Tiene razón el PP cuando dice que el Gobierno no ha negociado el decreto energético. Que el Gobierno, que le ha cogido gusto al decreto, primero aprueba y luego busca los apoyos. Se han quejado por eso los socios parlamentarios, la oposición, los comerciantes, sindicatos y empresarios. Se han quejado las comunidades —también las del PSOE— porque les toca aplicar, sin tener los medios suficientes, medidas que desconocían. Más que en explicar sus propias medidas, el Gobierno centra sus argumentarios en arremeter contra el PP. Por eso, un ministro dice que Feijóo no es de fiar y luego salen varios a repetir la misma frase. La realidad es que faltan dos días para la votación y aún no sabemos con quién la sacará adelante. Así estamos. Dicho esto, hablemos del fondo del decreto, que contiene las medidas inmediatas que pedía la presidenta de la Comisión Europea, la conservadora Ursula Von der Leyen. Lo de limitar el aire y la calefacción lo ha puesto Bruselas por escrito, aunque Elías Bendodo, el coordinador del PP, aseguraba que eran «medidas frívolas» cuando hace apenas un mes, Feijóo decía que le parecían bien los «límites para activar los aires acondicionados y en invierno, la calefacción». Bendodo pide que se atiendan las medidas que propone el PP pero ¿cuál de ellas implica, en una semana, un ahorro del 9%, que es lo que ha supuesto subir el aire o apagar los escaparates? El PP pide diálogo cuando ya ha amagado con ir al Constitucional. Cuando ha llegado a decir que sus comunidades tendrían libertad para aplicar el decreto. Si esta norma es una frivolidad, ¿qué era entonces sugerir la desobediencia y decir que el cumplimiento de la ley era opcional? ¿Qué era augurar que las medidas hundirían la economía y traerían la oscuridad a las calles con las consecuencias que eso tendría? Esto llegó a decir el PP, al que hemos visto ir a Bruselas a comprometer el envío de los fondos de recuperación, a sugerir que habría corrupción en su reparto. Le hemos visto criticar la excepción ibérica que, es verdad, no evita que la luz se ponga en máximos hoy mismo aunque sí evita que llegue al nivel de otros países. Ahora, se opone al decreto energético —que, por cierto, incluye becas o el bono de Cercanías— con el argumento de que cumplir con lo que pide Europa, con lo que pedía Feijóo, resulta una frivolidad. Cualquiera diría que eso es dar más vueltas que el Falcon.