La farmacia, un lugar seguro frente a las violencias machistas: el papel clave del personal farmacéutico

A Coruña

Las farmacias se han consolidado como uno de los espacios más accesibles y próximos dentro de la red sanitaria. Abiertas a diario, presentes en cada barrio, pueblo o zona rural —incluso donde no existe un centro de salud— y con una relación habitual con la comunidad, se han convertido en un lugar en el que muchas personas encuentran escucha, asesoramiento y también protección.

Blanca González, farmacéutica colaboradora habitual en La Ventana de las Rías, recuerda que esta proximidad permite detectar cambios en el comportamiento de pacientes y usuarios, identificar señales de alerta y ofrecer un entorno seguro cuando alguien atraviesa una situación de riesgo.

«Mascarilla 19»: un protocolo discreto que sigue vigente

Entre las medidas más extendidas se encuentra el protocolo Mascarilla 19, creado durante la pandemia ante la dificultad de muchas mujeres para pedir ayuda de forma abierta.

Si una mujer acude a una farmacia y solicita una “Mascarilla 19”, el personal activará de inmediato un procedimiento que incluye:

• Facilitar un espacio seguro y privado en la rebotica.
• Contactar con el 112 o los servicios de emergencia.
• Acompañar a la víctima sin necesidad de que dé explicaciones ni justificaciones.

Aunque nació en un contexto excepcional, continúa en funcionamiento y cualquier mujer puede recurrir a él con total discreción.

«No Caminas Sola»: apoyo a peregrinas en el Camino

La red farmacéutica también participa en la iniciativa No Caminas Sola, destinada a proteger a peregrinas que recorren el Camino de Santiago y puedan sentirse acosadas, intimidadas o en peligro.

Las farmacias adheridas actúan como puntos seguros donde pueden refugiarse, pedir ayuda o activar recursos especializados.

Puntos Violeta: formación y detección de señales

Cada vez más farmacias se suman a los Puntos Violeta, un proyecto que ofrece:

• Información clara sobre recursos de ayuda y teléfonos de asistencia.
• Formación específica para profesionales farmacéuticos.
• Capacitación para detectar señales de riesgo —las conocidas “red flags”— en usuarias habituales.
• Acompañamiento inicial en caso de que alguien necesite orientación.

Para González, este papel formativo y preventivo es clave, ya que permite que las mujeres vean la farmacia como un entorno seguro donde contar lo que les ocurre sin miedo ni prejuicios.

Un caso reciente en Galicia evidencia la importancia de este trabajo

El valor de esta labor se refleja en casos reales. Hace apenas unas semanas, en un pueblo de Lugo, varias farmacéuticas detectaron que una mujer inmigrante que apenas dominaba el idioma podía estar sufriendo violencia de género.

Ya la habían acompañado previamente al centro de salud para ayudarla con trámites y traducciones. Con el tiempo, la mujer se sintió lo suficientemente confiada como para pedir ayuda directamente en la farmacia. El equipo activó el protocolo, contactó con Servicios Sociales y la Guardia Civil, que actuó de inmediato. El agresor fue detenido y la víctima quedó protegida.

Un ejemplo del papel que pueden desempeñar estos establecimientos para personas especialmente vulnerables.

Un mensaje claro: la ayuda está al alcance de la mano

La farmacia es, además de un punto sanitario esencial, un espacio de escucha y atención. Dar a conocer estos recursos es fundamental para que cualquier mujer sepa que puede acudir a su farmacia sin levantar sospechas y recibir apoyo inmediato.

Como recuerda la farmacéutica: “A veces no sabemos quién nos está escuchando ni qué problema puede estar atravesando. Por eso es importante que la gente sepa que en la farmacia encontrará ayuda.”