Un mundo muere con la muerte de Gorbachov
El progreso no es una inercia, pensar que el mundo siempre avanza hacia adelante es más un deseo que una certeza
Un mundo muere con la muerte de Gorbachov | La crónica de José Luis Sastre
Ha muerto Mijáil Gorbachov, uno de los personajes clave del siglo pasado, y eso nos ha recordado algunas cosas. La primera la aprendimos hace tiempo: que lo de pensar que el mundo siempre avanza hacia adelante es más un deseo que una certeza. Que lo del progreso no es una inercia. Que hubo quienes, cuando cayó la URSS, pronosticaron el fin de la historia y aquí estamos hoy: advirtiendo de las autocracias y con un libro superventas que se titula Cómo mueren las democracias. Que los acuerdos entre Estados Unidos y Rusia fueron posibles no hace tanto.
Un mundo muere con la muerte de Gorbachov
Como el acuerdo de desarme que firmaron Reagan y Gorbachov en el 87. Que quienes trajeron impulsos democratizadores pueden ser tachados de traidores. Que la guerra fría en teoría terminó y, en cambio, no dejamos de mencionarla. Que los fantasmas del desastre nuclear asoman de nuevo, con el recuerdo permanente de la catástrofe de Chernóbil que Gorbachov tardó en reconocer.
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La muerte de Gorbachov, con todos sus debes, emerge hoy por el contraste con Putin, que ha demonizado al padre de la perestroika porque acabó con el sueño soviético al que ahora él, desde el Kremlin y mientras se piensa Pedro el Grande, quiere volver con el delirio de la guerra. Queda la reflexión que, tiempo después, Gorbachov dejó en la SER en esta entrevista sobre la aversión que sentía por la violencia desde que vio el impacto de la Segunda Guerra Mundial.
No se puede engañar a la gente, no se puede resolver nada con violencia, terminaba diciendo en esa entrevista que tiene 18 años y que, sin embargo, suena tan actual. Hay, en fin, un mundo que muere con la muerte de Gorbachov. Ya nos gustaría saber es cómo es y adónde va el mundo que queda.
El fin de Gorbachov y de la URSS