El micromentario de Pepe Belmonte: 'El turismo ya no es lo que era'

Murcia

El turismo ya no es lo que era. En todos los manuales de Historia de la Literatura Española, cuando se explica cómo era nuestra cultura en los años sesenta, durante el franquismo, se dice que los turistas, sobre todo los franceses, los alemanes y los suecos, contribuyeron, de manera decisiva, a que los españoles saliéramos por fin de la caverna, nos quitáramos la boina y nos contagiáramos de ese aire de modernidad que nos traían quienes habitaban al otro lado de los Pirineos, en donde, según la famosa película, empezaba "lo verde".

Y ahora resulta que, después de habernos enseñado que existía una cosa llamada democracia, después de habernos mostrado, por qué no decirlo, sus cuerpos gloriosos con los primeros bikinis que aparecieron en nuestras playas, ahora abominamos de su presencia.

Porque el turismo, con los ochenta y cinco millones de personas que recibimos el año pasado, y los noventa que se esperan durante el presente, se ha convertido en una especie de mosca cojonera contra la que claman los autóctonos, por mucho que los turistas vengan con un pan bajo el brazo y se dejen sus perricas en los hoteles, en los restaurantes o en las salas de fiestas.

Las poblaciones de Islas Baleares y de Canarias han sido los primeros en echarse a la calle y protestar masivamente mostrando su malestar por ese turismo salvaje e incontrolable que se divierte a base de borracheras o lanzándose a la piscina desde el balcón de un quinto piso. Al margen, claro, de ser los causantes de que se haya encarecido la vivienda, con lo que, los de toda la vida, no pueden pagarse ni un maldito alquiler, y mucho menos comprar una casa.

¿Sucederá aquí lo mismo, en la costa de la Región de Murcia? Eso está por ver. Por si acaso, tendremos que apelar al espíritu murciano, tan acogedor desde tiempos inmemoriales, tan tradicionalmente hospitalario, que siempre tiene en la boca aquello de que donde comen dos, comen tres. Y aquí no pasa nada.