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Salud y bienestar

Psicópatas y sociópatas

Hablamos de dos trastornos que se suelen confundir entre sí, pero que presentan algunas diferencias

Habitación 525 (II)

¿Cómo funciona el cerebro de un psicópata? ¿Cuáles son las diferencias con un sociópata?

Los psicólogos y los investigadores de las ciencias de la conducta en general hablan de psicopatía y sociopatía para definir un conjunto de rasgos problemáticos. Se trata de algo así como constructos psicológicos no oficiales, que permiten hacerse una idea aproximada acerca del comportamiento de ciertos individuos.

Ambos conceptos están asociados al Trastorno Antisocial de la Personalidad. Algunos de los síntomas tienen que ver con la falta de empatía y/o falta de culpa, pero tienen patrones de comportamiento que se mantienen en el tiempo y que están relacionados con la manipulación, explotación o violación de los derechos de otras personas. Es decir, poca responsabilidad afectiva y mucho saltarse los límites para conseguir un objetivo sin que importe mucho el resultado.

Y sus cerebros, ¿son iguales o hay diferencias?

Eso mismo se preguntaron en la Universidad de Wisconsin, así que realizaron un estudio para analizar el cerebro de 40 presos con resonancia magnética funcional que, como ya hemos hablado en otras ocasiones, permite ver el cerebro en vivo y en movimiento para ver qué áreas se activan más o menos. Para el estudio escogieron a 20 personas diagnosticadas de psicopatía y otras 20 que no.

Lo que pudieron ver en el estudio es que las personas diagnosticadas con psicopatía tienen conexiones reducidas en la corteza prefrontal ventromedial (la parte del cerebro responsable de sentimientos como la empatía y la culpa) y la amígdala (que se encarga de mediar el miedo y la ansiedad). Es decir, esas dos estructuras del cerebro encargadas de regular la emoción, del comportamiento social y de tener una respuesta empática hacia los demás, parece que no se comunican como debería.

La sociopatía es el subgénero más amplio del Trastorno de Personalidad Antisocial. Suele darse en hombres jóvenes (aunque la presencia de mujeres está aumentando), que no socializaron bien en la infancia y adolescencia. Al final, tener una falta de cariño, afecto, moral de lo que está bien y mal, es la base para que pueda surgir un caso de sociopatía. Por ello, la sociopatía está muy relacionada a una infancia de abusos o abandono. Eso no quiere decir que todas, o incluso la mayoría de las personas, que sufrieron abusos cuando eran niños se conviertan en sociópatas. Aunque diversos estudios, y en particular el del psicólogo Scott Johnson, demuestran que el trauma psicológico en la niñez interfiere con el desarrollo adecuado del cerebro, lo que puede explicar la existencia de este vínculo. De alguna manera podemos decir que psicópata se nace y sociópata se hace.

¿Cuáles son algunas diferencias entre los psicópatas y los sociópatas?

Los psicópatas suelen ocultarlo durante más tiempo. Mantendrán la calma y se asegurarán de imitar lo que creen que sería la respuesta normal e inocente a un interrogatorio, por ejemplo. Tienden a realizar crímenes premeditados con riesgos calculados. O directamente pueden manipular a otra persona para que infrinja la ley, mientras se mantienen seguros a distancia. Tienen objetivos muy claros y son capaces de actuar con “normalidad” con tal de conseguir su objetivo.

Los sociópatas, sin embargo, tienden a ser violentos, pero menos propensos a ser calculadores. Son más impulsivos y no planifican tanto sus actos. Tienen una capacidad limitada, aunque débil, para sentir empatía y remordimiento, pero son capaces de manipular, dañar, robar a otra persona simplemente por diversión y son más predispuestos a perder los estribos y reaccionar violentamente cada vez que se enfrentan a las consecuencias de sus acciones.

En ambos casos, la falta de empatía es un claro signo. Los psicópatas por falta de conexiones neuronales entre las áreas que la fomentan y los sociópatas por el trauma.

¿Qué es la empatía?

La empatía no es solo la capacidad de compartir, comprender y responder con cuidado al estado de otras personas, sino también de sentir esas respuestas (es decir, angustia emocional y contagio emocional) y tener una motivación altruista para cuidar y ayudar a los demás. Diferentes estudios de neuroimagen funcional han demostrado que regiones cerebrales similares se activan durante la experiencia personal del dolor y cuando se atiende el dolor de los demás.