Murguía acogerá el primer cohousing senior de Euskadi: “Es un modelo de vida con futuro”

Vitoria-Gasteiz

Las obras del primer cohousing senior de Euskadi, gestionado por el grupo Arrasate Taldea, ya están en marcha. A medio camino entre una comunidad de vecinos y un proyecto de vida compartida, Cohousing Lagungarri nace como un modelo pionero en Euskadi. Se trata de una cooperativa con derecho de uso donde cada persona dispone de su propia vivienda privada, pero comparte espacios, servicios y, sobre todo, comunidad.

Ubicado en el terreno que ocupaba el antiguo convento de las Carmelitas, con 11.000 m² de zonas verdes en el centro de Murguía, este innovador proyecto contará con 51 viviendas, ya hay más de 37 adjudicadas, además de un comedor común, cocina industrial, salas multiusos, coworking y hasta una futura zona de asistencia 24 horas.

“El espíritu de esto nació de un grupo de personas con ganas de compartir la vida de otra forma”, ha indicado Anabel Prado, una de las impulsoras. “Queríamos recuperar la idea del pueblo, de la ayuda mutua, de tener la puerta abierta todo el día, pero sin renunciar a nuestra intimidad”, ha añadido Iñaki Ortiz.

Las viviendas, de uno o dos dormitorios, tendrán entre 50 y 60 metros cuadrados y estarán diseñadas como casas pasivas: mínimo consumo energético, aislamiento térmico de última generación, placas solares, geotermia o aerotermia. Todo pensado para una vida sostenible y autogestionada.

Aunque inicialmente el grupo trató de desarrollar el proyecto en Vitoria, los obstáculos administrativos fueron insalvables. “Fueron dos años perdidos de reuniones con el Ayuntamiento y Ensanche 21, pero no pudimos avanzar nada, así que decidimos salir de la ciudad, porque no teníamos otra opción”, ha explicado Laura Irigaray, otra de las socias fundadoras. A lo que suma que "el hallazgo del convento de Murguía fue casi accidental, pero encajó a la perfección con la filosofía del proyecto".

Un modelo de vida, no solo una vivienda

“Esto no es una residencia, no es una urbanización, sino que se trata de una comunidad de vida”, ha explicado Anabel. Las personas que se suman a Lagungarri no compran una casa, sino que adquieren un derecho indefinido de uso como socios de la cooperativa. La aportación inicial, entre 45.000 y 55.000 euros, según el tipo de vivienda, se recupera si el socio se marcha o fallece, convirtiéndose así en una alternativa económica frente a la compra tradicional o el alquiler.

Además, para evitar un envejecimiento homogéneo del grupo, las plazas se distribuyen por tramos de edad. Actualmente, las vacantes se concentran en la franja de 50 a 60 años, mientras que las de 60 en adelante ya están cubiertas y tienen incluso lista de espera.

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Rompiendo barreras y prejuicios

El cohousing todavía genera dudas en muchas personas interesadas, en parte por desconocimiento. “Cuesta lanzarse a lo desconocido, pero una vez que lo vean en marcha, va a ser el futuro”, ha afirmado Laura. “No hay otro camino, ya que el modelo tradicional de vivienda está agotado y no se adapta a las nuevas necesidades”, ha añadido Iñaki.

La experiencia del grupo ha despertado el interés de colectivos similares en Gipuzkoa y Bizkaia, que ven en Lagungarri un ejemplo replicable. Sin embargo, como señalan sus impulsores, la falta de terrenos públicos accesibles sigue siendo el principal escollo. “Las instituciones deberían facilitar esto, pero ahora mismo estamos solos, así que lo hemos tenido que hacer todo con recursos propios”.

Un futuro a la vista

Si todo avanza según lo previsto, Lagungarri será una realidad entre finales de 2027 y principios de 2028. Para entonces, las y los futuros residentes ya se habrán conocido, habrán tomado decisiones de forma conjunta y habrán construido, más allá de un edificio, una nueva forma de convivir.

“Solo hay que ser valiente”, ha concluido Anabel. “Hay que dejar atrás viejos modelos. Estos proyectos no tienen inconvenientes. Son el futuro”.

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