¿Qué hay detrás del sabotaje a las clavijas de Cotatuero? ¿Servirá para restar masificación al Parque de Ordesa?

Bilbao

El pasado seis de mayo, un grupo de siete personas, que se autodefinen como montañeras y ecologistas, cortó una docena de las clavijas del paso de Cotatuero, en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Se trata de unas clavijas antiquísimas, instaladas en 1881, cuando un aristócrata inglés encargó a los herreros de Torla instalar en la zona un mecanismo para facilitar el acceso a los prados de Cotatuero.

Aunque el inglés abandonó pronto Aragón, las clavijas, de hierro forjado, siguieron incrustadas en la pared. Allí han permanecido durante prácticamente siglo y medio, hasta que la semana pasada fueron víctimas de un acto de sabotaje. Quienes las retiraron argumentaron que lo hicieron en favor de la naturaleza, para facilitar la vuelta de los bucardos -especie desaparecida en España- y urogallos.

Denunciaron, además, que Ordesa se ha convertido en los últimos años en un parque de aventura. El dato en sí es real, pues en 2014 tuvo que ser cerrado el acceso en 19 ocasiones por masificación. La media de visitantes que tiene la zona ronda los 600.000 anuales, siendo especialmente intensa en los meses de verano.

Sin embargo, la comunidad montañera se ha mostrado mayoritariamente en contra de la actitud de este grupo. Lo analizamos con el alpinista aragonés Fernando Garrido, que lleva décadas recorriendo la zona. Pide, sobre todo, que nadie se tome la justicia por su mano, como ha ocurrido en este caso, y que se abra un debate sobre cómo proteger el Parque. Además, niega que retirar las clavijas vaya a tener efectos sobre la cantidad de visitantes de la zona. "Al día pueden pasar por ahí 20 o, como mucho, 30 personas", afirma.