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Rafael Reig: "La maternidad está sobrerrepresentada, hay que hablar más de las relaciones padre-hijo"

El escritor nos presenta 'El río de cenizas', una novela sobre la vejez y la relación entre un anciano y su hijo, en medio de una pandemia disparatada.

Rafael Reig: "La maternidad está sobrerrepresentada, hay que hablar más de las relaciones padre-hijo"

Rafael Reig: "La maternidad está sobrerrepresentada, hay que hablar más de las relaciones padre-hijo"

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Hemos hablado mucho de maternidad durante este año en La Hora Extra. Empezamos con la novela de Aroa Moreno Durán, 'La Bajamar', que cuenta la historia de tres generaciones de mujeres que se reencuentran en la casa familiar; estuvimos en la presentación del libro de Siri Hustvedt: 'Madres, padres y demás, apuntes sobre mi familia real y literaria'; repasamos todos esos relatos de madres que abandonan a sus hijos, que nos contó Begoña Gómez Urzaiz en 'Las abandonadoras'; Sara Torres también abordaba la relación entre una hija y su madre en 'Lo que hay'. Son algunos ejemplos de cómo se aborda la maternidad y la crianza en la literatura, desde diferentes perspectiva y dando voz a otros relatos.

La maternidad, según Rafael Reig (Cangas de Onís, 58 años) está sobrerrepresentada. "Se ha abordado poco las relaciones entre un padre y sus hijos, que se construyen solo a través del trato", afirma el escritor. Así que él ahonda en ello en 'El río de ceniza', su última novela, publicada en Tusquets. Un libro lleno de reflexiones aceradas y elegiacas sobre la vejez, el paso del tiempo, el miedo y la vergüenza, el deseo y el sexo.

'El río de cenizas' nos cuenta la historia de un anciano adinerado, que ha sufrido un ictus y se va a vivir a una residencia. Allí reflexiona sobre su vida y la relación con su hijo, lo que hizo y dejó de hacer. Y en esto estalla una pandemia, que mucho recuerda a la del Covid, por lo disparatado y confuso que fue todo al principio. Al autor se le caían de la mano todos los textos lacrimógenos que había leído sobre la pandemia, así que ha descrito una situación mundial hilarante, un reflejo de la realidad con humor, porque sin humor no se puede sobrevivir. De todo ello conversamos con él en esta entrevista.

Portada de &#039;El río de cenizas&#039;, de Rafael Reig

Portada de 'El río de cenizas', de Rafael Reig / Tusquets

'El río de cenizas'. ¿De dónde viene el título?

Durante el confinamiento leí bastante y volví a leer Muerte en Venecia, porque recordaba que había una epidemia de cólera y, en efecto, la había. El protagonista se llama Aschenbach. Y Aschenbach en alemán significa arroyo de cenizas. Nunca pensé en Jorge Manrique, ni se me pasó por la cabeza, por supuesto, esa tontería. Y entonces pensé pues eso, en el río de cenizas que nos lleva a todos. Yo sabía que había un río en la novela, sabía que empezaba con el sueño de un río y que acababa, como acabamos todos, en el lecho marítimo, como líquenes, nos convertimos en otra especie.

La novela nos cuenta "la historia de un anciano adinerado que ha sufrido un ictus, que le ha dejado ciertas secuelas y que se va a vivir a una residencia y estalla una pandemia". El hombre tiene 75 años, ¿qué define que sea un anciano? Es la falta de salud mental, física, la edad... ¿cuándo es uno un anciano?

Administrativamente no lo sé, vitalmente es un anciano. Lo normal sería que tuviera 80, 85, pero eso me pillaba mal y, además, me venía bien que tuviera una hemiplejia, que se pudiera mover muy mal, porque en las residencias, llamadas de ancianos, también hay gente bastante más joven, pero muy baldada, que no se pueden mover y necesitan atenciones y cuidados. Y me venía bien porque es una edad razonable. Yo estoy lejos de los 75 todavía, pero es una cosa que puedo anticipar, me puedo poner en la piel de mis amigos mayores, que tengo muchos. Cuando yo era chaval y se moría alguien, siempre me preguntaba lo mismo, ¿pero qué edad tenía? 61. Ah, bueno, ya como que era normal morirse a los 60, claro, hoy es alguien muy joven.

Es una de los temas de la novela, la vejez. Hay una gran radiografía de qué piensa una persona mayor cuando llega a la vejez. Por un lado "es el reino de la libertad. Un tiempo por fin, sin prejuicios, dogmas, sin creencias ni intereses", podemos leer. "Es un momento en el que uno adquiere ese derecho, el ser un cascarrabias, un viejo verde, contar tus batallitas, criticar a las nuevas jóvenes, a los nuevos tiempos. Una etapa también en la que aumenta el dolor, la vergüenza, la pesadumbre. Todo este conocimiento profundo, que está muy bien descrito de la vejez, ¿es de tus amistades, de esa gente que ya ha alcanzado cierta edad o dónde encuentras tanto material?

Bueno, como suelo decir, lo bueno de ser novelista es que, si no sabes qué poner, te lo inventas. Creo que la capacidad preciosa para un escritor o más apreciada es, sin duda, la de ponerse en los zapatos de otro. Yo he escrito una autobiografía en primera persona de Marilyn Monroe y sobre todo las mujeres me decían: "es imposible, cómo entiendes tan bien a una mujer de 36 años, depresiva, etc. Pues tendré una parte de mujer depresiva dentro de mí. Y ya tengo una edad, así que me tomo todas las libertades que haga falta y y expreso mi opinión con libertad. Yo creo que la juventud está un poco sobrevalorada. En la juventud lo que quieres es pertenecer a un grupo, ser aceptado. Cuando tienes 80 años, ya te da exactamente lo mismo. Si te odia todo el mundo, te odia a todo el mundo. Tú dices lo que quieres y eso es lo que hablamos del reino de la libertad. Por otro lado ese feo asunto o esa cosa distinguida que es el morirse. Y bueno, yo creo que a eso tenemos que enfrentarnos todos tarde o temprano, salvo que nos atropellen aquí en la Gran Vía. Y entonces pues se acabó. No tienes tiempo ni de pensarlo. Pero a la parte más fea, que es la decadencia física y mental y la muerte, todos tenemos que enfrentarnos. Yo cuanto antes mejor me voy preparando.

Aquí se aborrece el culto a la juventud y, sobre esa libertad expresiva, se habla mucho de sexo. Se aborrece el culto a la juventud, pero por otro lado, anhelamos esa juventud del poder tener un lío de faldas. ¡Quién pudiera!, exclama el anciano. "Que se me ponga la polla dura como a un joven". Se habla mucho y sin tabúes del sexo en la vejez y del deseo en la vejez.

Bueno, es que conozco a gente que trabaja y ha trabajado en residencias de mayores. Y es una cosa salvaje, lo de mi novela se queda en nada. Gente paseando por los pasillos meneándosela, buscando alguna compañera de residencia que quiera algo. En fin, que a muchos hay que retenerlos. Una retención física, en la cama, con correas. Yo lo entiendo, es la lucha entre Eros y Tánatos. Si quieres seguir viviendo, seguir viviendo es seguir follando, básicamente, y seguir sintiéndote atractivo. A mí me parece que no se habla mucho, pero el sexo en la tercera edad es un tema muy importante, sobre todo para ellos, quizá para nosotros no tanto. Yo todavía tengo una vida sexual envidiable y pletórica, pero eso no va a durar siempre. Y entonces me imagino que luego estaré como estos. Pero si es ir a lo fundamental de la vida, la aniquilación nos asusta y nos aferramos a lo que para cada uno la vida, para casi todos, el sexo es vida y es un impulso vital. Además, puede ser el tabaco, el whisky, yo que sé, el ajedrez, lo que quieras. En mi caso están las cuatro cosas.

Aunque aquí se dice que en la vejez se pierde el miedo. No sé si es el miedo o es la vergüenza lo que realmente se pierde.

Se pierde la vergüenza, de eso estoy seguro. El miedo yo creo que no, que se pasa mucho miedo y he visto a muchas personas estar al borde de la muerte. Muchas tampoco, pero bastantes. Y se pasa mucho miedo, ese miedo es un sentimiento que tenemos que experimentar y que no es agradable, pero sí nos da fuerza interior de decir: voy a vencer el miedo y voy a aceptarlo y ya está, porque no hay mucho más que hacer, la verdad. Hay una famosa y no sé si verdadera anécdota, no me acuerdo, creo que era de Muñoz Seca, que le dieron un paseo en la Guerra Civil o en la República todavía, y cuando iba en el camión con la gente que iba a un cementerio a fusilarlo, dijo: joder, me habéis quitado la familia, el honor, mi casa, sí, pero hay una cosa que no me podéis quitar, cabrones, que es el miedo que tengo.

A propósito del miedo, se dice en la novela que es de idiotas pensar que hay que vivir cada día como si fuera el último de tu vida. "Lo que hay que vivir es cada día como si fuera el último de la vida de todos los demás". ¿Te da más miedo a que te atropellen en la Gran Vía, como has dicho, o que sea el último día de de otros?

Me da más miedo eso, que un amigo o una amiga se muera sin que yo pudiera dejarle claro cuánto le quiero o cuánto la quiero. ¿Se ha muerto enfadado conmigo? A lo mejor eso me da pánico. Yo creo que hay que tratar a la gente como si se fueran a morir mañana y seguro que cambia tu perspectiva si eres un cabezota y un cabrón. Es más inteligente y nos ayudaría mucho en la convivencia. Somos lo que somos y sabemos lo que somos gracias al trato con otras personas. A vivir y en unión con otros. Ellos son los que nos dicen quiénes somos. Porque nosotros seríamos un vacío, una burbuja sin nada si no estuviéramos en relación con los demás. Y esa relación es la que nos edifica y nos construye. Y realmente la preocupación por que esa relación con todos los demás sea mejor. Yo creo que es un imperativo casi egoísta.

Sobre las relaciones con otras personas y cuidar a otras personas es otro de los asuntos de la novela. Dejamos la vejez para entrar en esa relación entre el anciano y su hijo Gonzalo. Las relaciones paternofiliales han sido menos abordadas en la literatura y en la cultura en general, ¿por qué?

Bueno, en general, yo creo que la maternidad está sobrerrepresentada, como se dice ahora. Hay novelas sobre partos, maternidad, crianza, lo que quieras. La paternidad, casi desde siempre, está mucho menos representada. Primero, porque antes no había infancia. La infancia es un invento de la revolución industrial. Cuando empezaron a esclavizar niños, a cambio les dieron la infancia. Pero antes el Lazarillo no tenía infancia. Ahora ahora dura demasiado, hasta los 25 o 30. Está muy bien que tengan infancia, pero no tanto. Y a mí la relación entre padres e hijos me interesa mucho, porque precisamente por eso, porque está poco vista, porque al fin y al cabo la madre, la unión entre una madre y su hijo, es natural, ha estado dentro de su cuerpo, etcétera. Pero el padre siempre es un extraño, el padre puede no serlo. Una vez leí que de cada diez personas, me parece que eran cuatro que no son hijos de quién creen que son. Y la relación entre madre e hijos a mí me interesa, pero limitadamente, porque es una relación real y natural. A mí lo real y natural no me interesa nada. Me interesan las cosas elaboradas, artificiales y artificiosas. Y la relación entre un padre y un hijo se elabora con el trato. Nada más. Creo que deberíamos hablar un poco más de eso.

Que sea un hombre adinerado, entiendo que tampoco es casualidad. Hay una reflexión sobre el dinero y la felicidad,sobre qué nos hace al final más felices, si el dinero o si también necesitamos la compañía. ¿El dinero da felicidad, ayuda a ella?

¿Hay algo que dé felicidad?No estoy muy seguro, porque la felicidad es muy complicada, incluso sabiendo lo que es, si lo pudiéramos definir, ¿no es deseable o mejor una vida con infortunios, adversidades? Una vida completa de felicidad debe de ser una especie de narcosis. Sí, algo insoportable. De todos modos, yo creo que el dinero es importante. Yo soy marxista. Cómo no voy a pensar que es importante el dinero. Y el dinero es fundamental para ver qué puesto ocupamos en la sociedad, para ver cuáles son nuestras relaciones reales con los demás. Por ejemplo, cualquier empresario o político gordo de sesenta y pico años liga con modelos de 21. ¿Por atractivo, por conversar con un empresario o con un político, que son el grado cero de la inteligencia humana? Es imposible, es la pasta, lo sabe todo el mundo, pero nadie lo dice. Hay gente como el protagonista, como yo, que miramos el dinero porque nos dice lo que no queremos admitir. ¿Cuál es nuestra relación real con los demás? Porque a lo mejor en esa relación real interviene el dinero.

La vejez, el dinero, la relación entre el padre y el hijo son las reflexiones, no sé si más sesudas, más tiernas, desde luego, de la novela. Y luego está la parte de la pandemia, que es la que a mi ahí también hay reflexiones muy interesantes, pero es la parte más divertida. Se desata una pandemia, una especie de virus o de peste que transmiten los pájaros. Si te hablan al oído, se contagia a través del oído. La gente tiene que ponerse tapones, como las mascarillas, aunque al principio no son necesarias los tapones. La gente combustiona por la calle, llegan noticias disparatadas de todo el mundo. Es muy hilarante esta pandemia, aunque describe unos momentos que vivimos y que fueron muy duros. ¿Ha llegado ya el momento de hacer humor con la pandemia?

Hombre, yo confío en que sí, nunca se sabe, porque hay mucho timorato y mucho héroe espontáneo. Precisamente porque fue tan grave, hay que tomárselo a chirigota y no creo que sea ofensivo para nadie. Y a mí me parece que, como mi personaje, que tenemos que empezar a reírnos de lo más sagrado, porque la dominación, la servidumbre, siempre viene del miedo. Desembarazarse del miedo es ser libre y cuanto más miedo nos quitemos de encima, más sueltos andaremos y mejor pensaremos. Mi posición, como señor que está en su casa y quiere escribir una novela, es la de qué hago, ¿la sitúo en la Edad Media o algo? Era difícil de eludir. Me pregunté cómo la sacaba, porque había leído ya algunas cosas sobre la pandemia y se me caían de las manos. Una cosa lacrimógena, emotiva, de todos juntos, del heroísmo de aplaudir. Estas cosas me daban ganas de tomar otro whisky, por favor. No puedo seguir leyendo esto. Y dije, voy a hacer una cosa que se parezca, porque realmente lo que nos pasó fue peor de lo que yo cuento, la desorientación, las órdenes contradictorias, las cosas absurdas. ¿Cómo se puede pasear a los perros y a los niños no? Bueno, ahora podemos pasear a los niños, pero a bancos y supermercados. ¿Para que se contagien todos? Y yo hago burla al decir eso, que las autoridades dicen que son obligatorios los tapones, pero basta con uno. Te pones uno en el oído que quieras y con esta pequeña astucia reducimos el contagio en un 50%. De Mortadelo, de la TIA. Eran los razonamientos que veía, "por el aire no se transmite". Cómo no se va a transmitir por el aire, es imposible que no tenga transmisión aérea. No es todo de superficie. Está comprobado que es exactamente a la inversa. Indudablemente las guerras han sido una catástrofe terrible y con mucho dolor y muchas pérdidas de vidas humanas, pero sin libros como 'El valeroso soldado Švejk' o 'Catch-22', sobre Corea, Vietnam, sin esos libros de humor sobre la guerra, pues yo no sabría vivir. Y me han dado mucha más comprensión que las cosas melodramáticas, que para eso está la tele. Las novelas están para otra cosa.

Podrías haber advertido en el libro que los personajes son ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Nos evocan algunas personas. Claramente Matías Felgueroso es Fernando Simón, por ejemplo. Aludidos no te han llamado.

No, no, a mí no me llaman. Alguien me ha dicho: hombre, ¿y cómo no has aprovechado para denunciar lo que ha pasado en la Comunidad de Madrid? A ver, yo soy novelista. Tampoco he hablado de la crisis de Ucrania ni de mil cosas, y yo quiero contar lo que quiero contar y sobre lo que quiero contar me hago responsable. Si no te ha gustado o lo he contado mal. Ahora, sobre aquello de lo que no he escrito, no me puedo hacer responsable.

 
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