“Volver a mirarme al espejo”: el impacto de la micropigmentación mamaria en mujeres que han superado el cáncer
El Hospital Santa Lucía ofrece un servicio pionero que va más allá de lo estético y ayuda a las pacientes a recuperar identidad y autoestima

Entrevista enfermera dermoestética, Maite Martínez
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Cartagena
La reconstrucción del pecho tras un cáncer de mama no termina en el quirófano. En el Hospital General Universitario Santa Lucía de Cartagena se ofrece un servicio fundamental, aunque aún poco conocido, que está ayudando a cerrar esa etapa física y emocional que comienza cuando finalizan los tratamientos oncológicos. Se trata de la micropigmentación areolar, una técnica sanitaria regulada por ley desde 2019 e incluida en la reconstrucción mamaria que se realiza mediante la implantación de pigmentos específicos en la piel, con un procedimiento muy similar al tatuaje, pero adaptado a los estándares de seguridad médica.
Este tratamiento, que se practica una vez a la semana en la consulta especializada del hospital, está dirigido a pacientes derivadas por su médico tras haber pasado por una mastectomía o una cirugía reconstructiva. Cada jornada se atiende a una media de siete mujeres (y también algunos hombres, ya que el cáncer de mama masculino también existe), en diferentes fases del proceso que incluye una valoración inicial, la micropigmentación y varias revisiones para garantizar una correcta cicatrización y un resultado natural.
Maite Martínez, enfermera dermoestética especialista en esta técnica, explica que muchas pacientes llegan sin conocer que este procedimiento forma parte de su derecho a la reconstrucción integral y que está contemplado dentro del sistema sanitario público. La micropigmentación, asegura, no es un mero recurso estético: “ayuda a recuperar la imagen corporal y contribuye a la autoestima de forma inmediata”. Según relata, muchas mujeres se acostumbran a convivir con la ausencia de la areola tras la cirugía, pero al verse de nuevo completas frente al espejo expresan una profunda emoción y la sensación de poder cerrar definitivamente una etapa muy dura de sus vidas.
Aunque algunas pacientes muestran inicialmente reticencias por miedo o desconocimiento, la mayoría decide dar el paso tras recibir la información adecuada y conocer los resultados. La intervención es poco invasiva, se realiza con anestesia tópica y apenas causa molestias. Martínez subraya que esta técnica se introdujo en el hospital siguiendo criterios médicos de seguridad, después de que estudios científicos demostraran que el uso de pigmentos específicos y una menor profundidad en la inserción de la aguja evita riesgos en los ganglios linfáticos y en futuras pruebas diagnósticas.
El acceso a este servicio se realiza exclusivamente mediante derivación médica durante las revisiones oncológicas. Para muchos pacientes supone el último paso de su recuperación: no tanto desde el punto de vista físico, como emocional. “El proceso del cáncer no termina cuando se recibe el alta. Después llega una etapa de secuelas físicas y emocionales que muchas veces no se cuentan. Esta consulta está precisamente para acompañarlas también en ese momento”, afirma la enfermera.
Una técnica sanitaria discreta, regulada y poco visible, que se ha convertido en una herramienta esencial para devolver confianza, dignidad y autoestima a quienes han superado el cáncer de mama.




