Henry Désireé Landru, el asesino de Gambais
Lo apodaron Barba Azul, un nombre que se asocia a aquellos hombres que asesinan sistemáticamente a sus novias o esposas
La foto impensable (II)
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Hace un siglo murió guillotinado Henry Désireé Landru, un hombre que, a pesar de ser bajito, calvo, cargado de hombros, dueño de una gran nariz, ojos hundidos y una poblada barba, sedujo a más de 270 mujeres. Por supuesto, seducir y enamorar a las mujeres no es un delito. Sí lo es asesinarlas y hacerlas desaparecer para siempre. La prensa lo bautizó como el “Barba Azul de Gambais” (Paris), porque la imagen de Barba Azul ha trascendido durante siglos y se asocia a aquellos hombres que asesinan sistemáticamente a sus novias o esposas.
Con el inicio de la I Guerra Mundial millones de hombres acudieron al frente, y eran muchos los que no regresaban a su hogar. La guerra estaba poblando Paris de viudas, de mujeres solas, jóvenes y maduras, que buscaban un hombre con el que compartir su vida y poder formar una familia. Landru aprovechó el contexto bélico y la situación de las mujeres a principios del siglo XX para convertirse, primero, en un estafador de poca monta y después, en un depredador de mujeres.
El Paris y la sociedad en la que Landru nació y se educó era extremadamente machista. Las mujeres eran consideras objetos o meros juguetes de los hombres. Muchas de ellas trabajaban en pésimas condiciones y por una remuneración insultante. Los barrios más desfavorecidos estaban repletos de jovencitas que vendían su cuerpo por un solo franco. En esa situación y además agravada por el conflicto bélico en el que estaba inmersa Francia, las mujeres buscaban, porque lo necesitaban, un hombre con el que casarse y formar una familia.
Landru se dedicó a publicar anuncios matrimoniales en diferentes periódicos de París. Este fue uno de ellos: “Viudo, dos hijos, 43 años, solvente, afectuoso, serio y en ascenso social, desea conocer a viuda con deseos matrimoniales”. Pero mentía en su verdadera intencionalidad, ya que estaba casado con su prima y era padre de cuatro hijos.
Durante mucho tiempo llevo una doble vida que compaginó a la perfección: buen marido, buen padre y buen trabajador. Landru entró en varias ocasiones en prisión por pequeñas estafas y fue ahí donde comenzó a gestar su nuevo modus operandi para evitar ser detenido de nuevo. Fue en 1909 cuando decidió vivir de las mujeres. Conoció a Madame Izoret y en esta ocasión fue ella la que publicó un anuncio en el periódico. Se presentaba como una viuda rica que buscaba compañía y un buen hombre para poder casarse con él. Por supuesto, Landru contestó de inmediato y enseguida entablaron amistad. Su facilidad para seducir a las mujeres, su capacidad innata de manipulación y sus constantes mentiras hicieron que Madame Izoret entregara a este Casanova francés la cantidad de 20.000 francos. Él no cumplió con ninguna de sus promesas y finalmente le denunció. Entró de nuevo en prisión hasta 1913 y era consciente de que no podía volver a ser detenido o acabaría en la colonia penal de Guayana y de allí… sí que era difícil volver.
Landru comprendió que a partir de ese momento no podía dejar a sus víctimas con vida, o corría el riego de que alguna de ellas le denunciara de nuevo. Fue cumpliendo su última condena cuando decidió usar la trampa de los anuncios matrimoniales. Recibió cientos de cartas que tenía clasificadas en diferentes carpetas con distintas etiqueta En el registro que se hizo de un garaje que tenía alquilado, encontraron 283 respuestas a sus anuncios, así como los muebles, ropa femenina, baúles y pertenencias de sus víctimas que iba vendiendo poco a poco.