Mari Trini: de niña aristocrática y enfermiza a cantante universal adelantada a su época
Los mensajes de sus canciones se metieron en las cocinas y en las casas de las madres de los años 70
El viaje de ida | Mari Trini, una estrella que no te imaginas
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Madrid
Calle Alejandro Séiquer, en pleno centro de Murcia, 12 de julio de 1947. Un edificio señorial ve nacer a María Trinidad Pérez de Miravete-Mille y Pascual del Riquelme, a quien conoceríamos años después por el nombre artístico de Mari Trini. Frente al portal está la parroquia de San Lorenzo, donde 8 días después fue bautizada. Era la pequeña de la casa y en su interior aún se guardan los primeros acordes que la joven cantautora sacó de su guitarra. Mari Trini, junto a sus hermanos, Miriam, Paco Luis y Gonzalo, subían a la terraza a cantar. El Viaje de Ida de esta semana está dedicado a una cantante universal, una murciana de origen aristocrático con una infancia marcada por la enfermedad que hizo pasar mucho tiempo en cama en la casa que la familia tenía en Singla, una pedanía de Caravaca de la Cruz. "Tenían una finca muy grande, se llamaba Ocho casas, era un caserón del siglo XVIII rodeado de un gran jardín cercano a una ermita". Ahora la maleza lo cubre todo, las paredes, desconchadas, fueron testigo directo de la infancia de la cantante. Los veranos de la familia se pasaban al fresco, con el sonido del canto de los pájaros y la compañía de un burro. Ese ambiente de libertad alejado de la ciudad fue creciendo en el corazón rebelde de Mari Trini.
De su infancia en Murcia a sus primeras actuaciones en Madrid
En eses primeros años de infancia y enfermedad le marca su madrina María Trinidad, que le regaló una guitarra. Era vizcondesa viuda de las Ribas de Alaja y trató por todos los medios de llevarla hacia la música. Postrada en la cama, Mari Trini tenía todo el tiempo del mundo para escribir: "Entré en la cama siendo niña y salí siendo mujer", llegó a decir ella misma.
Ese tiempo lo aprovechó para escribir canciones y con 16-17 años viajó a Madrid, donde actuaba en cafeterías y pubs para darse a conocer. A la capital se habían trasladado sus padres por trabajo y en uno de esos locales, el Nikas, tocó Mari Trini. Estaba en la esquina de la calle Cartagena con Avenida de América, donde en la actualidad hay un restaurante italiano. El dueño de ese local era el director de cine americano Nicholas Ray, el de Rebelde sin causa, que cuando la vio y escuchó lo tuvo claro: "Le impactó que a mitad de los años 60 hubiera en España una cría que se manifestara de esa manera", recuerda Juan de Dios Rodríguez, radiofonista musical y uno de los grandes amigos de Mari Trini.
Estudios en Londres y éxito en París
Fue Ray el que la sacó de España. Viajó a Londres apadrinada; tenía 17 años y corría el año 1964, el mejor momento posible por el auge de la beatlemanía. Su padrino, Nicholas Ray, le buscó un trabajo en la BBC como ayudante de coordinación de un programa musical, una excusa para pagarle un dinero mientras estuviera en Londres. Gracias a este contacto Mari Trini conoce a los más grandes: a Peter Ustinov, que era su jefe en la BBC, a Paul McCartney y Roman Polanski. Esther Zecco, cantautora y estudiosa de la figura de Mari Trini, recuerda que en Londres estudió arte dramático e interpretación por si si padrino la metía en el mundo del cine.
Tras Londres, viajó a París. A ella le tiraba más Francia y la canción francesa. Y es en París donde empieza de verdad su carrera, donde triunfa antes de llegar a España. Estudió Filosofía y Letras en la Sorbona aunque lo dejó al poco de empezar. Era una gran admiradora de Jacques Brel, que dijo de la murciana que nadie había cantado como ella el Ne me quitte pas. Eran los últimos años de la década de los 60. Mari Trini se movió mucho por el barrio de Montmartre, el histórico barrio bohemio en la orilla derecha del río Sena.
Letras adelantadas a su época
Mari Trini vuelve de Francia como una estrella. Regresa a España en los 70 y en las entrevistas que le hacen no son muy amables. En Luces en la noche (TVE, 1970), la tildan de "cantante maldita", destacan su "aspecto taciturno" y la "tristeza de sus canciones". Mari Trini chocó con una España que no tenía la luz que ella traía de París, con una industria musical tremendamente machista, pero su arte sí llegó al público y, sobre todo, a las mujeres de la época, que necesitaban sus letras: "Se metía en las cocinas y en las casas de las madres de aquellos años. Eran letras adelantadas a su época pero que las mujeres que las oían entonces podían estar sintiendo. Las conquistó", recuerda Esther Zecco. Eran mensajes importantes en una época complicada, el final del régimen franquista, donde se la criticaba que siempre iba con pantalones y que era una marimacho. Pero al final llegó a todos porque reivindicaba al ser humano, no solo a la mujer.
En Madrid vivía en una zona residencial en las afueras, en el Plantío. Allí hacía su vida la mayor parte del tiempo y, de vez en cuando, hacía escapadas a su casa de Ibiza, una casa de payeses donde escribió sin luz eléctrica el disco Solo para ti. Está ubicada a las afueras de Sant Antoni, una zona de viviendas unifamiliares que ha ido creciendo sin orden. La casa de Mari Trini fue en su momento una de las más llamativas: se sitúa sobre una ladera y tiene jardines, piscina y anexo para el servicio.
Mari Trini tiene también una gran obra poética por publicar, y también ha sido objeto de un poema dedicado a ella. Se lo escribió su amiga Gloria Fuertes:
Cuando canta
Con los ojos muy claros
con ideas muy claras
pantalones ceñidos
y corazón de luz,
ilumina a su España
con su luz de otro sitio
cuando canta y encanta
desde el norte hasta el sur.
Cuando canta,
los tigres lloran
los ángeles sonríen
los ciegos ven.
Cuando canta,
los amantes lloran
los amantes aman,
los versos se encienden
la prosa se apaga,
esta niña que se llama Mari Trini,
cuando canta
la verdad reluce
la maldad se espanta
cuando canta...
Cuando Mari Trini canta
hasta Dios se levanta
cuando Mari Trini canta.