Vaya triunfo y qué desastre
La mayoría absoluta de Juanma Moreno constituye un triunfo colosal para el PP y una lección de lo que debería ser el camino a seguir por Feijóo
Uno de los mayores errores en política consiste en despreciar a los votantes. Si, de forma lógica, todos los partidos de izquierdas se han aferrado al mantra del ‘que viene la ultraderecha’, lo razonable es que ese mensaje cale y, con mayor o menor intensidad, se inocule en buena parte del electorado. Dado que los incomprensibles cálculos electorales de PP y PSOE han impedido aplicar el cordón sanitario a Vox, han sido los propios andaluces los que han erigido ese muro que impedirá a la ultraderecha tener la capacidad de condicionar las política autonómica en Andalucía los próximos cuatro años.
La mayoría absoluta de Juanma Moreno constituye un triunfo colosal para el PP y una lección de lo que debería ser el camino a seguir por el partido de Núñez Feijóo: la estrategia para combatir a Vox no debe pasar nunca por mimetizarse con la ultraderecha. Se trata de todo lo contrario: hay que diferenciarse de ella, plantear propuestas nítidamente distintas e ignorar el marco argumental que, hasta ahora, había impuesto a todos la formación de Santiago Abascal.
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La clave del triunfo de Moreno tiene cifras: los 540.000 votos que se ha dejado Ciudadanos han ido a parar íntegramente al PP. La derecha más moderada o el teórico centro de C's ha ignorado al PSOE para echarse en brazos del candidato del PP, un hombre tranquilo cuyo primer mandato se centró más en combatir la pandemia del Covid que en desarrollar una verdadera gestión política. Es, por tanto, una incógnita saber de qué forma actuará en un contexto de normalidad.
La mayor virtud de la victoria por mayoría absoluta del PP es, con todo, la irrelevancia en la que ha caído Vox. Ha ganado apoyos y escaños, sí, pero la ultraderecha será incapaz de condicionar la legislatura. Macarena Olona nunca tuvo cara de vicepresidenta de la Junta, lastrada por una campaña desastrosa, magullada por la polémica de su empadronamiento en Salobreña y rematada por sus contraproducentes debates televisados. Es un ‘macarenazo’ en toda regla y un alivio para todos los demócratas que ven a Vox como lo que es: una amenaza para la democracia. No sería descabellado pensar que Olona incumplirá su palabra de que se quedaría en la Junta sacase el resultado que sacase. Que no haya renunciado aún a su escaño en el Congreso es la muestra más palpable no sólo de que vaya a abandonar Andalucía en cuanto pueda, sino que desde hace semanas en Vox ya se intuía que los resultados no iban a ser buenos. No obstante, no es una derrota total: Vox, de hecho, gana dos escaños (de 12 a 14), constatando que la amenaza sigue ahí.
El PSOE se deja tres escaños, 127.00 votos… y gracias. Un candidato débil y poco o nada ilusionante, una inconcreción de propuestas y una estrategia errática apelando al viejo esquema de que uno de cada cuatro militantes del PSOE es andaluz —en estas elecciones dos de cada tres andaluces han votado a la derecha— han jugado en contra de la movilización de la izquierda. El fortín andaluz no cae, se desmorona, por una evidente falta de oposición en los últimos tres años y una ausencia de ardor y determinación desde el momento en el que se adelantaron los comicios. Juan Espadas no ha sido un buen candidato: no puede serlo quien pierde el gran bastión socialista. Es muy posible que el PSOE andaluz active en breve el mecanismo para encontrar un líder más ilusionante y es fundamental que, por una vez, ese cambio no provoque una lucha interna que provoque aún más descontento. Porque si algo demuestran estos resultados es que el PSOE tiene un suelo de 30 escaños. Reconocer el fracaso, digerir bien el resultado y trabajar en un proyecto de futuro creíble es fundamental para que ese suelo no empiece a agrietarse.
Las fuerzas a la izquierda de la izquierda obtienen lo esperado: la división penaliza, sí, pero castigan aún más sainetes como el de la configuración de las candidaturas electorales de Adelante Andalucía. La lucha de la izquierda contra la izquierda, ya todo un clásico, desespera y desmoviliza. Todo un aviso para la confluencia de izquierdas en la que ya trabaja Yolanda Díaz. Inma Nieto y Teresa Rodríguez han hecho, con todo, una buena campaña, pero lo que empieza mal no suele terminar bien.
La noche triunfal, histórica, del PP es inquietantemente oscura para el Gobierno de Pedro Sánchez. Es cierto que unas elecciones en Andalucía no son directamente vinculantes con unas generales, pero la comunidad es pieza clave cuando se aspira a seguir gobernando España. Se han dedicado miles de palabras a alabar la serenidad y capacidad de diálogo de Juanma Moreno, pero quizá se ha dejado de lado que su campaña electoral, acertadamente, ha estado centrada en hablar de gestión, de futuro y, sobre todo, de cuestiones que afectan directamente a los andaluces. Bajar al suelo y gobernar para la gente dejando de lado debates estériles es, se mire como mire, la única opción para movilizar el voto, ilusionar y ganar unas elecciones. No hay otra.
Y que Ciudadanos descanse en paz.
Guillermo Rodríguez
Guillermo Rodríguez es director de los Servicios...