“Catástrofe humanitaria” en Haití

Los haitianos han tomado las calles desde la subida del precio de los combustibles anunciada el 11 de septiembre y por la escasez de productos básicos. A las manifestaciones se ha sumado una violencia e inseguridad que ha hecho saltar las alarmas de Naciones Unidas calificando la situación de “desesperación”.

Las acciones de las bandas armadas que bloquean la salida del combustible del puerto y la aduana por la que entran los alimentos han llevado al límite el desabastecimiento. Como consecuencia, los hospitales están anunciando sus cierres, hay miles de desplazados buscando refugio y la gente no puede trabajar.

Tampoco Damiana Lanusse, directora ejecutiva de América Solidaria Haití, ha podido desplazarse a la oficina por esa escasez de combustible. Desde una zona montañosa de las afueras de Puerto Príncipe, Lanusse nos cuenta que llevan tres semanas encerrados en casa por las manifestaciones que bloquean los pasos y por los saqueos. “Han saqueado Cáritas, el Programa Mundial de Alimentación, y han incendiado también empresas”, denuncia. Ha habido además ataques a viviendas particulares.

En el último año y medio, las pandillas se han extendido con mucha fuerza, según la directora, “obligando a miles de personas a huir”. Estas bandas armadas bloquean la entrada de insumos e incluso de agua potable, cuya escasez ya se nota en muchos hogares que “tienen que hervir agua quemando maderas por la falta de gas”.

Toda esta situación vuelve a golpear al país más pobre de América Latina tras el catastrófico terremoto de hace un año y en medio de un vacío de poder político tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse. El poder judicial también está muy débil, según Lanusse, “abrumado por el crimen organizado y una “ola de secuestros” con hasta 40 en una sola semana.

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En las capas más bajas de la sociedad es donde más afectados se están viendo por la violencia en los barrios. “Los jóvenes están siendo captados por las bandas y están aterrorizando a la población, forzada a desplazarse”, asegura Lanusse. Esos grupos armados, dice, son locales, pero “financiados o fomentados por intereses económicos y políticos”.

La esperanza, cree la activista, reside en la enorme capacidad de resiliencia de los haitianos. Sin embargo, “les falta una madurez cívica para encontrar un rumbo, para poder organizarse, dialogar, armonizar diferencias y encontrar liderazgos que los puedan conducir hacia una madurez política y democrática”. El enorme éxodo, por el contrario, habla también de “una gran desesperanza”.