrente, un equipo que gana y golea todos los que tiene enfrente, un Barça de época. Hay mucho que analizar, pero también mucho que valorar. Ser subcampeonas de Copa, y jugar cuatro finales en cinco años no está a la altura de todos los equipos. Es tiempo de reflexión, pero partiendo de que una final tan dura debe servir para que el proyecto siga creciendo. Sólo así se podrá sacar algo positivo de una final tan complicada de digerir. Sólo así habrá merecido el ambientazo en las gradas de la afición txurui-urdin y el viaje de más de 5.000 aficionados. Esto no termina aquí, esto continúa a partir de aquí... por muy vacío que pueda sonar leerlo después de perder 8-0 en la final.
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Roberto Ramajo
Entro en el grupo en 2002 como redactor de prácticas. En 2005 se incorporó a la redacción en Gipuzkoa...