Mate a tiros

El estilita / Radio Coruña

A Coruña
El teléfono sonó un par de veces antes de que cogiera el auricular sin apartar la vista de la pantalla. “Dígame”, respondí mecánicamente. No parecía haber nada en el correo, que estaba lleno de spam. Le di un par de veces a ‘bloquear’ y me concentré en el hombre al otro lado de la línea. Por supuesto, no se identificó. Nunca lo hacen. “Llamo por la noticia que sacaron de un hombre con una pistola de juguete en la calle Real”. Sabía de qué estaba hablando perfectamente. Uno de nuestros fotógrafos había pasado frente a la entrada del Sporting Club Casino cuando vio coches patrullas. Había hecho una llamada y me había contado la historia, la de que un hombre había organizado un alboroto porque se paseaba por la calle con una pistola falsa.
No había ocurrido gran cosa. Como no había amenazado a nadie, tampoco era un delito, así que no lo habían detenido. Pero tenía la foto, así que había escrito un par de párrafos y los había subido a internet. Y aquel hombre lo había leído. “Yo soy el redactor que escribió la noticia. Dígame: ¿cuál es el problema?”. “Está todo mal”, me respondió. No era la primera vez que recibía una llamada de este estilo, así que abrí el programa de texto para tomar nota. La historia lo merecía, desde luego. Me explicó que era el portero del Casino. Estaba en su puesto de trabajo cuando entró un borracho. “Como una cuba, se caía, daba dos pasos adelante y tres hacia atrás”, lo describió. Resulta que ese día se celebraba en el piso de arriba un torneo de ajedrez, y el tipo quería participar. “Dijo que estaba inscrito, y que era el campeón de Galicia”, me explicó. Era lógico que el portero desconfiara. No solo porque parecía bebido, sino porque no parecía gallego. “Era peruano”, me explicó el testigo. Luego descubrí que era nicaragüense, pero eso daba igual. Al margen de lo improbable de un campeón gallego del otro lado del charco, la historia era mucho más divertida de lo que había sospechado.
“¿Le echó? ¿Sacó entones la pistola?”. No, lo que ocurrió es que llamó por teléfono a los organizadores, y uno de ellos bajó y habló con el campeón gallego de levantamiento de vaso. No me dio muchos detalles pero parece ser que el tipo sí estaba inscrito en el torneo, así que decidieron dejarle subir a pesar del estado en el que se encontraba, así que entró en una sala silenciosa en la que cuarenta personas contemplaban concentrados aquellos ordenados tableros de ajedrez haciendo eses. “Había niños, sub-8”, me dijo. Había estado varias veces en el Casino, así que traté de imaginarme la sala, con sus pequeñas caras concentradas y sus grandes ojos fijos en las piezas mientras aquel señor raro paseaba entre las mesas.
El resto de los detalles no están tan claros. El portero no estaba allí, así que no pudo dármelos, pero está claro que alguien descubrió la pistola en su cinto. De repente, los escaques se habían convertido en un deporte de riesgo Nadie estaba dispuesto a que le dieran mate sin pasar primero por el jaque, así que la gente comenzó a salir corriendo de la sala ante el asombro del portero. De alguna manera consiguieron echarle del Casino, y mientras vagaba por las calle, la Policía apareció, alertada por los testigos. Le cayeron encima como una tonelada de ladrillos.
Llame al presidente del Casino y me confirmó la historia, que me puse a escribir con entusiasmo. Quizá, mientras el tipo tenía la cara contra el suelo, aquel Bobby Fischer metido a Billy el Niño pensó en que debería haber planeado la jugada mejor, con la reflexión propia de un campeón gallego de ajedrez. A lo mejor no lo era, pero desde luego, sí que era un pieza.