"El verdadero miedo es cómo educamos a nuestros hijos varones": la carta a la directora de una vitoriana en 'El País' que se está haciendo viral
"El otro día, el novio de una amiga decía que él prefería tener un hijo varon por aquello de que "sufres menos por ellos". Tras pedirle que desarrollara la idea...
Vitoria-Gasteiz
Las redes sociales han acogido con gran interés la carta a la directora de Maite Arciniega Rodríguez, una vitoriana que ha planteado una reflexión profunda en el diario El País el pasado 29 de septiembre. Titulada "Sufrir por nuestros hijos", esta carta ha generado un fuerte impacto entre los lectores, no solo por el tema en cuestión, sino por la manera en que Arciniega replantea el enfoque del miedo que suelen tener los padres respecto a la educación de sus hijos.
La preocupación de una madre
En el escrito, Arciniega parte de una conversación con el novio de una amiga, quien argumentaba que prefería tener un hijo varón porque "sufres menos por ellos". Al pedirle que desarrollara esta idea, ella deduce que el temor del joven estaba relacionado con la posibilidad de que su hija pudiera ser víctima de una agresión sexual. Sin embargo, Arciniega expresa que su miedo va en otra dirección: el de cómo educar a su hijo varón para que no sea partícipe de actitudes que perpetúen la violencia y la falta de respeto hacia las mujeres.
La reflexión de Maite Arciniega no se queda en lo anecdótico. Desde su experiencia como madre, la autora expone un temor profundamente social y cultural: el que los varones jóvenes puedan caer en comportamientos que, aunque sutiles para algunos, son parte de una estructura de violencia que afecta a las mujeres desde una edad temprana. “Mi temor era otro: que mi hijo un día se ría de los pechos de una compañera de clase prematuramente desarrollada, que llame puta, zorra o ballena a otra”, escribe. Arciniega pone el foco en una realidad incómoda: la normalización de agresiones verbales y físicas que muchas veces se justifican bajo el manto de la camaradería masculina o la "inmadurez" de los adolescentes.
Maite Arciniega, directora de la carta al director de El País, en Hoy por Hoy Vitoria
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Comportamientos normalizados
Lo que hace especialmente relevante esta reflexión es su capacidad para trasladar el miedo, que tradicionalmente se ha centrado en proteger a las niñas de posibles agresiones, hacia la responsabilidad de los padres en la educación de sus hijos varones. "Que toque sin consentimiento un culo en un bar y que, además, después busque la risa y la complicidad de sus amigos", menciona Arciniega, ilustrando situaciones cotidianas que, aunque a menudo minimizadas, forman parte de la cadena de microviolencias que contribuyen a perpetuar una cultura machista.
El punto central de la carta radica en una pregunta clave: ¿estamos enseñando a nuestros hijos varones a respetar los límites, a reconocer el consentimiento, y a comprender el impacto de sus acciones? Arciniega menciona con preocupación que muchos jóvenes no son capaces de detenerse ante una señal de alarma tan básica como un "por favor, para". En lugar de esperar que nuestras hijas se enfrenten a posibles agresiones, la autora invita a los padres a mirar hacia dentro de sus propios hogares y a cuestionar qué valores están transmitiendo a sus hijos.
La complicidad entre amigos
Este cambio de perspectiva ha resonado con fuerza en redes sociales, donde numerosos usuarios han compartido y comentado la carta. La conversación se ha enfocado en cómo la educación en el hogar puede tener un impacto directo en la sociedad, y cómo es urgente inculcar en los jóvenes una nueva forma de relacionarse con sus iguales. La carta de Arciniega es un recordatorio de que el cambio no solo depende de proteger a las niñas, sino también de educar a los niños.
La viralización del escrito pone en evidencia la necesidad de seguir debatiendo sobre cómo se aborda la educación de los varones en cuanto al respeto y el consentimiento. “Y creo que mientras el miedo no sea ese, lo demás seguirá ocurriendo”, concluye Arciniega, sintetizando con precisión una preocupación que va mucho más allá de lo personal y que refleja una problemática estructural. Este tipo de reflexiones, además de generar conversaciones importantes en el ámbito familiar, pueden ser catalizadores para un cambio más amplio en la forma en que la sociedad educa a sus futuras generaciones.