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“Hemos pasado años solas y calladas”: la emotiva carta que una víctima de abusos sexuales en la iglesia no se ha atrevido a leer en público

La mujer ha pedido a la coordinadora del proyecto REPARA, que apoya a las víctimas, que leyera su carta en un acto público en un colegio mayor católico

“Hemos pasado años solas y calladas”: la emotiva carta que una víctima de abusos sexuales en la iglesia no se ha atrevido a leer en público

Madrid

“Para no sentirme señalada" y "para que nadie me mire con incredulidad y me diga uff, cuánto has sufrido. Yo ya lo sé". Son las dos razones por las que esta mujer no ha querido subir al estrado a contar su caso en un auditorio lleno de personalidades de la iglesia que investigan casos de pederastia y alumnos del colegio mayor Mara de Madrid, donde se celebraba.

El evento lo organizaba la editorial PPC bajo el lema “¡Nunca más! Abusos de poder, conciencia y sexual en la Iglesia de hoy” y, entre otros, asistía Hans Zollner, el mayor experto del Vaticano en la lucha contra la pederastia.

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Por sorpresa, y al final de su intervención, la coordinadora del proyecto REPARA de apoyo a las víctimas de abusos, Lidia Troya, ha sacado unos folios con la carta de esta mujer que, como ha explicado, estaba "entre el público" pero que todavía, tras haber sufrido abusos en el seno de la iglesia, no se atrevía a hacer pública su cara ni contar su testimonio ante otras personas.

El texto de la carta habla, sobre todo, de la vergüenza insuperable que sienten muchas víctimas para aparecer en público verbalizando la situación de abuso sexual que vivieron. Ha invitado a todos los asistentes a "ponerse en su lugar" y pensar "cómo se sentiría si se levantara y todo el mundo la mirara incrédulo".

La carta completa dice así:

Me gustaría que cada uno de vosotros también fuerais mi voz. Estoy aquí, en este salón del Mara (el colegio Mayor donde se celebraba el acto) escondida de incógnito entre la gente. No me atrevo a levantar la voz porque no me quiero sentir señalada. No me agrada que me vayas a mirar con asombro, con incredulidad, con un uff, cuánto tienes que haber sufrido. No me lo digas. Yo ya lo sé.

Me conoces y quiero seguir siendo la misma de siempre aunque haya sufrido -mejor- vivido abusos en casa, en mi familia de sangre y de fe y en la vida religiosa.

Te invito a que te pongas en mi lugar. Piensa en cómo me sentiría si yo, ahora, me levantara y tú me miraras incrédulo. Y al verme piensas: ¿Pero tú has vivido esto? Y se hace un silencio sepulcral que casi se mastica y no sabes qué comunicarme.

Necesito que me creas, no que me mires y te sorprendas. Necesito que seas mi voz, no que me preguntes por qué y qué pretendo al hablarlo. Necesito que estés a mi lado, no de mi lado, porque esto no va de quién tiene la razón o pruebas. Si estás a mi lado llegarás a darte cuenta de qué va la cosa.

Necesito de tu confianza pues yo lucho contra toda desconfianza diariamente. Necesito que hables allí donde vayas y allí donde estés.

Te necesitamos porque hemos pasado muchos años solas, con esto dentro y calladas. No hables de mi como un número de la estadística. No hables sobre mi sin saber. Atrévete a leer e infórmate sobre este tema y no cierres los ojos y tu corazón porque consideras que este tema es doloroso, duro o fatigoso.

Piensa que me provoca más dolor tu complicidad en este silencio y que opines sin tener una información adecuada.

No creas que soy enemiga de la iglesia o de aquellos que me han dañado. Les quiero, aunque te parezca incomprensible. Las personas que me han acompañado me han llevado de la mano con tanto amor y tanta delicadeza que he tenido el valor de comprender a mis enemigos. Jesús el de Nazaret nos lo ha enseñado así.

Y te agradezco mucho que hayas venido, que estés aquí u online y que estés dispuesto a dejarte afectar a abrir tu mente y tu corazón. Te agradezco que me prestes tu voz y tu oído. Y que no te calles.

Javier Ruiz Martínez

Redactor de temas de sociedad, ciencia e innovación...