Hace ya 40 años de casi todas las cosas: del mundial del 82 y de la pantanada de Tous y de las generales del 82 que ganó por primera vez Felipe González y, antes que eso, de aquellas primeras elecciones en Andalucía, que fueron en mayo. De 109 diputados, 66 fueron para el PSOE: Alianza Popular tuvo 17; 15, la UCD (que empezó a morir ahí); 8, el partido comunista y 3, el Partido Socialista de Andalucía, lo que suponía 66 escaños de 109. Rafael Escuredo resultó presidente de la Junta en aquella legislatura en la que, de 109 parlamentarios, sólo seis eran mujeres. El PSOE logró la mayoría absoluta en las tres primeras legislaturas: en las tres siguientes ganó por mayoría simple y luego recuperó por dos veces más la mayoría absoluta. Así pasamos por Rodríguez de la Borbolla y por Manuel Chaves. Hasta que llegó 2012. Fue ese año cuando el entonces ministro Gallardón habló de anomalía histórica porque los andaluces votaban siempre lo mismo. Aquello provocó un buen revuelo y el caso es que, aquel año, el PP ganó las elecciones. Fue la primera vez. Javier Arenas ganó. Pero no gobernó. Fue un punto de inflexión. Arenas se fue y metió al PP en una especie de depresión de la que le costó años rehacerse. Gobernó Griñán con Izquierda Unida. Arenas es el dirigente del PP que ha ganado unas elecciones pero no gobernó. Ahora, en cambio, gobierna un dirigente del PP que no ganó las elecciones. Para explicar el gobierno de Juanma Moreno y, sobre todo, las proyecciones que ahora le dan los sondeos (para explicar la crisis del PSOE) hay que hablar del paro y la economía, hay que hablar del escándalo de los ERE y de la transición entre Chaves y Griñán —condenados ambos— y la transición de Griñán a Susana Díaz, aclamada por el Madrid político y mediático, que presumió de un poder que parecía que no se acababa nunca, hasta que se le acabó en unas primarias y se quedó sin gobierno pese a haber ganado. Fue este el primer parlamento en el que entró Vox, que hizo con sus votos presidente a Moreno. Susana Díaz se fue. De ella dicen que hizo a Pedro Sánchez secretario general y con él libró la guerra política más cruenta que recuerda el PSOE más reciente. También se peleó el PP por Andalucía. Se pelearon Arenas y Cospedal por poner a los suyos hasta que Rajoy, por teléfono, resolvió en favor de Juanma Moreno. Aún así, la misma noche en que perdió las elecciones pero ganó la Junta, había en Génova quien quería que rodara su cabeza. Sobrevivió, sin embargo. Y ahora él, referente en su partido, es el que disimula las siglas del PP. A veces no hace falta que pasen 40 años para que cambien mucho las cosas.