Muerte en las fronteras europeas
Una marcha de decenas de organizaciones en Bruselas reivindica una política migratoria más humana que acabe con las muertes en las fronteras
Más de 50.000 personas han perdido la vida en las fronteras europeas desde 1993. Que dejen de producirse muertes por migrar es el objetivo de las 130 organizaciones civiles que se manifiestan este sábado en Bruselas para exigir una política migratoria más humana en la Unión Europea.
Una de ellas en la Caravana Abriendo Fronteras a la que pertenece Cristina García de Andoin. Desde el corazón de Europa, la activista responsabiliza de esas muertes directamente a Bruselas y a los gobiernos de la UE por sus políticas migratorias. “En ello tiene que ver mucho la ausencia de vías legales y seguras, los acuerdos de externalización de fronteras con terceros países que no están respetando los derechos humanos, como por ejemplo Marruecos, y la progresiva militarización de las fronteras”.
Pone como ejemplos la muerte de una mujer subsahariana por un disparo de la Gendarmería marroquí para evitar la salida de una patera hacia las islas Canarias y los 37 muertos aplastados por la violencia policial en la valla de Melilla.
Anarquía en Haití
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Racismo e hipocresía
Para García, el racismo y la herencia de la colonización están en la base de la discriminación a los migrantes y refugiados procedentes de África y Oriente Medio. Una de las reivindicaciones que las ONG han hecho al Parlamento Europeo es que la misma directiva que se ha activado para la acogida de refugiados de la guerra en Ucrania se emplee también con personas de otras nacionalidades que “también vienen huyendo de otras guerras, en muchas de las cuales tienen responsabilidad gobiernos europeos”, señala la portavoz.
Entre sus denuncias están las causas que obligan a las personas a migrar, como el comercio de armas o “las prácticas extractivistas y neocoloniales de las empresas transnacionales”. Y exigen, en cambio, derechos para las personas migrantes: la regularización administrativa de todas las personas que viven y trabajan en la UE para que dejen de ser “invisibles” frente a las instituciones, explotados laboralmente y desprovistos de servicios públicos básicos como la salud y la educación.
Europa, critica García, se cierra “de una manera rancia y suicida” en un momento de crisis demográfica. Aun así, deja de un lado las ventajas económicas y sociales de traer personas e insiste en que “los derechos humanos están por encima de todo y eso es lo que tiene que mover” a la Unión Europea.
Tras sus contactos con miembros del Parlamento Europeo, la activista lamenta que en la UE sigue presente el fascismo, como se ha visto con la reciente victoria de la ultraderechista Giorgia Meloni en Italia, pero “no solo en los partidos claramente neofascistas, sino que vemos como cómo esa influencia está condicionando también la agenda política de partidos que se suponen más de izquierdas”.