De la historia sentimental del FIB a la burbuja de los festivales: especial en La Hora Extra
Hablamos con Joan Vich de sus memorias festivaleras en 'Aquí viví yo' y con David Saavedra que ha recorrido musical y sociológicamente todos los festivales de España
En 1975 se celebró, con Franco todavía vivo, el Festival Cent de Mar, un intento de ser un Woodstock español donde tocaron, durante doce horas seguidas, músicos como Pau Riba, María del Mar Bonet o Lole y Manuel. España arrancó aquí su historia festivalera, es que nos ha llevado a que este año 2022 se celebren más de 900 festivales, con un impacto económico de 400 millones. Después de dos años de pandemia donde la música en directo ha sido casi inexistente y ha sufrido mucho los estragos de confinamientos y reducciones de aforo, los festivales de música se preparan para celebrar el verano de la recuperación.
El festival como sinónimo de oasis de libertad, como lugar para codearte con gente igual que tú, para bailar, beber y descubrir nuevos grupos. Por ejemplo, las Tanxugueiras fueron un descubrimiento en 2017 del Festival de Ortigueira. Pero también está el festival como moda, o como hábito de consumo, ligado al crecimiento de España como país y a la evolución de su cultura. En esto último ahonda David Saavedra en su libro Festivales de España. Es más que una guía, es algo así como un análisis sociológico de cada uno de los festivales.
En este ensayo, Saavedra señala al FIB, el Festival Internacional de Benicasim, centrado en el indie, el SÓNAR, en Barcelona, centrado en la electrónica, y el Viñarrock, en Villarrobledo,centrado en el rock español, como los decanos de los festivales españoles. Y al calor de estos surgieron otros nuevos, casi con esa filosofía muy española de que cada pueblo debería tener su rotonda, su aeropuerto y su festival.
"Ha habido un proceso de gentrificación de los festivales paralelo al que está sufriendo el mercado de la vivienda o el turismo. También ha habido una rayanización de los festivales. La política de precios es, de hecho, muy parecida a la de las aerolíneas españolas. Pagas un precio, pero eso no te da derecho a casi nada, si quieres más derechos, tienes que pagar extras. Además, tenemos festivales con fondos de inversión detrás y otros, como Cruïlla que usan el big data para elegir los grupos que configurarán el cartel. Por ejemplo, han incluido una carpa de comedia, porque era lo que demandaban sus usuarios. Eso se ha convertido en una tendencia", señala en la SER.
Habla Saavedra de cómo algunos festivales han fagocitado a los más pequeños, comprándolos y montando un emporio empresarial. Eso ocurrió con los propietarios del FIB que compraron el Arenal Sound, un nuevo modelo de festival, con entradas más baratas, con menos servicios y grandes grupos que logró bajar la edad media del público. La cantidad de festivales es obvia, pero ¿qué pasa con la calidad y la variedad? Si nos fijamos en el BBK y en el Mad Cool, que se celebran en la misma fecha, vemos que tenemos un cartel similar. "Hay más festivales que nunca, pero me da la sensación de que los carteles son cada vez más iguales que nunca", incide.
La burbuja de los festivales ha sido un término que ya se usaba antes de la pandemia, pero el debate ha vuelto con este resurgir musical en un momento en que hay nuevos retos como la sostenibilidad o la paridad en los carteles y, por supuesto, la precariedad de sus trabajadores. Lo señala Eva Castillo, responsable de comunicación del BBK: "Tenemos criterios muy rigurosos a la hora de contratar a los trabajadores y con procesos de control para que las conidiciones sean ópticas. Siempre lo hemos hecho y nunca ha habido un problema al respecto". El BBK es el festival que mejor puntuación y comentarios tiene entre usuarios, según la guía de Saavedra, y ahora sus retos pasan por la sostenibilidad y la paridad. "Lo más importante es la calidad, tenemos la suerte de que cada vez hay más mujeres y también me gustaría señalar al colectivo LGTBI que es muy importante y que va a estar muy presente en la programación de este año", añade.
Antes del FIB no había nada tan importante para la escena musical española, fue una escuela para los festivales que llegaron detrás. Fue uno de los pioneros, como selañaba Saavedra, pero además un emblema de la música indie y su evolución permite ver cómo ha cambiado la forma de consumir música en nuestro país y cómo ha evolucionado la industria musical española. El FIB iba creciendo, al tiempo que crecía el turismo de sol y playa, la sociedad de consumo y cómo España se abría a la música internacional. Joan Vich ha abierto la caja de los recuerdos de sus 25 años trabajando en el Festival Internacional de Benicàssim. El músico y programador publica Aquí vivía yo, (Libros del K.O.) una crónica emocional de su etapa primero como camarero y luego como director.
"Ha sido un reflejo de cómo la cultura ha ido evolucionando y de cómo venía de la escena alternativa y la música independiente y cómo se ha convertido en hegemónica. Las altas esferas son indies, hasta Moreno Bonilla dice que es indie", señala en una entrevista en La Hora Extra, donde cuenta anécdotas sobre la visita de Pedro Sánchez a ver a The Killers, o la relación del festival con las drogas o momentos míticos, como la espantada de Morrisey en 2004. También repasa cómo ha evolucionado la forma de entender la música y su relación con la política o de abrirse a nuevos grupos o a nuevos.
La música invade todo esta semana, también el cine con el esperado biopic de Elvis, dirigido nada menos que por Baz Lurhamn, una mirada al sueño americano a través del mito del rock y hay música también en dos de las propuestas teatrales de la semana. Por ejemplo, el actor Diego Luna se sube al escenario del Teatro Español, en las Naves de Matadero. Interpreta una historia amor sobre una pareja que trata de entender la convivencia tras 40 años juntos. Cada vez nos despedimos mejor es una comedia con humor negro que habla de las relaciones, de la pérdida, pero también hace un repaso de las últimas décadas de éxito. "Cuando nos despedimos, generalmente aflora la inmadurez, la violencia, el egoísmo, lo peor de nosotros", explicaba el actor en la rueda de prensa de presentación.
Si Diego Luna mira a la pareja moderna, otra actriz, Marta Etura hace lo mismo con el amor en el siglo XIX. Se convierte de la escritora francesa George Sand y nos cuenta en Nocturnos, una obra de Inma Correa con dirección de Magüi Mira, la despedida de la escritora y de su gran amor, Chopin. "Lo que más me atrajo del texto de Irma Correa es que tiene una estructura muy poco convencional: es atemporal. El tiempo y el espacio no existen, no hay una cronología clara ni un orden de dimensión real", decía la actriz.
De las novedades literarias, nos centramos en la vuelta de Joël Dicker, uno de los autores europeos más aclamados por los lectores y hasta la crítica, que regresa con El caso Alakaska Sanders, una secuela del que fue su gran bestseller, La verdad sobre el caso Harry Quebert, donde detective y escritor vuelven a reunirse para investigar el asesinato de una joven en la costa este de Estados Unidos. En su nueva novela, una intriga que alterna varias líneas temporales, el autor suizo recupera a Marcus Goldman, al sargento Perry Gahalowood y a Harry Quebert.
"En mis libros, desde el primero, hay mujeres víctimas. A veces me preguntan por qué y es que la sociedad sigue siendo así. El número de feminicidios por día es tremendo, el número de mujeres asesinadas por sus parejas es insoportable. Estamos en 2022 en una sociedad que tiene toda la tecnología posible al alcance y seguimos repitiendo patrones obsoletos. Todavía la mujer no tiene el salario de los hombres, ni los derechos. ¿Qué le voy a decir yo a mi hija cuando empiece a trabajar? ¿Que eso es normal?", respondía el autor en la Cadena SER.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...