El micromentario de Pepe Belmonte: 'Al revés te lo digo'

Murcia

Lo que parecía poco menos que imposible, es decir, superar en labia a Mariano Rajoy, que ha empleado siempre, en sus discursos y comparecencias, una especie de prosa con tropezones, lo está consiguiendo Feijoo, y de una manera ciertamente asombrosa.

Mientras que en la Literatura todo está permitido, y el escritor tiene derecho a inventar frases y palabras inexistentes, en el mundo de la política siempre hay que hablar claro, sin contradicciones y con total seguridad.

Resulta inolvidable aquel famoso capítulo sesenta y ocho de la Rayuela de Julio Cortázar, en el que el escritor argentino comenzaba de esta manera: "Apenas él le amalaba la noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sústalos exasperantes".

Feijoo, con sus enmarañados y torpes discursos de estos últimos días, en plena campaña electoral, en los que expresa oralmente justo lo contrario de lo que piensa, a pesar de tener sus papeles sobre la mesa, se está ganando a pulso ser admitido, como miembro honorario, en esa ilustre Cofradía a la que ya pertenece gente tan destacada como Groucho Marx - ¿recuerdan? “La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte”-, o nuestro inolvidable y emblemático actor cómico Antonio Ozores que, con sus incomprensibles discursos humorísticos y surrealistas, que acababan con aquel "¡No, hija, no!", terminó por inventar el idioma "Ozoriano".

Yo no sé si los más allegados de su partido, del PP, gente inteligente como Esteban González Pons, que pone cara de circunstancias cada vez que Feijoo se acerca al atril, serán capaces de decirle la verdad a su jefe de filas para que procure enmendarse en la siguiente ocasión.

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En cualquier caso, sospecho que no soy el primero en pensar que lo del lenguaje trabucado, oscuro y confuso de Núñez Feijoo responde a una bien meditada estrategia, hecha a propósito, para que la gente -ni siquiera los suyos- le pueda entender.

Porque, aparte de ponerle “peros” a todo lo que se mueve y de querer acabar, por lo civil o por lo militar, con el “sanchismo”, en el fondo,

tampoco tiene mucho que decir y sus ideas son ciertamente pobres y escasamente imaginativas.

Decía Albert Einstein que "la luz viaja más rápido que el sonido. Por eso algunas personas parecen brillar… hasta que abren la boca".