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Sociedad

San Ginés de la Jara, el colegio que convive con un depósito de residuos peligrosos a menos de 10 metros

El centro fue remodelado en 2017 para evitar los efectos de los metales pesados en la salud de los niños pero justo al lado el peligro sigue presente

CEIP San Ginés de la Jara tras ser remodelado en 2017 / Ayto. de Cartagena

Es la denuncia de José Matías Peña, investigador posdoctoral de la Fundación Séneca en la Universidad de Limoges y asesor de la Plataforma de Afectados por los metales pesados de la Sierra Minera, que recuerda los efectos que está teniendo para la salud de la población de El Llano del Beal la convivencia con los residuos mineros que deberían haber sido debidamente tratados hace años.

"Sorprende una elevada prevalencia de cáncer en la población más adulta y también destaca una elevada prevalencia de enfermedades relacionadas con el riñón. Seguidamente hay un importante número de niños que se encuentran expuestos a estos metales pesados y que, según las estadísticas oficiales de Educación, requieren de necesidades educativas especiales. Estamos hablando de que El Llano del Beal sufre el daño continuado de la exposición a estos metales pesados durante todos los días", explica Peña a Radio Murcia.

Precisamente son los niños que acuden al CEIP San Ginés de la Jara de esta diputación  los que sufren a diario el peligro que representa el depósito de residuos tóxicos, con altas concentraciones de cadmio, plomo y arsénico, situado a escasos diez metros del colegio.

"A día de hoy aún persiste la existencia de un deposito de residuos con concentraciones muy elevadas, tanto en plomo como en arsénico, cadmio, etc, que se encuentra a tan solo diez metros del colegio. Y sobre el cual rezan ya obligaciones dictadas por la administración autonómica a los propietarios del terreno, esto es al Ayuntamiento de Cartagena y a la sociedad PORTMAN Golf, para que ejecuten la restauración. Sin embargo, cinco años después de haber denunciado estos hechos y de la existencia de este riesgo, que también fue definido por diferentes consultoras, la realidad sigue siendo la misma", lamenta este investigador.

Hasta hace relativamente poco tiempo los niños han tenido esos residuos bajo los pies, en 2017 el Ayuntamiento de Cartagena y la consejería de Educación invirtieron más de 300.000 euros en hormigonar las pistas deportivas y el patio donde juegan los niños de 3 a 6 años, desviar las escorrentías que desembocaban en el colegio con el agua contaminada por esos metales y cambiar ventanas para aislar al edificio de esa contaminación. Sin embargo, según Peña, los alumnos siguen inhalando esas partículas de metales pesados con las consecuencias que todo eso tiene para su salud.

"La realidad física sigue siendo la misma. El depósito de residuos se encuentra allí, residuos peligrosos en sentido estricto y atendiendo a las definiciones legales, y los niños se siguen encontrando expuestos a esas partículas en suspensión que son erosionadas, son dispersadas, entran en el medio ambiente, que inhalan, que se depositan por doquier por el mobiliario escolar, por las áreas de recreo infantil, etc. Las tocan con sus manos, las acaban ingiriendo, entran en contacto dérmico y que dan lugar a que se produzca esa transferencia de metales al ser humano, en este caso a los niños", concluye José Matías Peña.

 
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