Alumbres, un pueblo que resiste entre fábricas
Los vecinos relatan cómo conviven con la contaminación del Valle de Escombreras sin perder su arraigo y su vida comunitaria

Alumbres, un pueblo que resiste entre fábricas / ser

Cartagena
Alumbres es un pequeño pueblo que, a primera vista, sorprende por su ubicación. Se visualiza rápidamente el Valle de Escombreras y esa pequeña nube que indica que estamos en una zona industrial. Pese a la proximidad de fábricas y chimeneas, Alumbres mantiene vida, movimiento y una comunidad unida que resiste al paso del tiempo y a los retos ambientales.

Alumbres, un pueblo que resiste entre fábricas / ser

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La actividad industrial ha cambiado con los años, pero la preocupación permanece. Andreu recuerda que antes “eran tres empresas, ahora son cuarenta” y que aunque cumplan la normativa, “la suma de la suma de la suma al final da un pico, y ese pico afecta muy directamente a los vecinos”. Por eso, insiste, viven “siempre alerta porque la rebasamos notablemente”.
En el pueblo sólo hay una estación medidora de calidad del aire, ubicada en el polideportivo, después de que la anterior estuviera mal situada y apenas registrara datos. Aun así, no siempre funciona. “Lleva desde el fin de semana parada”, se queja Andreu. “Nos dicen que no significa que no se sigan midiendo las sustancias, pero como siempre no lo vemos, la inquietud está”.

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A veces esa inquietud se multiplica. Con episodios de calima o humedad, el valle se cubre de una capa que agrava alergias y problemas respiratorios. Las visitas al médico aumentan. Y los testimonios se repiten.
Pepa Soriano, vecina de Alumbres, relata un episodio reciente: “Recogí la ropa a las siete de la tarde y empezaron a salirme unas ronchas que parecían hongos en la piel”. En urgencias le advirtieron que no tendiera la ropa al aire libre “ni los días de humedad ni de calima”, porque las partículas en suspensión se adhieren fácilmente a los tejidos. “A mí me afecta totalmente”, cuenta. “Incluso en las cuerdas vocales”.
Más allá de los efectos diarios, algunos recuerdos están grabados en la memoria colectiva. Cristobalina, nacida en el pueblo, evoca uno en particular: “Lo que más recuerdo de pequeña fue la explosión fuerte. Del 69. Esa no se olvida”. A pesar de eso, sigue volviendo al pueblo cada día.
Vecinas que cuentan situaciones que aún hoy generan alarma. Pepa recuerda un episodio sucedido hace unos años en el parque: “Había un muestro de partículas de coque y azufre que estaban cayendo en los carricoches de los niños, incluso sobre los niños que estaban jugando”. Aquel día, dice, “nos fuimos todas corriendo”. Al amanecer, los coches y patios aparecieron cubiertos de polvo. “Tú abres la ventana para airear y te ves el poyete lleno de un polvillo raro”.

Alumbres, un pueblo que resiste entre fábricas / ser

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Para Josefa, otra vecina, la reacción es constante. “Me levanto por la mañana con moquillo y sigo por la tarde con moquillo… es el pan nuestro de cada día”, relata. Cada mañana abre la puerta para ver el aire antes de vestir a su hijo. “Y ya al entrar enseguida el pico de la roce y el hacho. Todos los días así”.
Andreu confirma que este tipo de episodios forman parte de la vida local. Él mismo, alérgico, nota “con mucha frecuencia cuando se produce un cambio brusco en la atmósfera de Alumbres”. Y recuerda el reciente apagón que afectó al valle: “La suerte fue que el viento soplaba hacia el mar y no sufrimos directamente, pero siempre está la inquietud del cambio del viento”.
Aun con todo, el pueblo no se detiene. Las asociaciones llenan de actividad el local social, donde estos días preparan manualidades navideñas. “Aquí no para el pueblo”, resume Andreu. “Ni siquiera con la contaminación. La vida sigue, los vecinos continúan y aquí están disfrutando”.

Teresa García Navarro
Licenciada en Filología Hispánica y en Periodismo. Más de 30 años ligada a la comunicación. Comenzó...




