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La historia de 'El matamendigos', el asesino obsesionado con la muerte que los psicólogos definieron como "paradigma de la locura"

Patricia Peiró y Juan Ramón Pereira nos acercan al caso de Francisco García Escalero

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Madrid

Francisco García Escalero, conocido como 'El matamendigos', fue uno de los peores asesinos a lo largo de la historia criminal de España. Confesó once asesinatos y fue definido como un "paradigma de la locura". "García Escalero presentaba todas las patologías: psicopatía (carencia de empatía), necrofilia, alcoholismo, sadismo, psicosis e incluso canibalismo", ha confesado Juan Ramón Pereira, psicólogo y experto en conducta criminal. Fue la última persona que lo entrevistó en prisión. En su evaluación, según ha confesado, García Escalero le habló de catorce asesinatos y le reconoció que, cuando bebía, "las voces le decían que le matara".

Francisco García Escalero era un hombre obsesionado con la muerte. Su familia vivía en un piso a 200 metros del cementerio de la Almudena, en Madrid. Era una familia humilde, su padre era un albañil que lo maltrataba desde niño. Probablemente esta cercanía con el cementerio es lo que incrementó su interés por los cadáveres y la muerte. Sus problemas de salud mental estaban muy relacionados con los de sexualidad. Desde adolescente era un viejo conocido de la policía porque se colaba en casa para espiar a parejas, en ocasiones se autolesionaba, se tiraba delante de los coches en marcha… En 1973, ya fue condenado por primera vez a prisión por la violación de una mujer en la Almudena.

Desde su salida de prisión y hasta que confesó sus asesinatos, vivió entrando y saliendo de un hospital psiquiátrico en Madrid. En alguna ocasión los agentes lo descubrieron profanando tumbas. Una vez le pillaron masturbandose delante de tres cuerpos que había sacado de los ataúdes y había apoyado contra una tapia. En estas entradas y salidas él advertía de que había matado, pero le tomaban por loco y nadie le creía ni recibía un tratamiento adecuado.

Su modus operandi

De una forma muy primitiva. Era un hombre con problemas mentales que se veían agravados por un consumo de alcohol desmesurado. Cinco cartones de vino como mínimo. En algunos momentos, algo en su cabeza hacía clic y se despertaba la barbarie. Mató a otros mendigos por un cartón de vino, por el sitio en el que pararse a pedir limosna… Cosas simples. Tuvo incluso durante siete años un compañero de calle, otro indigente que se llamaba Ángel, con el que perpetró algunos crímenes como violaciones o agresiones. También a él lo acabó matando a golpes.

El principio del fin

Cuando mató a Víctor Luis Criado, un compañero del psiquiátrico en el que estaba internado en ese momento. Un día de septiembre de 1993 salieron ambos del centro pero solo regresó Escalero. El cadáver de Víctor apareció quemado al lado de la Almudena. Cuando le detuvieron, la policía empezó a preguntar por otros crímenes sin resolver. Muchos de ellos de mendigos, que son los que despiertan menos alarma social. Y sorprendentemente él empezó a hablar. Lo escalofriante no es solo lo que contaba, sino cómo lo contaba. Una voz carente de sentimientos, monótona, como si te estuviera relatando algo anodino.