Comer y trabajar en un comedor social: "Ganan entre 0 y 200 euros al mes, tienen tan poco que la subida de los precios les da igual"
Así es por dentro un comedor de la obra social Álvaro del Portillo, en el barrio madrileño de Carabanchel
Reportaje EP25 | Volver a las colas del hambre
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Madrid
En 2021 se distribuyeron 172 millones de kilos de comida entre los usuarios de comedores sociales, según la Federación Española de Bancos de Alimentos. Ahora mismo hay 1.300.000 personas que, debido a su situación económica, comen o recogen comida a diario a través de las más de siete mil quinientas entidades sociales distribuidas por toda España. Un cálculo rápido nos deja una media muy significativa: los bancos de alimentos reparten 128 kilos de comida por persona al año.
Sólo en Madrid hay mas de 500 puntos en los que se trabaja para dar comida, apoyo y techo a las personas en exclusión social. La SER ha pasado una mañana en uno de ellos en el barrio de Carabanchel. Es la obra social Álvaro del Portillo, un pequeño local al que se accede por una discreta puerta de garaje en una pequeña calle lateral a General Ricardos.
90 personas sin recursos comen aquí cada día. Su comedor está adornado con guirnaldas blancas y presidido por un pequeño altar. A la izquierda, un grupo de trabajadores voluntarios, muy atareados, preparan un oloroso sofrito para unos tallarines con carne. Tras charlar con ellos descubriremos que son "tallarines con albóndigas", como nos explica uno de los cocineros. Estos tallarines serán luego el contenido de uno de los tupper del menú que "sirve" este local social hoy. Otro recipiente llevará una modesta ensalada y un tercero varias piezas de fruta y un trozo de pan. De aquí salen, cada día, 90 raciones individuales para familias del barrio. En los meses más difíciles de la pandemia llegaron a entregar 700 al día.
Comer y trabajar en un comedor social: "Ganan entre 0 y 200 euros al mes, tan poco que la subida de los precios les da igual"
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Win-win
En la cocina encontramos uno de las claves del éxito de la mayoría de estos lugares dependientes de los bancos de alimentos: los trabajadores, aparte de ser voluntarios, también son usuarios. "Es un gana-gana", nos cuenta Adriana, una colombiana que lleva un mes en España y que, a cambio de comida para ella y su familia, está aprendiendo a cocinar "al estilo de España". Aquí se corta menos la lechuga, dice, "no la ponen tan picadita como en Colombia y así tarda más en estropearse".
Esta mujer, de tez rosada y habla pausada, cuenta que el primer impacto como inmigrante que ha sufrido en España es "darse cuenta de que encontrar trabajo es prácticamente imposible en estos primeros días". El 23% de los trabajadores extranjeros dice haber encontrado obstáculos para tener un empleo en España y el principal problema al que se enfrentan es la convalidación de estudios En Colombia, Adriana era contable: "Aquí no soy nada", señala con resignación. Y añade: "Mientras no pueda avanzar me veo condenada a trabajar en limpieza de viviendas o cuidando ancianos".
También participa en este win-win Sonia, una peruana que nos aborda cuando ya nos marchamos "para contarnos su tristeza". Nos pide lanzar, desde el micrófono de la SER, un mensaje a todos los inmigrantes que estén pensando en venir a España: "Yo escuchaba muchas historias y no las creía. Ahora las estoy entendiendo y además con mucha dureza . Si tienen que venir no vengan solos sin la familia. Es bien triste. He dejado a mis hijos allí y lloro todas las noches". Sonia lleva una semana en España y vino "sin nada" porque "no tenía nada". En el comedor, trabaja, se siente bien, está conociendo a gente y "por fin", asegura, ha conseguido comer.
Adriana y Sonia, junto al resto de compañeros de cocina son personas en exclusión social que, gracias a este comedor, han descubierto que pueden comer aquí y que también pueden ayudar a personas como ellos. "Están tejiendo una red de solidaridad", dice Susana, coordinadora del comedor y trabajadora de la obra social.
¿Les afecta la subida de precios?
Hablamos con la responsable del comedor de la subida de los precios de la que hablamos a diario en las noticias. Le preguntamos si, como dicen muchos expertos, está afectando a las familias más vulnerables.
Susana lo tiene claro: No. Y lo explica: "No les afecta porque no les puede afectar. Son familias a las que la subida de precios de la lista de la compra les da igual" porque no podrían ni acercarse a un supermercado. Parten de un nivel de ingresos tan bajo, entre cero y doscientos euros, que no pueden permitirse nada. Ese dinero lo tienen que usar, en la mayoría de los casos, para pagar una habitación barata.
Ojos abiertos a una realidad "ajena"
Junto a los cocineros y sus ayudantes también encontramos un perfil muy diferente en este comedor. Eduardo ha tenido que comer muchos meses la comida que aquí se cocinaba. Ahora se está recuperando pero sigue viniendo. "Quiero ayudar como me ayudaron a mi", asegura con una sonrisa.
Es un empresario del transporte madrileño —llegó a tener 15 camiones a su cargo— que se quedó sin nada durante los meses más duros de la pandemia. Ahora, se ha dado cuenta de que "arruinarse le abrió los ojos" porque "era una persona muy prepotente que vivía de espaldas a los demás y no me importaba nada lo que les pasaba". Estos meses, con deudas y en la más absoluta pobreza, le han hecho ver "la realidad de la vida", una realidad que hasta ahora le era ajena.
Eduardo nos enseña el "coche de reparto" de los tupper con comida que está aparcado en la puerta. Es una pequeña furgoneta de su propiedad que ha puesto al servicio de la obra social. Tuvo mucho dinero, "mucho taca-tá", como él dice, y cuando se quedó sin nada se dio cuenta de que, como dice Susana la coordinadora, la comida "te da un mundo" y que "ayudar a los demás, descubrir que hay algo que puedes hacer por los que están peor que tú, te hace sentir bien".
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Javier Ruiz Martínez
Redactor de temas de sociedad, ciencia e innovación en la SER. Trabajo en el mejor trabajo del mundo:...