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Las bacterias naturales con las que se puede combatir la contaminación por plásticos

Una investigación realizada en 29 lagos europeos constata que el plástico es un alimento para esos organismos. "Nuestro estudio ayuda a identificar microbios que podrían aprovecharse para ayudar a descomponer los residuos plásticos y gestionar mejor la contaminación", dice uno de sus autores

Una investigación identifica bacterias que consumen plástico para crecer. / Carmen Martínez

Una investigación identifica bacterias que consumen plástico para crecer.

El estudio ha descubierto que algunas bacterias naturales de los lagos crecen con mayor rapidez y eficacia en los restos de las bolsas de plástico que en la materia natural, como las hojas y las ramas. Las bacterias descomponen los compuestos de carbono del plástico para utilizarlos como alimento para su crecimiento.

Ante este hallazgo, los científicos afirman que enriquecer las aguas con determinadas especies de bacterias podría ser una forma natural de eliminar la contaminación por plástico del medio ambiente, según publican en la revista 'Nature Communications'.

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Además, destacan que el efecto es pronunciado ya que la tasa de crecimiento bacteriano se duplicó con creces cuando la contaminación plástica aumentó el nivel general de carbono en el agua del lago en solo un 4%.

Los resultados sugieren que la contaminación por plástico en los lagos está "preparando" a las bacterias para un rápido crecimiento: las bacterias no solo descomponen el plástico, sino que son más capaces de descomponer otros compuestos naturales de carbono en el lago.

El plástico como alimento

Se descubrió que las bacterias de los lagos favorecen los compuestos de carbono derivados del plástico frente a los naturales. Los investigadores creen que esto se debe a que los compuestos de carbono de los plásticos son más fáciles de descomponer para las bacterias y utilizarlos como alimento.

Los científicos advierten de que esto no justifica la continua contaminación por plásticos, especialmente porque algunos de los compuestos de los plásticos pueden tener efectos tóxicos en el medio ambiente, sobre todo en altas concentraciones.

"Es casi como si la contaminación por plástico despertara el apetito de las bacterias -explica el doctor Andrew Tanentzap, del Departamento de Ciencias Vegetales de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), autor principal del trabajo-. Las bacterias utilizan primero el plástico como alimento, porque es fácil de descomponer, y luego son más capaces de descomponer algunos de los alimentos más difíciles: la materia orgánica natural del lago".

Según destaca, "esto sugiere que la contaminación por plásticos está estimulando toda la red alimentaria de los lagos, porque más bacterias significan más alimento para los organismos más grandes, como los patos y los peces".

El efecto variaba en función de la diversidad de especies bacterianas presentes en el agua del lago: aquellas con más especies diferentes eran mejores para descomponer la contaminación por plástico.

El papel del carbono

Un estudio publicado por los autores el año pasado descubrió que los lagos europeos son potenciales focos de contaminación por microplásticos. Cuando los plásticos se descomponen, liberan compuestos simples de carbono. Los investigadores descubrieron que éstos son químicamente distintos a los compuestos de carbono que se liberan al descomponerse la materia orgánica, como las hojas y las ramitas. Los compuestos de carbono de los plásticos se derivan de aditivos exclusivos de los productos de plástico, como adhesivos y suavizantes.

El nuevo estudio también descubrió que las bacterias eliminaban más contaminación por plástico en los lagos que tenían menos compuestos de carbono naturales únicos. Esto se debe a que las bacterias del agua del lago tenían menos fuentes de alimentación.

Los resultados ayudarán a priorizar los lagos en los que es más urgente controlar la contaminación. Si un lago tiene mucha contaminación por plástico, pero poca diversidad bacteriana y muchos compuestos orgánicos naturales diferentes, su ecosistema será más vulnerable a los daños.

"Por desgracia, los plásticos contaminarán nuestro medio ambiente durante décadas -advierte el profesor David Aldridge, del Departamento de Zoología de la Universidad de Cambridge, que participó en el estudio-. Lo positivo es que nuestro estudio ayuda a identificar microbios que podrían aprovecharse para ayudar a descomponer los residuos plásticos y gestionar mejor la contaminación ambiental".

Así se hizo el estudio

El estudio incluyó el muestreo de 29 lagos de toda Escandinavia entre agosto y septiembre de 2019. Para evaluar una gama de condiciones, estos lagos diferían en latitud, profundidad, área, temperatura media de la superficie y diversidad de moléculas disueltas a base de carbono. Los científicos cortaron bolsas de plástico de cuatro grandes cadenas comerciales del Reino Unido y las agitaron en agua hasta que se liberaron sus compuestos de carbono.

En cada lago, se llenaron botellas de cristal con agua del lago. A la mitad de ellas se les añadió una pequeña cantidad de "agua de plástico", para representar la cantidad de carbono que se desprende de los plásticos en el medio ambiente, y a las demás se les añadió la misma cantidad de agua destilada. Tras 72 horas en la oscuridad, se midió la actividad bacteriana en cada una de las botellas.

El estudio midió el crecimiento bacteriano por el aumento de la masa y la eficiencia del crecimiento bacteriano, por la cantidad de dióxido de carbono liberado en el proceso de crecimiento.

En el agua con compuestos de carbono derivados del plástico, las bacterias duplicaron su masa con gran eficacia. Alrededor del 50% de este carbono se incorporó a las bacterias en 72 horas. "Nuestro estudio demuestra que cuando las bolsas de basura entran en los lagos y ríos pueden tener un impacto dramático e inesperado en todo el ecosistema. Esperemos que nuestros resultados animen a la gente a tener aún más cuidado con la forma de deshacerse de los residuos plásticos", afirma Eleanor Sheridan, del Departamento de Ciencias Vegetales de la Universidad de Cambridge, primera autora del estudio, que realizó el trabajo como parte de un proyecto de fin de carrera.

 
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