Los trabajadores de Alcoa ven cerca el cierre de la planta: "Para bien o para mal, esto se termina"
Aunque están "muy cansados" lucharán hasta el final, pero han perdido la confianza en Alcoa como en los gobiernos
Trabajadores de Alcoa: "Para bien o para mal, esto se termina"
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Lugo
La reactivación de la primera remesa de cubas ha llegado a la planta de Alcoa en Cervo en plazo, tal y como se había previsto, solamente con una de ellas pendiente de algunas cuestiones técnicas que solucionar. Es la materialización de un gran logro de la negociación sindical, y el resultado de un trabajo "extraordinario" de toda la plantilla. Así han insistido en calificarlo desde el comité de empresa, pero a pesar de que se han esforzado en ponerlo en valor, entre los empleados de la planta no ha causado demasiada emoción, ya que muchos de ellos están convencidos de que serán las últimas.
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"Hemos arrancado 32 cubas, pero hay 512", dice Jorge Fernández, que trabaja precisamente e el departamento de Electrolisis, "y no creo que vayamos a arrancar más". Lleva 32 aos trabajando en esta empresa, y habla con cansancio sobre la situación de la planta: "Llevamos 12 años con la pancarta de 'enerxía solución' en la mano, y soluciones veo pocas".
Se da cuenta de que aunque no se producen despidos, ya que Alcoa ha firmado que no puede haberlos, la plantilla cada vez es más pequeña porque "no se sustituyen las bajas, a pesar de que tienen que hacerlo, y ya casi no hay ETT". Lo de que Alcoa vaya a vender la planta, igual que el resto de sus compañeros, no se lo cree. "Si la propia Alcoa, una empresa especializada en producir aluminio en todo el mundo, no es capaz de hacer que esto sea rentable y va diciendo que no es viable a largo plazo, ¿quién nos va a comprar?", se pregunta Jorge Fernández.
Hay, además, otra pregunta en el aire: ¿Cuántas posibilidades hay de que esto termine en un cierre? Para el, "con lo poco que me fío de Alcoa y de los gobiernos", dice, "creo a un 95% que nos cierran". No será, en todo caso, porque los trabajadores no han luchado para evitarlo, asegura. Defiende el camino que han recorrido: "Dimos el callo cuando lo teníamos que dar, tanto movilizándonos como trabajando, antes de apagar las cubas y todo lo demás teníamos la planta de San Cibrao siempre en el top 3 en eficiencia".
Años de lastre para las familias
Ahora teme lo que podría significar que Alcoa abandone A Mariña y deje a toda una comarca sin sustento, pero lo cierto es que la incertidumbre ya lleva años siendo un lastre para el y su familia. "Hay tensión en casa constantemente y así ya no se puede aguantar", dice Fernández, que añade además que antes de hacer cualquier inversión, como arreglar la concina, se lo piensan mucho "no vaya a ser que después falte el dinero".
Es evidente que la situación supone a su vez una losa para el desarrollo económico de la comarca en general, porque no es el único en esta situación. En términos parecidos se expresa Pablo Rexes, trabajador de Reymogasa, una auxiliar de Alcoa que da servicio únicamente a la multinacional y depende directamente de ella. "Esto es vivir en una incertidumbre constante", asegura. Para él es "un riesgo" pensar en comprar una casa, un coche, o hacer cualquier inversión. Ni siquiera es viable pensar en venderlo después, apunta Pedro Rodríguez, que trabaja para Cotelsa, otra auxiliar de Alcoa, porque "tampoco habrá nadie para que lo compre" en una comarca con más de 1.500 personas en paro.
Si ese escenario se cumple, Rexes ya se visualiza haciendo las maletas, porque entiende que es imposible que A Mariña pueda dar trabajo a tanta gente de golpe, obreros especializados en procesos industriales. Y lo que ve en el día a día le hace pensar en ello: "Empieza a haber movimientos de personal, baja la demanda de mantenimiento y se están finalizando unas obras sin que haya proyección de otras nuevas". Además lo que han vivido estos años, asegura, "no te permite pensar con optimismo".
La línea roja
Los trabajadores ven acercarse el mes de junio, que es para cuando la multinacional anunció que se terminarían los fondos, como una línea roja y sin esperanzas de que la venta vaya a producirse. Jose Núñez, empleado en San Cibrao, estuvo tres años en la fábrica de A Coruña que Alcoa cerró y asegura que se ve reflejado en la historia de los que fueron sus compañeros: "Es exactamente la misma jugada, la venta es un engaño y yo, con 45 años, me veo en la calle".
Trabaja en Aluminio, en el departamento de Electrodos, donde está el horno derruido y se hace la misma pregunta que su compañero Jorge Fernández: no entiende quién va a comprar una fábrica que da pérdidas y que además tiene que invertir mucho dinero en la compra de ánodos para poder trabajar. La única solución que ve es que se ejecuten las inversiones comprometidas y se construya el horno de cocción para que, en lugar de importarlos, puedan venderlos al resto del mundo y ser competitivos. Pero igual que Fernández no cree que vayan a ver la reactivación de ninguna cuba más y, además, Núñez no confía en ver el horno construido.
Lo que le indigna es que Alcoa insista en decir que no hay dinero para hacerlo "mientras se gasta dos mil millones de euros en comprar la totalidad de la planta, ¿por qué no los invierte en ella para que sea rentable?", recrimina. Siente que les han dejado "abandonados de la mano de Dios", echa en falta que les trasladen información de la negociación con los gobiernos porque le hace pensar que no se está haciendo lo suficiente: "A día de hoy no sabemos a qué precio se le va a vender energía a Alcoa".
Se siente "desolado" porque ve a sus compañeros "completamente desmotivados". Sin embargo para él no hay resignación ni nada que se le parezca, y asegura que irán hasta el final con su lucha para mantener el empleo, porque está convencido de que "si se quita esta industria de A Mariña, sería como cortar la mitad de la provincia de Lugo y tirarla al mar".
Lo único que parece estar claro ahora es que, "para bien o para mal, esto se termina". Así lo cree Pedro Rodríguez, empleado de Cotelsa. "Quieres ser optimista, pero al final todos tenemos la misma percepción de que esto no tiene futuro si no intervienen los gobiernos", explica. La palabra de Alcoa ya no tiene ningún valor porque ha comprobado que las amenazas y las jugarretas son su manera de funcionar tras diez años en los que, asegura, "pocos momentos de paz he vivido".
"Antes eran amenazas, pero menos graves", dice Rodríguez. Ahora el conflicto se ha elevado a unos niveles en los que ya solo puede terminarse con un cierre o con un milagro. "Desde mi punto de vista", reflexiona, "no hay ninguna solución viable que no pase porque sea el Estado, a través de la SEPI, quien nos compre".
Confía poco en que tal cosa vaya a suceder "en una comarca que ya tienen muy abandonada los gobiernos, solo hay que ver lo malas que son las conexiones y las infraestructuras". Cree que esta es la sensación mayoritaria y que la única opción para ellos es que el Gobierno rescate la fábrica. De lo contrario, sentencia, "pasaremos a formar parte de la historia de este país".
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